El médico de Sargo

...Podemos escapar todo y todos menos de nosotros mismos, ¿a quién le piensas mentir?...

Hades camina rápido por el amplio corredor, ignorando la decoración pomposa que viste de oro y cobre al reino Sargos, con las paredes pintadas de colores beige y blanco, tela de alta costura, tejida por los mejores artesanos de todos los reinos, siete  notables espejos gigantes con el logo del escudo de sargos fijado en la cabecera, reflejan un rayo de luz donde pega el sol, en dirección a las ventanas que dan al jardín delantero, establecidos estratégicamente a la altura de la pared contraria del comedor, permitiendo a los invitados ver todo lo que sucede a sus espaldas.

La carencia de adornos, y la excesiva presencia del blanco, reluciente como un cuásar, genera para el joven una sensación desconcertante:" estar atrapado en un manicomio, en donde él es uno de los enfermos”.

Ingresa a una de las tantas habitaciones, percatándose de que estén vacías, en busca de algún traje para posteriormente lavar su cuerpo. Una mano tirando de él con fuerza lo detiene.

— Entren

Ordena Rua con regocijo, algunas sirvientas que ingresan a la habitación, inclinando su cabeza, sostenía en sus manos una soga gruesa.

—¿Qué pasa contigo? Déjame en paz —

Pregunta el rubio forcejeando, pero es acorralado hasta la pared, golpeando su cabeza.—Debiste haber regresado a tu tierra natal cuando tenías tiempo ,El rey no puede casarse con un hombre como tú.

—¡Eso no lo determina usted! —

Sus manos y sus uñas afiliadas aprietan los pómulos del prometido, al ser retiradas rápidamente ,causan una pequeña herida. Desde el momento que entró al Palacio ha sido tratado como un intruso, quiso gritar “Tampoco estoy feliz con este compromiso” retuvo las intenciones casi ostensibles por sus labios magullados de tanto morderse.

—¡Atenlo!

Bajo el amparo de aquella amanezca, Hades no tembló, e incluso su reacción es extremadamente ausente y ajena, lo que le genera malestar al pelirrojo que goza usualmente con los lamentos y súplicas de aquellos que poseen una posición inferior a la de él.

Cubierto por cuerdas , que recorren su pecho hasta llegar a sus manos.

—estás aquí por orden del rey Arom, no pienses que recibirás un trato diferente, porque para él solo eres una excusa barata que envió tu padre.

El joven giro cabeza hacia el ventanal, que luce una hermosa vista primaveral, en su mente apareció su maestro, con papiros en sus manos y una expresión de preocupación dibujada en su rostro, colándose por la misma, ayudándole como siempre a escapar de torturas de su familia, pero esta vez Hades  no tiene aliados, ni siquiera conocidos, solo, en una sofocante habitación.

Su mente se dispersó al grado que no notó el momento en que Rua cruzó la puerta. Reposó su cuerpo en el suelo hasta que sus ojos se cerraron; pedir ayuda no era una opción.

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—Señorita, le pido que se retire por favor, está usted obstruyendo el paso

— La dama agacha su cabeza nerviosa, al borde de las lágrimas, mirando a su costado a las otras compañeras que corren por el pasillo, dejándole atrás.

—¿qué pasa?, cuéntame

Pregunta un hombre de gran altura, su cabello lacio y oscuro como la noche, cubre su cuerpo hasta llegar a sus caderas, porta un discreto traje carente de adornos vistosos , figuras de flores de loto dibujadas sobre la tela, sus ojos color azules resplandecen, pero su voz es sutil y delicada, apacigüe y amable, como alguien que se dirige a los demás con calidez y paciencia.

—Es…estoy aquí por... que me or…denaron —

—está bien, entiendo, permíteme buscar algo en la habitación y luego puedes volver a tu posición ¿te parece?

La mujer abre espacio, para la sorpresa y beneficio de Hades la puerta que estuvo cerrada durante dos horas, vuelve abrirse, algo somnoliento y perdido por la falta de agua, distorsiona su realidad susurrando entre lágrimas y sonrisas el nombre de su maestro.

El hombre sin dudarlo se dirige al rubio, lo toma en sus brazos y grita al personal que permanece afuera —" Traigan agua, rápido! —

—tranquilo, tranquilo...— acaricia el cabello del joven en voz baja, Su cuerpo arde y tiembla, "¿quién se atreve a hacerle esto a éste pobre noble?"

una dama  ingresa con una jarra, Hades ingiere el líquido, sediento y desesperado, tal como un Alma vagando por el desierto, su vista nublada se clarifica, logrando percibir la presencia de aquel ser , con la belleza incomprensible y delicada como una mujer distinguida.

—soy el médico de yezhon, ahora estás a salvo —

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