la pequeña luna de los Sargos

La caravana obstruye el paso peatonal y la multitud murmura conmocionada, apretujándose unos con otros en busca de lograr percibir al príncipe tercero del reino de los Sargos, monta un elefante de gran tamaño decorado con joyas más valiosas que las de toda la población presente, el adolescente viste de blanco marfil, como su piel y cabello detalladamente arreglado, tan solo la venda en sus ojos resaltan bajo la luz resplandeciente del sol que alumbra por última vez antes de ocultarse en las montañas.

Su apariencia es auténtica y distinguida, propia del linaje.

“Un fantasma … Eso es lo que parece, se me eriza la piel, posee la misma fisonomía del Rey Arom”.

Aluden anonadados. 

—Oh luna del oriente, oh luna que alumbras la noche, tu existencia nos salvará de deb.acle, cómete al Dios sol, para que tu resplandor alumbre nuestras almas perdidas.

Cantan a todo pulmón, danzando alrededor, acompañados de flautas, tambores y cornetas.

Las flores y las palomas blancas fueron arrojadas al cielo. Aquellos que poseen cualidades sobrenaturales acompañan el acto, envolviendo la atmósfera en una mezcla de colores pintorescos. Los animales pequeños y de gran tamaño vuelan a lo lejos.

Ambas puertas del palacio se abrieron; desde la muerte del anterior Rey no se permitía tal trance, por el respeto y luto que se guardan por los próximos 4 años.

En línea recta, se encuentran Conrac, Brioc, Rua, Káiser y Leo.

Uno de los guerreros ayudo al joven a descender del animal, sus pasos no se escuchaban por el bullicio, no obstante abrieron paso de forma inconsciente al padecer el golpe repentino de su aura, una presencia que aleja a cualquier hombre común, y que inca a los seres vivos arriba y bajo de la tierra.

Con actitud relajada subió las escaleras, sin retirar la tela de sus párpados. El maestro Conrad dio un paso al frente, sujeta de la colcha de seda, un anillo y cadena, laminada en metal fundido por los 7 guerreros Del clan de los abandonados, hombres exaltados por su gran valor, reyes de todos los reinos iluminados que fundaron las academias de artes marciales y de lucha, aprovechando y puliendo sus habilidades.

Estas prendas pasan de generación en generación, en el momento del despertar de cada infante, la permuta de niño a guiador.

Conrad vuelve a su posición inicial, exaltando con devoción estas palabras en voz fuerte “El más solemne, el único e inigualable, el dueño de cada rincón de Sargo, poderoso y audaz, que protege su tierra como león rugiente, denle la bienvenida el Rey de los Sargo, y su prometido el príncipe Hades, bendecido y digno entre los hombres y futura madre del pequeño sol del oriente". 

Las piedras y el polvo del piso se levantaron, con el soplo del viento helado, tras el pequeño toque por parte de Arom con el callado. El piso se estremeció. Una fiera que dormía plácidamente hace diez años, declina desde el monte Sinaí, rugiendo dando vueltas sobre el castillo real.

El Alfa elevó su mirada, el morado en sus ojos se intensificó y su cabello se tornó entre una mezcla de blanco y negro, casi grisáceo.

“Baja e inclínate ante tu soberano”, habló autoritario. El dragón negro cerró sus ojos y al abrirlo su cuerpo fue dominado con la misma tonalidad de su majestad, flotó como una pluma hasta llegar al terreno inerte , con su cabeza posando en la arena, El hombre se acercó colocando su mano sobre la parte superior del animal.

—Acércate Lyon — tomaron sus manos, una sobre la otra, sus dedos tocaron su hombro izquierdo.

“Que todo el mundo lo escuché, el día de hoy se conmemora, el regreso de la luna de Sargo”.

Con solo una mirada Hades captó que era momento de hacer su parte. Al costado de ambos, miró al frente; sus prendas moradas reflejaban el pacto de una nueva unión

Prosiguió el anuncio, sostuvo la mano derecha de Hades y la extendió hacia arriba, los tres mantenían los brazos elevados.

“Denle la bienvenida al prometido y próximo consorte de los Sargos, Hades el invencible , Rey de los muertos, vestirá de gloria, armonía y sonoridad a esta nación, gracias a su belleza, coraje e intelecto”

Las manos del Omega sudaban, a pesar de su amplia sonrisa, la tierna piel de su barbilla temblaba.

El Alfa acercó sus labios a su oído susurrando:" No flaquees, esta tarde estás brillando”.

Fin de la primera temporada

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