Bajo La Lluvia

Bajo La Lluvia

01

Era un poco tarde en la biblioteca y ahí estaba, estudiando y distraída a la vez, quizás por eso mi cerebro tardaba más en memorizar lo que estaba leyendo. Afuera se veía una nube grande y oscura que anunciaba la tormenta que traía consigo. Con flojera, levanté mis cuadernos de estudio y llevé los libros a recepción, la señora silenciosa que era la encargada de la biblioteca estaba sumergida en una computadora vieja que utilizaba para tener todo en orden y mandar correos, me miró con su típica mirada cortante y me pidió mi identificación de la biblioteca, luego de checarla me la devolvió y abrió las puertas mediante un botoncito rojo con una pegatina de oso panda, me pregunto cómo demonios puede ser tan fría ésta señora con gustos tan tiernos.

De regreso a mi casa, comenzó a llover. Para ser honesta, me alegraba que lloviera pues sentir las gotas frías me refrescaban y me obligaban a tomar un largo baño caliente, para evitar enfermarme, claro. Por cada gota que tocaba mi cuerpo pensaba que era el roce de una caricia lejana de alguien que me amaba o al menos admiraba y sentir tantos roses me provocaban una gran dicha acompañada de una depresión minúscula por mi infantil forma de pensar.

Al llegar a casa, entré en la bañera para hundirme en mis pensamientos mientras el agua caliente calentaba tanto mi cuerpo como mi corazón. Comencé a pensar en lo lindo que sería tener una pareja, que entrara de casualidad en la habitación y hacerle un drama inmenso por algo que esperaba y quería. Me introduje tanto en mis pensamientos que sin querer me había quedado dormida. Cuando desperté me fui directamente al espejo y ¡Maldición! Era una ciruela pasa con patitas y manitas, no, que horror. Hui a mi habitación para tumbarme en la cama y olvidar lo que vi en el espejo y espero que mañana... ¿Qué era mañana? Bah... Mañana pienso, hoy duermo.

El despertador sonaba, abrí los ojos y apagué el despertador, me cambié viendo qué ropa me quedaba mejor para el día, a pesar de que el espejo era cruel. No era alta, tampoco tenía mucho pecho, aunque mi rostro era lindo y mi cabello corto lo que me ayudaba a ahorrar agua y productos para el cabello, mis ojos cafés con líneas rojas era lo que más llamaba la atención. Al finalizar mi danza de vestidos estaba lista para volver... A la biblioteca. Pensar en tener que ver a la “señora silencio” me daba dolor de cabeza, pero igual bajé a desayunar mi cereal con malvaviscos imaginando que esa anciana se marchará pronto.

Camino a la biblioteca me encuentro con una pequeña multitud, en su mayoría mujeres... ¡Mi deseo se ha cumplido! Corrí y pregunté a una de las chicas.

- Oye\, disculpa ¿Acaso la señora silencio ha tomado ya el elevador?

- Bueno fuera.

- Maldita sea\, entonces ¿Por qué tanta gente?

- Hoy ha venido un famoso escritor y súper guapo.

 - Ah...

 Mi desinterés en el tema era evidente, así que decidí esperar en el parque que había a un costado de la biblioteca. Entonces lo vi, había un hombre sentado bajo un árbol; piel morena, ojos oscuros, barba recortada y un aire de confianza aterradoramente tranquilizadora, me vio y como sorprendido se detuvo en lo que hacía y caminó rápidamente hacia mi plantándome un beso profundo que aceleró mi corazón. Mis ojos quedaron como platos, no podía creer lo que estaba sucediendo, pero lentamente comencé a cerrarlos mientras me dejaba llevar por la marea de emociones que provocaban sus labios y el húmedo... ¿Húmedo? De repente me di cuenta de que aquel hombre estaba mirándome con una risa oculta mientras los rociadores me bañaban.

Luego de mi rápida y torpe huida, fui directo a casa para volver a sumergirme en esa bañera que era mi biblioteca personal de pensamientos, entre las largas estanterías de recuerdos, mantenía un oscuro secreto entre las burbujas. Me pregunto ¿Quién era ese señor y por qué comencé a soñar despierta? Ay, qué vergüenza. El resto del día fue un acoso constante de pensamientos extraños, me sentía turbada y cansada, cuando cayó la noche, me arrastré hacia mi cama para poder dormir, pero sus ojos, esos ojos que me observaban, también me miraban bajo las sábanas ¿Qué habrá pensado? Bueno, no importa, de alguna forma tendré que dormir e ir nuevamente a la biblioteca mañana, será un nuevo día y con suerte, podré olvidarme de todo.

 Podía verlo, de nuevo esos ojos que me observaban, me sentía pequeñita, inocente, quería que dejara de mirarme, pero al mismo tiempo me gustaba... “¿Quién eres?” Le preguntaba y sus labios se movieron en una bella sonrisa mencionando unas palabras, no le escuchaba, pero estaba segura de que esas palabras lo serían todo. Con un ligero soplido de sus labios me empuja desde una nube y comienzo a caer, a pesar de ello se sentía bien, sentía que podía volar, sentía que podía surcar los cielos, pero seguía cayendo hasta despertar.

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