capitulo 16 : ECO DE LOS DESTINADOS

Alessandro se quedó inmóvil frente al mensaje en la pared. Aunque su rostro era imperturbable, Luca podía sentir la tensión vibrando en el aire. Había algo más en ese mensaje, algo personal que lo conectaba directamente con el capo de una manera que Luca no podía entender del todo. Sabía que Alessandro tenía enemigos, pero esto no era una simple advertencia: era una amenaza directa, hecha con la intención de provocar una reacción.

—¿Quiénes son? —preguntó Luca, incapaz de contener la pregunta que le rondaba por la cabeza.

Alessandro no respondió de inmediato. Sus ojos seguían fijos en las palabras pintadas, como si estuviera descifrando algo más profundo. Finalmente, se giró hacia Luca, su mirada oscura y peligrosa.

—Son viejos enemigos, los Destinados —dijo Alessandro con voz grave—. Un grupo que ha estado en las sombras durante años, esperando el momento perfecto para atacar. No son cualquiera. Ellos no juegan limpio, y lo peor de todo es que no tienen nada que perder.

—¿Los Destinados? —Luca frunció el ceño—. ¿Qué quieren contigo?

Alessandro lo miró con una intensidad que hizo que Luca sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.

—No solo quieren destruirme a mí. Quieren destruir todo lo que represento. —El capo suspiró, como si estuviera calculando sus palabras—. Los Destinados creen que ciertos linajes, como el mío, han mantenido el poder por demasiado tiempo. Y ahora están buscando debilitar a todos los líderes, derribarnos uno por uno. Yo soy solo el primero en su lista.

Luca intentó procesar la información, pero había algo que no entendía del todo.

—¿Y por qué están tan obsesionados contigo?

Alessandro se acercó a Luca, cerrando el espacio entre ambos. Su presencia era abrumadora, y Luca sintió cómo su pulso se aceleraba. El capo lo miró profundamente, como si lo estuviera evaluando, sopesando cuánta verdad podía revelar.

—Porque no solo soy un líder, Luca —dijo Alessandro con voz suave, pero cargada de peligro—. Para ellos, soy el último eslabón de una cadena que no puede romperse. Los Destinados creen en las antiguas profecías, en los antiguos lazos que unen a ciertos alfas y omegas.

Luca se quedó en silencio, sus pensamientos girando. Sabía que Alessandro era poderoso, pero esto sonaba más místico, casi legendario.

—¿Profecías? —susurró Luca, sin saber si quería oír la respuesta.

Alessandro asintió lentamente.

—Dicen que hay un omega destinado para cada alfa, alguien que tiene el poder de fortalecer o destruir a su pareja. Los Destinados creen que si logran destruir al omega antes de que el vínculo se complete, pueden desequilibrar a su alfa y, con ello, hacer que caiga. —Hizo una pausa, sus ojos oscuros clavándose en Luca—. Y ellos creen que tú eres ese omega para mí.

El corazón de Luca se detuvo por un momento.

—Eso… no puede ser —susurró, sin saber qué otra cosa decir.

—Es por eso que han venido tras de ti —continuó Alessandro, su voz ahora cargada de una mezcla de frustración y protección—. No es solo para herirme, Luca. Te ven como la clave para mi caída.

El peso de esas palabras cayó sobre Luca como una carga insoportable. No había pedido nada de esto, pero ahora parecía estar atrapado en una red de destino que no podía escapar. Los Destinados creían que él era el omega que podía destruir a Alessandro, y eso lo convertía en un blanco. Sentía un nudo formarse en su estómago, la gravedad de la situación hundiéndose profundamente en él.

—No sé si soy ese omega —admitió Luca, su voz temblando ligeramente—. No sé si puedo serlo.

Alessandro se acercó aún más, su mirada fija en los ojos de Luca.

—No importa lo que ellos crean —dijo con firmeza—. Lo que importa es lo que tú sientes. No dejaré que te usen como una herramienta para destruirme. Si estás destinado a mí, entonces lucharé para protegerte, pase lo que pase.

Luca tragó con dificultad, sintiendo cómo sus palabras resonaban en lo más profundo de su ser. La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de miedo, deseo y algo más, algo que ambos parecían incapaces de nombrar. Pero ahora, todo tenía más sentido. Los Destinados no solo querían a Alessandro, lo querían a él también, como un peón en su juego mortal.

De repente, un fuerte golpe resonó desde el piso de abajo, interrumpiendo el momento. Alessandro giró hacia la puerta, su cuerpo inmediatamente en alerta.

—Tenemos que salir de aquí —ordenó Alessandro en un susurro—. Ya no es seguro.

Antes de que Luca pudiera reaccionar, Alessandro lo tomó de la mano, arrastrándolo rápidamente hacia la salida. Bajaron las escaleras con rapidez, sus pasos apenas audibles sobre el crujido de la vieja madera. Afuera, los hombres de Alessandro ya estaban en posición, sus armas listas para cualquier ataque.

Pero algo estaba mal. La tensión en el aire era palpable, y Luca podía sentir cómo el peligro se acercaba, invisible pero letal.

—Alessandro, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Luca, tratando de mantener la calma a pesar del miedo que crecía en su interior.

—Nos vamos a Verona —dijo Alessandro con determinación—. Allí tengo una base más segura, y desde allí podremos planear cómo acabar con los Destinados.

Luca asintió, aunque su mente seguía dándole vueltas a todo lo que había aprendido esa noche. Mientras se alejaban de la villa, su mano aún entrelazada con la de Alessandro, no podía dejar de preguntarse si realmente estaban destinados el uno al otro. Y si lo estaban, ¿qué significaría eso para ellos?

Sabía que la lucha apenas comenzaba, pero una cosa era segura: ya no había vuelta atrás.

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