Iván del Castillo era un hombre de principios inquebrantables. Su reputación como juez impecable lo precedía en todos los tribunales donde había estado. En sus veinte años de carrera, nunca permitió que la emoción influyera en su juicio. Su semblante frío y su mirada dura se convirtieron en una firma personal. Todos sabían que, ante él, solo valían los hechos.
La mañana en que recibió el caso de Samuel Vargas, algo en el informe llamó su atención. No era solo la gravedad del crimen del que se acusaba al hombre, sino la falta de coherencia en ciertos detalles del expediente. Se apoyó en el respaldo de su silla, mirando el grueso archivo sobre su escritorio.
—Otro caso complicado —murmuró para sí mismo, deslizando el dedo por las hojas.
Sabía que este juicio captaría la atención de la prensa. Era inevitable cuando un hombre tan respetado como Vargas se encontraba bajo sospecha de un crimen tan atroz. Pero a Iván no le interesaba la opinión pública. Su único deber era con la justicia.
Mientras leía, la puerta de su despacho se abrió suavemente. Su secretaria entró con la lista de citas del día.
—Juez Del Castillo, la hija del acusado, Helena Vargas, ha solicitado una audiencia con usted.
Iván levantó la mirada lentamente.
—¿Qué quiere? —preguntó sin desviar su mirada fría del archivo.
—Quiere hablar sobre la situación de su padre. Insiste en que es inocente.
El juez permaneció en silencio por un momento, sopesando la situación. No solía recibir a familiares de los acusados, pero algo en ese nombre lo intrigaba. Helena Vargas... Su nombre había aparecido en algunas partes del expediente. Sabía que la mujer estaba decidida a demostrar la inocencia de su padre.
—Hazla pasar —dijo finalmente, dejando el archivo a un lado.
Minutos después, Helena entró en la sala, con los hombros tensos y la determinación marcada en su rostro. Cuando sus miradas se cruzaron, Iván sintió por un segundo una chispa de reconocimiento. No era la típica hija desesperada por defender a su padre. Había algo en ella, una intensidad que él no pudo ignorar.
—Señorita Vargas —dijo Iván, su tono distante—. Entiendo que quiere hablar conmigo sobre el caso de su padre.
—Así es, juez —respondió Helena, sosteniendo su mirada—. Estoy aquí porque mi padre es inocente. Y sé que usted puede ver la verdad.
Iván mantuvo la compostura, aunque las palabras de Helena resonaron más fuerte de lo que esperaba.
—Lo que yo vea o no se basará en las pruebas presentadas, no en afirmaciones emocionales —replicó con frialdad.
—Entonces le mostraré las pruebas —contestó Helena, dando un paso hacia él—. Porque este caso no es lo que parece. Y pienso demostrarlo, aunque tenga que enfrentarme al sistema entero.
Iván la observó en silencio. Esa mujer tenía coraje, eso era evidente. Sin embargo, la ley no se movía por la voluntad de una persona, por muy decidida que estuviera.
—Espero que esté preparada para las consecuencias de lo que está pidiendo, señorita Vargas —dijo finalmente—. Este no será un camino fácil.
—Lo estoy —respondió Helena sin dudar—. Y no pienso rendirme.
Iván la observó un momento más, antes de asentir levemente. Sabía que esta mujer sería una presencia constante durante el juicio. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que este caso no sería como los demás.
Helena salió del despacho del juez con el corazón acelerado, aún sintiendo el peso de la mirada de Iván del Castillo sobre ella. Sus palabras resonaban en su cabeza: *"Espero que esté preparada para las consecuencias de lo que está pidiendo."* Era consciente de que enfrentarse al sistema no sería sencillo, pero estaba decidida a seguir adelante.
Mientras caminaba por el pasillo del tribunal, recordó la expresión del juez. Era un hombre frío, calculador, como si cada palabra que pronunciara estuviera perfectamente medida. Pero, a pesar de su dureza, Helena percibió algo más, algo que no podía definir del todo. ¿Había sido interés? ¿O quizás admiración por su determinación? No lo sabía, pero de algo estaba segura: Iván del Castillo no sería un oponente fácil.
De regreso en su despacho, Iván miraba por la ventana, observando la ciudad que se extendía ante él. La visita de Helena Vargas había dejado una marca en su rutina normalmente imperturbable. Se acercó al escritorio y revisó de nuevo el expediente de Samuel Vargas. Las pruebas eran claras, pero había algo en ese caso que no cuadraba. Y, aunque no quería admitirlo, la pasión de Helena por defender a su padre lo había inquietado.
—Será un caso interesante —murmuró para sí mismo, mientras cerraba el expediente.
Sabía que este juicio no sería uno más en su carrera. Y, por primera vez en años, sintió una chispa de curiosidad que no podía ignorar. Decidido a seguir con su enfoque frío y objetivo, se preparó para lo que vendría, pero sabía que el camino que compartía con Helena Vargas acababa de comenzar.
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Comments
Mildred Álvarez
Que edad tiene este juez si tiene 20 años de carrera.
2025-04-03
1
anilasor_agev@hotmail.com
es una mujer decidida. Cuántos años tiene el juez si ya tiene 20 como juez a qué edad empezó a ejercer
2025-04-09
0
María del Rosario Rincón Basto
como cuarenta y cinco por ahí, en la mitad de una vida, jajajaja jajajaja
2025-04-05
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