Una foto

Nicolle siguió con su rutina; aunque no ha podido seguir con la pista del mexicano, pronto se volverá a infiltrar con unos albaneses que supuestamente también le venden mercancía a este grupo y es que ni siquiera es de un solo país; hay rusos, mexicanos, colombianos, franceses y hasta italianos y no solo eso; se rumora que tienen ayuda de personas de la ley y de altos mandos también.

En unos meses deberá infiltrarse en un lugar donde está segura que encontrará el centro de todo. Esta información está siendo tratada bajo mucha discreción, ya que no se puede confiar en nadie.

Nicolle se va a casa; luego será una larga temporada de misiones; ella quisiera tomarle la palabra a Massimo y alejarse de todo, entregarle el control total de su vida y quedarse como la muñequita de porcelana que él desea, pero a la vez desea acabar con cada desgraciado que se dedique a eso.

La joven de ojos azules mira su maleta y suspira. Debe regresar y dejarse amar y vivir, disfrutar, hacer todo lo que esas pequeñas no pueden. Este tema la atormenta a diario. La trata de personas es una realidad que por el solo hecho de ser cruel simplemente se hace de la vista gorda.

—Falda muy larga, medias de abuelita, camisa manga larga y chaleco, trenza de niña buena con lazo y zapatillas lustrosas —dice frente al espejo antes de irse a su casa.

La joven suspira y solo quiere arriesgarse. Ser feliz es todo.

A la joven la tenía muy mal una misión en donde secuestraban pequeñas de parques, y las pobres tenían un futuro horroroso. Rescató a mujeres que desaparecieron desde niñas; salvó a pequeñas que de verdad no conocían el mundo exterior más que cuatro paredes y un solo oficio.

Esto tenía a Nicolle tan abrumada, que ella hizo llegar a la conclusión de que quiere ser amada sin esperar más; Massimo será su esposo y eso es un hecho; solo faltan unos meses, así que quiere portarse mal, quiere quebrar las reglas, aunque lo haya estado haciendo desde hace mucho. Esto era diferente.

Jamás alzó su voz en casa, jamás se escapó o se saltó un permiso, jamás hizo rabietas y ahora ella quería estar con su príncipe. Aparte de lo que la abrumaba, estaba el hecho de que la ensimosa amiga de Massimo, Anabella, era hija de una amiga de su padre o al menos lo fue en la universidad…

La joven es hermosa, pero también es muy entrometida; llama a Massimo siempre que está con ella, siempre está con él como una verdadera sombra y se le cae la baba cada vez que lo ve. Es una nena de 17 años, pero su cuerpo es de toda una mujer.

Anabella.

Nicolle siente que ella quiere a Massimo o a lo mejor está obsesionada con él. Massimo la ve como una amiga, pero ella no entiende. Nicolle piensa que ella es la que le ha metido en la cabeza a Massimo sobre ir a una de sus presentaciones; ella le ha puesto varias excusas y está segura de que esa idiota tiene que ver.

La joven sonríe y toma su auto; llama a sus guardaespaldas, quienes la esperan y en el camino en auto llama a Massimo.

—Amor… dónde estás —pregunta cuando la llamada es contestada.

—Estoy en el comando, cariño, qué sucede, si podrás venir este fin de semana, solo faltan cuatro días para eso —responde entusiasmado.

—No cariño, no iré el fin de semana —mientras le enseña la ubicación a su guardaespaldas para que la lleve.

—No, amor, ¿cómo por qué no podrás venir, bebé? Tenía tantas ganas de pasar nuestro primer fin de semana juntos —dice algo molesto, porque le había costado mucho que le dieran a su bebé ese permiso.

El guardaespaldas estaciona en el apartamento de Massimo y ella baja del auto. Saca la llave que le dio su novio, la cual nunca ha usado porque siempre viene con él y con alguien de su familia de chaperón.

Nicolle llega al edificio y sube por el ascensor; está en el último piso. El ascensor se abre y ella sale, camina hasta llegar a la puerta y la abre con la llave de su cartera.

—Mi amor… Sigues allí —pregunta él.

—Lo hago, mi príncipe.

—Por qué no vendrás este fin de semana, si se puede saber —ella sonríe observando todo a pesar de que él no puede verla.

—Porque no, ya no podré regresar el día viernes —dice y él suspira pesado.

—Esa no es una respuesta, angelito, se puede saber por qué no vendrás él… — Ella corta la llamada y se ríe; sube las escaleras, mientras observa el lugar; las paredes son de un color gris muy bonito, el suelo de color negro y las escaleras son grises también. La habitación es gris y blanca y la cama de su amado es grande; hay un sofá y una gran pantalla frente a él.

La ventana es grande, pero la cortina no deja entrar la claridad, observa la cama y se ríe, saca de su maleta su pequeño oso color azul que él le regaló una vez y se acuesta en la cama de él. Esta es la primera vez que ve su habitación; solo había llegado a la sala.

El teléfono suena y ella lo toma, pero no le contesta, sonríe y se acomoda en la cama con su oso mientras vuelve a cortar la llamada.

Saca sus zapatos y se acurruca de lado; la falda vinotinto se le sube y ella deja ver su media oscura. Es lo más atrevida que puede ser la dulce Nicolle o al menos ese personaje.

Toma su teléfono, que vuelve a sonar y rechaza de nuevo la llamada. Se toma una foto y se la envía con la frase, "Déjame dormir, estoy cansada", se ríe y envía la foto.

Massimo trata de llamarla y saber por qué no le contesta y por qué de sus palabras tan secas ella no es así. Hasta hay un poco de rebeldía en ellas y esa no es su bebé. Algo debe estar sucediendo. Cuando trata de saber qué ocurre y marca su teléfono, suena y es un mensaje de Nicolle.

Rápidamente, el hombre lo abre y es una foto. La imagen ante sus ojos le hace que abra sus ojos y le tome unos segundos darse cuenta en donde está. Reconoce su habitación y allí está su niña; siempre había querido llevarla, pero siempre iba alguien con ella cuando tocaba visita en su apartamento.

—Hey, coronel, se encuentra bien —Anabella le pregunta al verlo absorto en el teléfono.

—Eh… Sí, sí, Anabella, dime qué ocurre —contesta él esta vez mirándola.

—La reunión con Malware es una hora, también el almuerzo con el ministro ruso, que tiene… Cancela todo, me debo ir, reagenda todo para después y gracias, Anabella. — Sale de la oficina tomando sus cosas y ella trata de detenerlo.

—Señor, las reuniones de hoy son importantes —anuncia ella.

—Lo sé, pero esta que tengo ahora lo es más —el sujeto sale del comando sin mirar a nadie; baja por el ascensor y al llegar al estacionamiento toma su y se aleja. Bugatti Veyron de color negro y se marcha.

Massimo se dirige a toda velocidad; ni siquiera le ha contestado; solo quiere llegar y besarla; aún no lo cree a lo mejor y está aún en el apartamento, y solo la habitación se parece o esas cosas pasan por su cabeza.

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