Sorpresa agradable

Massimo, después de su recorrido en el auto, estaciona frente a su departamento y sube de inmediato el ascensor. Se toma como una eternidad y la verdad es que está desesperado. Será cierto, estará allí, piensa, y maquina su mente; sale de su ensimismamiento cuando la caja metálica se abre y se detiene en su piso…

El hombre camina y abre la puerta de su apartamento; aparentemente todo está normal; si su pequeña está allí, debería estar en la habitación dormida; su aroma llega a sus fosas nasales, pero en su habitación no hay nadie; todo está igual, excepto por el oso azul que se encuentra solo en la cama.

Su corazón se acelera al confirmar que sí está allí. Observa su maleta a un lado y sonríe; un ruido en el baño lo alerta y se acerca a la puerta sin abrirla. Su corazón se acelera, pues su amada está allí.

Gira su cabeza para ver la ropa de la foto en el sofá. Está doblada, su ceño se frunce y suspira, la puerta se abre de nuevo y deja de respirar un momento. Su niña hermosa, su bebé linda, está parada frente a él. No lleva la trenza, su cabello está húmedo y suelto, su sonrisa tan radiante como siempre y ella solo lleva una camiseta blanca de él puesta.

Sus ojos se abren cuando la observa detalladamente. ¿Dónde tenía esa mujer ese cuerpo metido? Piensa él. Es más hermosa de lo que aparenta. El agua que le corre la hace ver muy sexy y debe concentrarse en sus ojos para no comerle las piernas con la mirada. Duras, torneadas y esbeltas; una diosa era una palabra pequeña.

—Amor, no te molesta que tome algo de tu ropa —sonríe de una manera tan tierna que él se abalanza y le come la boca con un beso. Sonríe al terminarlo y une sus frentes.

—Qué hermosa sorpresa, mi amor, y no me importa, pero vamos, acuéstate, debes estar cansada —dice Massimo mientras la abraza contra él. La pequeña no carga sujetador y sus pechos se marcan por encima de la camisa; sus pezones están erectos.

—Amor… Te paso algo de ropa de tu maleta —ella niega riendo.

—¿Tan fea me veo? —hace un pequeño puchero.

—Te ves hermosa, bebé, pero… Nada, ven, ¿qué quieres hacer, salimos, vemos una película, a qué horas debes regresar a tu casa? —preguntó nervioso. Tenerla así ya le comenzó a generar problemas.

El hombre aún cargaba su uniforme, puesto que se veía sexy y muy guapo. Ella se arrodilló en la cama mientras él estaba de pie frente a ella.

La mirada de Nicolle es una mezcla de dulzura y pasión. Ella quiere comérselo todo, pero ella no es así o al menos la imagen que él tiene de ella.

La joven besa sus labios con delicadeza y sonríe.

—Según ellos aún estoy en el campamento… —lo besa de nuevo y sonríe.

—No me iré de aquí, al menos que quieras que lo haga cariño —sus palabras son seductoras y el hombre niega de inmediato.

—Por supuesto que no quiero que te vayas, princesa —dice nervioso, pero también está disfrutando ese momento.

—Mi amor… Estás cansado; ven y te ayudo —Nicolle saca rápido la chaqueta de su uniforme y abre los botones de su camisa mientras lo mira batiendo sus pestañas.

Le sonríe mordiéndose el labio inferior y le besa el pecho.

—Hueles, divino, mi amor… —la respiración se le entrecorta a Massimo y su miembro amenaza por romper sus pantalones.

—Angelito… —advierte el hombre y ella deja otro beso en su abdomen.

—Dime, mi amor, ¿qué sucede? —termina de sacar esas prendas y lo vuelve a besar en los labios mientras acaricia sus fuertes brazos.

—¿Qué te parece si mejor vemos una película? El hombre la desea, más no quiere que después se arrepienta.

—¿De verdad quieres ver una película, justo ahora? Lo jala y caen juntos a la cama, ella toma el control y se le sube encima. Su fachada de niña santa se está desmoronando un poco, pero en ese preciso momento no le importa.

—Mi amor, te extrañé mucho —lleva sus manos a sus pantalones y desabrocha el cinturón y el botón.

Cuando intenta bajarlo, él la toma de las mejillas.

—Hey… Amor, ¿estás segura? Nicolle frunce su ceño y ladea su cabeza.

—Tú estás seguro de casarte conmigo; de verdad me voy a convertir en la señora Moretti —él asiente de inmediato ante las palabras de la chica.

—Por supuesto que sí, tú eres mi prometida y nos vamos a casar muy pronto —dice mirándola a los ojos.

—Entonces no le veo inconveniente, amor, ya son dos años, ya no soy menor de edad y muero por hacer esto, o no lo quiero —sus labios impactan de nuevo contra los de él y sus respiraciones se agitan.

—Claro que sí, amor, sueño con este momento, pero no así, no por impulso, te mereces flores, velas, música suave —Nicolle se ríe. Este hombre la trata como a una nena todavía y ella necesita acción.

—No necesito nada de eso, necesito a mi novio, besándome, abrazándome; te necesito, Massimo. Lo besa de nuevo y baja su pantalón. Él la gira, quedando ahora arriba de ella…

—Perfecto, pero será a mi manera de acuerdo; las princesas bonitas son tratadas con ternura…

Besa la punta de su nariz y hace un camino con tres besas antes de comerse su boca. Besa su cuello y murmura algo, haciendo que su aliento le provoque escalofríos.

—Mmm, deliciosa, mi bebé. 

Saca la camiseta blanca y todo lo que imaginó encontrar se quedó corto; esta mujer es hermosa; sus grandes pechos lo enloquecen y se acerca a ellos mientras besa una de sus rizadas cúspides.

—Hermosa, exquisita y deliciosa —baja su mirada y observa unas pequeñas bragas de encaje blanco. Sonríe y le besa el otro pecho mientras una de sus manos juega con el que quedó libre.

Nicolle se retuerce; le gusta, le encanta la sensación nueva que experimenta; no tiene experiencia y aun así la delicadeza de Massimo la desespera; ella desea que lo haga con más fuerza, pero no se atreve a pedirlo.

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