Capitulo IV Vísperas de la boda

Augusto le pidió a Diego que lo acompañará a su estudio dejando a Elena fuera de la conversación. Ella se quedó sentada en el sillón de la sala esperando a que Diego saliera sintiendo una gran angustia.

“Veo que te preocupa lo que tu novio y tu padre están hablando”. Iván salió de la nada, sacando de sus pensamientos a la angustiada Elena.

“En esta familia cualquier cosa puede pasar, mi papá es un poco bipolar y si le da la gana manda a suspender la boda”. Con una sonrisa, Elena compartió su opinión.

“Es muy linda tu sonrisa, nunca la pierdas”. Iván se retiró después de decir aquellas palabras dejando a Elena confundida.

Mientras Elena esperaba a su prometido, sintió como si alguien la estuviera observando, un escalofrío recorrió su cuerpo haciéndola estremecerse. Haciendo caso omiso de ese sentimiento ella continuo sentada en el sillón de la sala.

Después de esperar por al menos una hora Diego salió del estudio de Augusto. Ella no observo nada diferente en él. Su novo camino con su singular sonrisa tendiendole la mano.

"Hora de irnos a la iglesia”. Diego tenía la voz muy sensual, era tan varonil que hizo a Elena recordar el día anterior, haciéndola sonrojar.

“Con gusto, contigo iría al fin del mundo si es necesario y si llegara a morir volvería solo por ti”. Dijo Elena haciendo que su piel se erizara.

“Y yo te esperaría y reconocería tu alma sin dudarlo”.

Una vez dijeron esas palabras se echaron a reír, solo estaban reviviendo la escena de una película que habían visto juntos. Para ellos el siguiente día sería especial y nada lo podía manchar.

Elena no quiso preguntar de qué había hablado con Augusto, ella pensó que cuando lo creyera necesario el mismo se lo diría. Salieron a la iglesia donde resolvieron el asunto muy rápido y como les sobró al de tiempo decidieron ir al apartamento que compartirían después de la boda. Ella debía regresar a casa temprano, así que aprovecharon ese tiempo, ya que no se verían hasta el día siguiente, a las tres de la tarde en su boda. Sentían que serían horas interminables, pues no se imaginaban estar alejados el uno del otro.

"No puedo esperar a que llegue mañana. Estoy ansiosa por ser tu esposa y que el mundo entero sepa que nuestro amor es auténtico", dijo Elena, llena de emoción.

“Con que tú y yo lo sepamos, es suficiente, no necesitamos la aprobación de nadie más”. Expreso Diego, mirándola con ternura.

Sus labios se unieron en un suave beso en el que expresaron el inmenso amor que sentían el uno por el otro. Elena hacía algo cuando estaba besando a Diego y era acariciar su mejilla con suavidad. Era algo que ella hacía para que él siempre la recordara.

“Eres única mi ángel”. La seductora voz de Diego estremeció el cuerpo de Elena, está reacción fue observada por él llenándolo de deseos volviéndola a besar hundiéndose en una pasión desenfrenada, dando rienda a ese amor único que se tenían.

Sus miradas se conectaron por un instante, ese momento los hizo sentir el mayor temor de su vida. Sintieron que sus almas se estaban despidiendo y aunque no aceptaron el extraño presentimiento, sus almas lo sabían, algo iba a pasar y era algo que los separaría por mucho tiempo.

Ellos no hablaron de eso que cada uno sintió, pensaron que eran los nervios normales antes de la ceremonia. Se quedaron dormidos abrazados el uno al otro por una hora. Sin embargo, sabían que no podían estar más tiempo juntos, ya que sus familias los estaban esperando en sus respectivas casas.

Diego llevó de vuelta a la mansión Del Castillo a su prometida dejándola con un nudo en el pecho. Cuando ella bajo del auto, él la abrazo fuertemente a su pecho sin querer dejarla ir. Sin más remedio vio como su amada se alejaba, de repente escuchó una voz en su cabeza que le advirtió «“mírala por última vez”», sacudiendo ese terrible pensamiento, Diego subió a su auto y condujo de vuelta a su casa. Al llegar encontró a sus padres sentados en el sillón de la sala, se acercó a ellos y los saludo.

“¡Mamá, papá!”. La voz de Diego sonaba intranquila.

“Cariño, ven siéntate con nosotros”. Mercedes la mamá de Diego expreso con una dulce voz.

Diego se acercó a sus padres y saludo de un apretón de mano a su papá. “¡Te veo preocupado hijo!”. Exclamó Guillermo, mostrando el ceño fruncido.

“Deben ser los nervios por la boda”. Intervino Mercedes.

“Sí, debe ser eso”, respondió Diego, tratando de calmarse. Sin embargo, en su interior, la inquietud crecía. La sensación de que algo no estaba bien lo perseguía.

Su madre, con un gesto cariñoso, le acarició el brazo. “Es normal sentirse así antes de un gran paso en la vida. Pero recuerda que el amor que tienes por Elena es más fuerte que cualquier obstáculo”.

Diego asintió, pero sus pensamientos volvían a la extraña sensación que había tenido al despedirse de ella. ¿Por qué sentía como si fuera la última vez que la vería? Decidió no darle más vueltas y centrarse en lo que realmente importaba: su boda.

Mientras tanto, Elena se encontraba en su habitación, mirando el vestido de novia colgado en el armario. La emoción y los nervios se mezclaban en su pecho. “Mañana seré su esposa”, pensó, sonriendo para sí misma. Pero también sentía una sombra de preocupación al recordar las palabras de Iván y el extraño comportamiento de su padre.

Al caer la noche, ambos jóvenes intentaron distraerse con sus rutinas, pero los pensamientos sobre el futuro y las incertidumbres los mantenían alerta. Sin embargo, sabían que el amor que compartían era fuerte y que juntos podrían enfrentar cualquier desafío.

A medida que las horas avanzaban, Diego y Elena se preparaban para un nuevo capítulo en sus vidas. Cada uno con sus temores y esperanzas, pero siempre con la certeza de que estaban destinados a estar juntos.

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