Necesitaba hablar, sí o sí, con el profesor Pereyra. Esa horrible experiencia que afronté con los perros de la veterinaria, siendo amenazada por los canes y el instinto que tuve de defenderme, también a dentelladas, me tenía turbada, afligida, angustiada y desconcertada. Todo en una. Me sentía, realmente, hecha una monstruo y era una sensación que detestaba, odiaba pero también me intimidaba y me sumía en el desconcierto. Era como si me hubiera vuelto en dos mujeres diferentes, opuestas, disímiles y eso me tenía turbada y anonadada,
Quería saber más el comportamiento de una hembra de lobo. Me aterraba la violencia que yo provocaba no solo con los perros, sino también con las cobayas y más antes con mis enamorados a los que había destrozado a dentelladas haciendo el amor convertida en una fiera incontrolable. Por un lado pensaba que era una monstruo y por otra me convencía que quizás tenía un tornillo flojo en la cabeza, padecía de algún trauma o una psicosis de niña o que quizás era producto del estrés que me volvía tan violenta e iracunda. No podía saberlo.
Lo que no deseaba aceptar, de ninguna manera era saber que había una mujer lobo dentro de mi ser. Eso me aterraba sobremanera.
Encontré al profesor Pereyra en el laboratorio, interesado en examinar una muestra de sangre de algún animalito en el microscopio. Él sonreía y hacía apuntes muy entusiasmado. Le tomaba reproducciones en la PC y hasta pataleaba de gusto igualito como si hubiera descubierto el eslabón perdido. Me daba mucha risa verlo frenético y eufórico.
-Mire, mire, señorita Malinova, es sangre de comadreja, auténtica, verídica, ¿no es hermosa?-, decía enfervorizado. No sé cómo me reconoció porque yo estaba a su espalda riéndome divertida de él.
-¿La comadreja es más violenta que el lobo?-, aproveché, también, para satisfacer mis dudas. Había encontrado un pretexto perfecto para iniciar el diálogo con Pereyra. Él, como les dije la otra vez, era un especialista en todo lo referente a los cánidos, una eminencia en el estudio de los lobos.
Pereyra se sentó en su silla y meditó largo rato. Intentó adivinar mis dudas y el por qué de mi interés esos animales pues ya eran varias las veces que habíamos hablado al respecto y él veía mucho interés de mi parte, hasta el fanatismo, inclusive, por saber más de los cánidos.
-¿Ha pensado usted como se aparean las comadrejas?-, me desafió, entonces, mirando a mis ojos, meciéndose en su silla, subrayando de ironía sus palabras.
-Ni idea-, dije la verdad.
-Son quizás los animales más violentos de la naturaleza. Los machos tienen encarnizadas peleas entre ellos y el único vencedor, es que se aparea con la hembra, la que ha estado observando los descomunales combates. Pero no solo es la pelea. El macho ganador le toma el cuello a ella y así la hace suya, sometiéndola, tratándola con furia, provocándole mucho dolor y angustia-, me contó.
Pensé entonces que el lobo era aún más violento y por eso todos le temían. Eso le dije.
-No. Al contrario, señorita Malinova, los lobos machos enamoran a los hembras con lengüetazos en las mejillas, las orejas y el cuello, oliendo a la loba con insistencia. Son los animales más cariñosos de la fauna silvestre, disímiles a las comadrejas-, me enfatizó.
-Las hembras son las violentas entonces-, adiviné.
-No tanto. Ellas usan la boca y las garras como forma de seducción al macho, aunque las hembras alfa sí son más agresivas, por su propio estatus, haciendo ver al macho quién manda-, me sonrió.
Salí del laboratorio con una duda campaneando en mi cabeza: yo era una hembra alfa.
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Comments
Ido Rojas
si es alfa hembra , con razón lastima a sus parejas
2024-09-07
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