Fiera
Teresa Machado, es una joven muy hermosa que vive junto a sus padres en una Finca, ellos servían a sus patrones desde hace muchos años; la familia Mendoza era reconocida por sus grandes y extensos terrenos, tenían ganados como: reses, bovino, ovejas, cafetales y cañas de azúcar, las cuales eran exportadas a la capital, eran muy ricos e influyentes, su mayor secreto es que está joven de apenas 15 años estaba enamorada del hijo de su patrón y él le correspondía.
Luis José Mendoza quien ya habia cumplido los 18 años se desvivía por esa hermosa rubia de ojos marrones claros, se escabulle por los senderos de su tierra para llegar sin ser percibido al río, esto solo lo hace cuando a la joven le tocaba el día libre para lavar sus ropas.
Luis José: Boo!
Teresita: ¡Ah! (grita de susto) Joven me ha dado un susto (dice con la mano en el pecho)
Luis José: Jajajaja, Teresita, si eres miedosa (se burla)
Teresita: ¿quién no se asustaría si llega de la nada y sin hacer ningún ruido? (se enoja)
Luis José: si, vale, lo siento, solo pensé que era divertido (sube las manos en son de paz)
Teresita: no lo vuelva a hacer (asiente)
Luis José: ven aquí (la toma por su cintura de espaldas a él en un abrazo)
Teresita: ¿Qué hace joven? Nos pueden ver.
Luis José: estamos solos, nadie se va a acercar hasta acá, papá los tiene ocupados (reparte besos en su cuello)
Teresita: jajaja, joven me hace cosquillas (dice retorciéndose)
Luis José: estamos solos Teresita, llámame por mi nombre (susurra en su oído)
Teresita: no es seguro jóven, si alguien llega a escucharme llamarlo por su nombre, me castigarán bien harto.
Luis José: solo dilo una vez, en mi oído, dale (le da la vuelta quedando de frente)
Teresita: Luis José (dice en su oído muy bajito)
Luis José: ummm (gime de gusto) eso me gusta (la toma fuerte de la cintura apretándola a su cuerpo)
Teresita: joven nos pueden ver (dice sonrojada tratando de alejarlo)
Luis José: ya te dije que están ocupados.
La toma del cuello delicadamente y se adueña de sus labios saboreando como si fuera un dulce, la saca del agua y la recuesta en la tierra sin dejar de besarla, se coloca encima de su cuerpo repartiendo besos por su cuello, sus manos no tardan en repartir caricias sobre su ropa.
Teresita: Luís José para, por favor para (dice cuando siente que desliza sus manos por debajo de su vestido tocando su muslo)
Luís José: ummm, me encanta que digas mi nombre, déjate llevar Teresita.
Teresita: no, jóven, sabe que no puedo.
Luis José: ¿por qué no Teresita? (la mira intrigado)
Teresita: ya le dije, quiero llegar virgen al matrimonio como se lo prometí a papaíto.
Luis José se separa del cuerpo de la joven soltando un suspiro de frustración, se sienta mirándola, como deseaba a esa condenada y ella nada que cedía a sus encantos, había intentado de todo, pero a lo unico que llega es a los besos y un poco de caricias.
Teresita: ¿Está molesto joven? (pregunta al ver su ceño fruncido)
Luis José: no Teresita, solo que me gustas mucho, me dices que me amas, pero tú con tus promesas no quieres darme la muestra de amor.
Teresita: papaíto dice que el hombre que ama espera a su damisela el tiempo que sea necesario, por eso le prometí que llegaría virgen hasta el casamiento.
Luis José: en unos días me voy a la ciudad Teresita (suspira resignado cambiando de tema)
Teresita: si, joven, lo escuché de mamacita, ella dijo que es por sus estudios.
Luis José: Si, papá quiere que estudie Administración para manejar los negocios familiares... ¿me esperaras Teresita? (toma sus manos) No importa cuánto dure en la ciudad ¿esperarás a qué regrese?
Teresita: eso depende de usted joven (mostrando una dulce sonrisa levanta su meñique)
Luis José: ¡Ah, ya sé! Quieres una promesa (menciona con fastidio)
Teresita: solo si usted está interesado en cumplirla.
Luis José: bien, si prometo que me casaré contigo cuando regrese, me vas a esperar ¿verdad?
Teresita: lo prometo.
Ambos unen sus meñiques en una promesa, lo sellan también con dulces besos, Luis José estaba tan ilusionado con ser el primer hombre de esa dulce y encantadora jovencita que le roba el aliento, aún no se iba, pero ya contaba los días en que le perteneciera cada uno de sus besos y sobre todo su cuerpo.
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