Ira la sicario

Nicolle comienza como guardaespaldas; es enviada a lugares donde debe proteger a su jefe, al cual le dicen Furia. La joven lleva algunos días tratando de investigar todo lo que puede, pero aún no la llevan ni cerca del lugar que necesita investigar.

Víbora y camaleón fueron también contratadas; una fue enviada a un prostíbulo y otra cuida la espada de otro desgraciado. Aún no han hecho gran cosa.

Nicolle camina junto al grupo que protege a su jefe. Ella lleva puestos unos jeans de cuero y un top negro, encima una chaqueta del mismo material que su pantalón y una Beretta en su espalda. Sus botines son altos, pero cómodos y sus trenzas dejan ver el tatuaje que sale de su espalda y se asoma por su cuello.

—Aria, siempre andas molesta, por eso serás llamada Ira; ahora ve y revisa el lugar y hazlo seguro para mí, trasero. Nicolle asiente y entra. Las paredes son de color azul gastado, la humedad recorre el lugar, varios movimientos casi imperceptibles son captados por ella y dispara, luego de eso salen dos hombres más y los asesina; su grupo de matones entra y acaban hasta con la última amenaza, solo. Dejan a un hombre de traje y con una cicatriz a un lado de su boca.

—Despejado, jefe —El mafioso llamado furia se ríe; era otra de los miles de pruebas para probar la capacidad de su nueva sicario.

—Domenico Carlochi, creí haberte pedido venir solo —expresa furia y el hombre trajeado levanta sus hombros restándole importancia.

—Debía estar preparado. Además, no sirvió de mucho tu nueva niña, niño. Es muy buena —se ríe y furia asiente.

—Sí, lo que tiene de lesbiana lo tiene de competente. Lástima que esas personas así no disfruten con hombres de verdad; a ellas les gusta aplaudir. Ambos se burlan, pero la joven ni se inmuta.

—A lo que vine, Carlochi, ¿cuánta mercancía me tienes?, el Tártaro consiste de dos negocios y la pelea de perros no es lo mío —expresa y ambos se sienten sin importarles el desastre de cuerpos a su alrededor.

—Tengo una carga de diez personas, cuatro vírgenes solamente, pero todas están en buen estado; serían vendidas al mejor postor —anuncia y furia sonríe…

—¿Solo conseguiste cuatro puras? —levanta su ceja mientras lo mira.

—Eran siete, solo que me conoces; mi debilidad son esas pequeñas perras; además, uno de mis mejores hombres tiene un fetiche por las que usan dos trenzas. Las risas de ambos, asquerosas y ruines, se dejan oír en el lugar.

—Bien, bastardo, ahora hagamos negocios… Las quiero en el Tártaro ya; Sansón te dará el dinero —sonríe y se larga.

—Recojan su reguero y larguémonos de aquí —luego de haber dejado los cuerpos irreconocibles, se largan. Nicolle va procesando cada asquerosa cosa que escucha; su corazón se acelera al pensar en esas pobres almas en desgracia, pequeñas, con sueños que no se cumplirán.

Observa la ventana para cubrir su rabia e indignación. Solo desea descubrir todo rápido y poder sacarlas de allí.

—¿Qué sucede, ira, estás pensando en esa deliciosa mercancía? —la voz del asqueroso de furia la saca de sus pensamientos.

—Me inquieta, claro que sí… —responde con su mejor cara sádica.

—Te daré a probar una, no será nueva, pero sí a las más tiernas. Nicolle debe aguantarse para no volarle la cabeza; es un asqueroso de mierda, piensa la joven, pero solo le sonríe.

—Gracias, jefe —agradece mientras en su cabeza lo ha asesinado varias veces.

—No agradezcas, espero que no te traiga problemas esto, pero eres mi mejor perro guardián; has hecho más que los otros idiotas —la mujer sonríe y los demás la ven con odio.

Cada día que pasa, esta gente consigue más mercancía y eso solo significa más víctimas. A Nicolle el mafioso le da una para ella cada vez que llegan cargas nuevas y esto la ha ayudado a conseguir información valiosa. Nicolle se encierra con ellas y solo las interroga. Ha descubierto mucha mierda podrida.

Hoy consiguieron otra carga y a Nicolle, como siempre, la espera una tienda jovencita en su recámara; por suerte allí no hay cámaras; lo verificó con un aparato especial que detecta cámaras, micrófonos y cualquiera de esos artefactos.

—Qué tenemos aquí, qué delicia, desnúdate pequeña… —le dice Nicolle a la jovencita que la espera. Tan pronto abre la puerta y los demás la ven, para ellos es una lástima que no le gusten los hombres.

La pequeña de unos quince años se saca la ropa, pero Nicolle una vez ha cerrado la puerta le hace señas para que se detenga. Coloca su dedo índice en sus propios labios en señal de silencio.

—Shh, pequeña, no te haré nada, vístete, ahora cuéntame qué te ocurrió —la jovencita comienza a hablar un poco nerviosa al principio, pero después, a pesar de la imagen tenebrosa de Nicolle, se relaja y confía en ella.

—Vengo de Alemania; a nosotras nos llevaron a un campamento para ser cadetes —comienza la pequeña sollozando.

—Al principio sí fue lo que les dijeron a nuestros padres que ocurriría; ellos piensan que estamos siendo entrenadas para defender a nuestro país —sigue hablando y Nicolle no cree lo que escucha.

—Nuestros padres son grandes héroes de la patria; sus únicos errores fueron confiar en esa gente; hay una coronel, ella se llama… La niña trata de recordar el nombre de la perra hasta que le da cada información detallada sobre Antonella; la muy perra se vale de su rango para llevarle carne fresca a esos malditos.

—Sácame de aquí, por favor —suplica la pequeña.

—Lo haré, pero debemos tener paciencia, hay que descubrir a dónde las llevan a todas —la pequeña asiente y ella sale de ese lugar un par de horas después.

Nicolle lleva un mes y algo, está de manos atadas y la información que le dieron es muy grave. Ha seguido investigando y ya conoce donde queda el Tártaro; hace solo unos días habló con la niña y la necesita sacar, así que es hora de avisarle a su equipo para que eso esté.

—Aquí, sombra, necesito un grupo listo para atacar las coordenadas que les envié. Aún no doy con el líder mafioso de ese lugar, ni con el mexicano, pero debemos volver cenizas a ese infierno —dice y le dan respuesta afirmativa.

—Tenemos a un elemento de la elite involucrado, es la coronel de Alemania Antonella, creo que está por ser cambiada a Rusia, orden de captura para ella, toda la información está siendo enviada —ordena Nicolle sin saber que toda la información que está dando está siendo escuchada por Francisco y dos personas más en su equipo, quienes están en complot con esa gente…

Francisco envía el ataque y rescata a las chicas; sin embargo, por la información dada por Nicolle, la que le contó todo, es asesinada, así las demás solo sabrán que fueron vendidas, pero no por quién.

—Están atacando el Tártaro; andando con ira le ordenan y ella llega al lugar, el cual es limpio y había de todo tipo de personas allí haciendo atrocidades. El lugar queda vacío por un tiempo y a la joven se le acaba su contrato por llamarlo así de dos meses y le piden volver en un tiempo prudente. Así trabajan estos asquerosos con sus matones.

Normalmente, matan a sus sicarios, pero a Nicolle y a las demás las dejarán ir sin saber lo que les espera.

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