Capitulo 18: El Grito de Auxilio

**Capítulo 18: El Grito de Auxilio**

El viento soplaba suavemente entre las armas esparcidas por el campo de batalla, llevando consigo el eco de la reciente masacre. Mientras Patrick y Samantha continuaban explorando el lugar, un grito desgarrador atravesó el silencio. Ambos se tensaron al escuchar la súplica.

—¡Ayuda...! —la voz era débil, pero clara.

Patrick y Samantha se miraron brevemente antes de correr hacia la dirección del grito. Al llegar al origen del sonido, encontraron a una mujer joven, no mayor de veinte años, tirada en el suelo. Su armadura, similar a la de los otros caballeros caídos, estaba empapada en sangre. El cabello negro y corto de la mujer caía sobre su rostro, mientras sus ojos marrones brillaban con dolor y desesperación. Sangraba profusamente por el costado.

—¡Rápido, llévala a la carreta! —ordenó Patrick mientras se agachaba junto a la mujer.

Samantha, ágil y decidida, ayudó a Patrick a levantarla con cuidado. La mujer gimió de dolor mientras la colocaban sobre sus hombros. Con rapidez, ambos la llevaron de regreso a la carreta y la recostaron en la parte trasera. Samantha empezó a revisar la herida de inmediato, sacando vendas y un ungüento de su mochila.

—Gracias... —susurró la mujer entre jadeos—. Gracias por ayudarme.

Samantha, concentrada en detener el sangrado, asintió brevemente.

—No hables mucho, aún estás perdiendo mucha sangre —le dijo con suavidad mientras aplicaba presión sobre la herida.

Patrick, sin embargo, mantenía su rostro serio. Se agachó junto a la carreta, con los brazos cruzados, y la miró a los ojos.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó con firmeza—. ¿Quiénes eran ustedes y qué les atacó?

La mujer, aún débil, tragó saliva y tomó un momento para recuperar el aliento. Aunque el dolor era evidente en su rostro, hizo un esfuerzo por responder.

—Nos enviaron... la élite de la iglesia nos envió —dijo entre pausas, su voz temblorosa—. Nuestra misión era... cazar a un dragón. Un dragón que estaba atacando una ciudad cercana... Datta.

Patrick y Samantha intercambiaron miradas sorprendidas.

—¿Un dragón? —repitió Patrick, con el ceño fruncido.

La mujer asintió débilmente.

—Sí... un dragón negro. Había estado arrasando Datta desde hace semanas... quemando las casas, devorando los cultivos. La iglesia decidió que debía ser eliminado antes de que causara más daños.

Mientras hablaba, Samantha terminaba de vendar su herida y la acomodaba mejor en la carreta. A pesar de estar herida, la mujer continuaba narrando su terrible experiencia.

—Marchamos hacia Datta, confiados en que podríamos derrotarlo. Llevábamos espadas sagradas, armaduras bendecidas, creíamos que estábamos preparados. Pero... cuando nos enfrentamos al dragón, fue un desastre. Nunca habíamos visto algo así. El dragón... era inmenso, más grande de lo que nos dijeron, y su poder era abrumador.

Patrick la miró con intensidad mientras seguía su relato.

—Nos emboscó desde el cielo, lanzando llamas negras que ningún escudo pudo detener. La mayoría de mis compañeros... fueron incinerados antes de que pudieran siquiera levantar sus armas. Los pocos que sobrevivimos... intentamos luchar, pero el dragón nos destrozó como si fuéramos juguetes.

La mujer se detuvo, apretando los puños con rabia y desesperación.

—Intenté escapar... pero me atrapó con una de sus garras. Me arrojó al suelo, y luego... luego simplemente me dejó allí, como si no fuera importante. Como si supiera que no representaba ninguna amenaza para él.

Patrick y Samantha guardaron silencio por un momento, asimilando la magnitud de lo que acababan de escuchar. Un dragón negro, lo suficientemente fuerte como para derrotar a toda una armada de caballeros bendecidos, era una amenaza de proporciones colosales.

—¿Sabes hacia dónde fue el dragón? —preguntó Samantha, mientras terminaba de asegurar la venda.

La mujer negó con la cabeza.

—No... después de destruirnos, desapareció en el cielo, como si nunca hubiera estado allí. No sé a dónde fue.

Patrick se levantó, mirando el horizonte oscuro y devastado.

—Tenemos que ir a Datta —dijo finalmente, su voz firme—. Necesitamos saber más sobre este dragón.

Samantha, mirando a la mujer herida con compasión, asintió.

—Lo haremos —respondió ella, luego se dirigió a la joven—. Descansa, estás a salvo con nosotros.

La mujer cerró los ojos, agotada, mientras Samantha se aseguraba de que estuviera cómoda. Patrick, en silencio, comenzó a preparar la carreta para continuar su viaje. Sabía que enfrentarse a un dragón sería extremadamente peligroso, pero no podían dejar pasar la oportunidad de descubrir más sobre la criatura que había causado tanto caos.

Mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, la carreta volvió a ponerse en marcha, dirigiéndose hacia el pueblo de Datta, donde los misterios del dragón negro y la devastación los aguardaban.

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