Capitulo XIX Tú no eres mi niña Elena

Elena salió llorando del apartamento de Diego, ella no entendía que estaba pasando. Sin saber dónde se encontraba empezó a vagar por las calles de la ciudad, camino por horas hasta que logró llegar al departamento que compartía con Inés.

Al entrar encontró a su amiga sentada en el sillón mirando su teléfono. “Elena, al fin llegas ¿dónde estabas?”, Inés estaba realmente preocupada.

“Estaba perdida en la ciudad y como no me lleve mi teléfono no me pude comunicar contigo”, respondió Elena rompiendo en llanto y abrazando fuertemente a Inés.

“¿Qué te pasó?, ¿alguien te hizo daño?”, pregunto Inés temiendo lo peor.

“Si, la vida. Yo no pedí vivir todo esto, yo tenía una vida perfecta, un hombre que me amaba, una familia que me quería, yo tenía una vida sin necesidades y sin tantos problemas, no entiendo por qué a mí, por qué me toca vivir esto”, Elena lloraba sin consuelo, quejándose de su triste destino.

“Sé que no es fácil, pero saldremos de esto. Estuve pensando y creo que te dieron está oportunidad para descubrir a tu asesino”, Inés estaba segura de lo que estaba diciendo y lo reforzaba con sus expresiones corporales.

“Ahora estoy segura de eso amiga, pensé que había regresado por el amor de Diego, pero me di cuenta de que ese amor nunca más volverá a ser”, Elena estaba triste y sus palabras lo reforzaban.

“Tú confiaste en mí, ahora me toca responder a esa confianza, ahí alguien que te quiere ver, estoy segura de que te va a interesar lo que tiene para contar”, Inés estaba muy misteriosa, hasta daba miedo.

“¿De quién se trata?, ¿por qué tanto misterio?”, pregunto Elena confundida.

“Se trata de mi madre, le hable de ti, claro no de tu reencarnación, le hable de la dueña de este cuerpo, así que insiste en que vayamos a verla”, Elena estaba muy cansada, pero si había alguien que sabía algo sobre el cuerpo que ella estaba ocupando, entonces estaba dispuesta a ir a hablar con ella.

Elena se aseó un poco, cuando estuvo lista ambas chicas salieron de su departamento. Había una verdad que revelar y este era el momento idóneo. Elena quería respuestas y no iba a pasar el resto de su nueva vida llorando por Diego, si él no fue capaz de reconocer su alma, entonces no merecía que ella sufriera por él ni por nadie.

Llena de esperanzas las dos jóvenes tomaron un vuelo que las llevo a un pequeño pueblo lejos de la civilización. Les tomo un par de horas llegar a la casa de la mamá de Inés.

Elena quedó sorprendida por la casa. No era nada de lo que ella se imagina la casa contaba con dos pisos, desde afuera se podía ver que ahí no vivían personas pobres, Elena pensó que seguramente la señora hacia el aseo o algo así en esta casa. Sin darle tiempo de seguir reflexionando, Inés abrió la puerta principal con una llave que sacó de su cartera. Las dudas volvieron a hacerse presentes en la mente de Elena, «Si su mamá vivía en una casa tan grande como está, ¿entonces por qué Inés se mataba tanto trabajando?», Elena entro a la casa con algo de curiosidad, ahora estaba interesada más en la vida de su amiga que en la suya propia.

Inés le pidió que se sentará en el sillón de la sala en lo que ella iba por su mamá, Elena se sentó tranquilamente hasta que una amable señora se le acercó para ofrecerle algo de tomar, Elena pensó que está debía ser la mamá de Inés, así que cortésmente le pregunto. “¿Es usted la mamá de Inés?”.

La señora se quedó callada ante la pregunta, estaba confundida y su rostro lo expresaba. Desde la entrada de la sala se pudo escuchar una risa bastante sutil. “Ja, ja, ja, ¿me estás confundiendo con una empleada del servicio?”, pregunto una mujer muy hermosa que le recordaba a alguien.

“Lo siento, no estoy entendiendo nada”, respondió Elena mirando a su amiga quien acompañaba a la señora.

“Elena, ella es mi madre, Sandra Bustamante”, Inés estaba nerviosa por el secreto que se revelaría ante Elena. “Ven mamá, siéntate aquí”.

“Sé donde sentarme, estoy ciega no estúpida”, regaño Sandra a su hija.

“Lo siento cariño, a veces a mi hija se le olvida que su madre no es inútil”, Sandra sonrió en señal de comprensión.

“¿Cómo es posible que usted me conozca?, ¿de dónde me conoce?”, pregunto Elena con ansias.

“Realmente perdiste la memoria hija, como no te voy a conocer, si yo te vi crecer, bueno tanto a ti como a la otra Elena”, las respuestas de Sandra estaban confundiendo mucho más a Elena.

“No estoy entendiendo nada, por favor explique mejor”, Elena estaba angustiada ante tanto rodeo.

“Algo no está bien aquí, tú no suenas como la Elena que yo crie, tienes su misma voz y todo, pero su aura no es la misma, en ti el aura es mucho más blanca, es como si hubieras pasado por el umbral”, Debido a su ceguera, Sandra podía leer el alma de las personas y en este momento no estaba sintiendo el alma de su niña, de la Elena que ella había cuidado por casi veinte años.

“Debe estar confundida, yo soy Elena, debe ser que como no recuerdo muchas cosas...”

“No niña, a mí no me engañas. Si eres Elena, pero no mi Elena. ¿O acaso estoy equivocada? Elena Del Castillo.

Las palabras de Sandra dejaron a Elena sorprendida, ¿cómo pudo darse cuenta del cambio?, era imposible al menos que Inés se lo hubiera contado.

“¿Tú sabías de esto, Inés?, ¿cómo es posible que en el cuerpo de mi niña esté el alma de la otra Elena?, esto debe ser un chiste”, Sandra estaba muy enojada, ella no podía creer que su pequeña ya no estuviera en este plano.

“Inés, ¿le dijiste a tu mamá lo que hablamos?, se suponía que era un secreto?”, Elena se levantó para salir de esa casa.

“¡Espera ahí, jovencita!”, el llamado de Sandra hizo que Elena se detuviera en seco.

“Señora yo no me puedo quedar, de verdad lo siento, nunca fue mi intención ocupar el cuerpo de su Elena”.

Sandra se quedó en silencio por un momento, ella estaba leyendo el alma de la Elena que tenía frente a ella. “Discúlpame tú a mí, por favor regresa a tu puesto, tenemos mucho de que hablar”.

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