Adrián estaba sentado en el sofá de la mansión, inmóvil, como si hubiera aceptado su destino. Los días se mezclaban en un interminable ciclo de silencio y miedo. Fingir que amaba a Estefano era una tortura, pero sabía que era su única forma de mantenerse con vida.
Estefano entró al salón con su habitual aire de superioridad, llevando en las manos una caja de regalo.
—Adrián, querido. He traído algo especial para ti—dijo, depositando la caja sobre la mesa.
Adrián lo miró con desconfianza pero no dijo nada. Sabía que cualquier respuesta podría desencadenar un problema.
—Ábrelo—ordenó Estefano con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Adrián obedeció. Dentro de la caja había un traje de diseñador, impecablemente doblado.
—Quiero que lo uses para la cena de esta noche. Tengo invitados importantes, y quiero que todos vean lo bien que nos llevamos—dijo Estefano, acercándose para acariciar el rostro de Adrián.
Adrián reprimió un escalofrío.
—Claro—respondió con voz débil, sintiendo que su resistencia se desmoronaba un poco más.
Mientras tanto, con Zero…
Zero había pasado días siguiendo pistas y enfrentando obstáculos en cada paso. Estefano estaba jugando con él, dejándole señales falsas que lo llevaban a callejones sin salida. Pero Zero no estaba dispuesto a rendirse.
—Señor Zero—dijo el mayordomo, entrando al pequeño despacho donde Zero estudiaba un mapa—. Hemos confirmado que Estefano ha trasladado a Adrián nuevamente. Está usando sus influencias para cubrir sus movimientos, pero hay un patrón.
Zero levantó la vista, su atención completamente enfocada.
—¿Qué patrón?
El mayordomo desplegó un conjunto de documentos sobre la mesa.
—Cada vez que Estefano se mueve, utiliza propiedades que están a nombre de terceros. Pero hay una persona que aparece en todas las transacciones: un abogado llamado Nicolás Salinas. Es probable que esté organizando los traslados y asegurando que nadie pueda rastrear a Estefano.
Zero frunció el ceño, evaluando la información.
—Entonces Nicolás es la clave. ¿Dónde está ahora?
—En un club exclusivo de la ciudad. Pero hay un problema: es un lugar reservado solo para la élite. Necesitará una invitación—explicó el mayordomo.
Zero se recostó en su silla, pensando.
—Ya veremos cómo consigo entrar. Por ahora, vigílalo. Si se mueve, quiero saberlo de inmediato.
En la mansión de Estefano…
La cena transcurrió como una actuación bien ensayada. Los invitados hablaban y reían, mientras Adrián se esforzaba por mantener la máscara de felicidad que Estefano exigía. Cada gesto, cada palabra, estaba calculado para no provocar su ira.
Cuando la cena terminó, Adrián se retiró a su habitación, fingiendo estar cansado. Cerró la puerta y se dejó caer al suelo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.
—Esto no puede seguir así—murmuró, mirando la ventana que daba al jardín.
De repente, escuchó un golpe en la puerta. Se secó rápidamente las lágrimas y se puso de pie.
—¿Quién es?—preguntó, tratando de mantener la compostura.
—Soy yo—respondió Estefano.
Adrián sintió cómo su corazón se detenía por un momento. Abrió la puerta lentamente, encontrándose con la mirada intensa de Estefano.
—Quería asegurarme de que estuvieras bien. Hoy estuviste maravilloso—dijo Estefano, entrando en la habitación sin esperar invitación.
—Gracias—respondió Adrián, retrocediendo un paso.
Estefano lo observó por un momento antes de inclinarse hacia él.
—No quiero que vuelvas a intentar escapar, Adrián. No sabes cuánto me dolió que hicieras eso—dijo, su voz baja pero llena de amenaza.
Adrián tragó saliva, incapaz de responder.
—Eres mío. Y mientras estés conmigo, nadie te hará daño—continuó Estefano, antes de salir de la habitación, dejándolo con una sensación de vacío.
Zero había logrado infiltrarse en el club con la ayuda de Iliana, quien había conseguido la invitación.
—No puedo creer que me hayas convencido de hacer esto—dijo Iliana, cruzando los brazos mientras caminaban hacia la entrada.
—Tú querías ayudar, ¿no? Pues aquí tienes tu oportunidad—respondió Zero, sin mirarla.
Entraron al club, un lugar lujoso lleno de personas influyentes. Zero identificó a Nicolás Salinas casi de inmediato.
—Ahí está—dijo en voz baja, señalándolo.
Iliana lo miró con curiosidad.
—¿Cuál es el plan?
—Voy a hacerle unas preguntas. Quédate aquí y no llames la atención—respondió Zero, dirigiéndose hacia Nicolás.
Nicolás estaba sentado en una mesa, hablando con un grupo de hombres. Zero se acercó con confianza, interrumpiendo su conversación.
—¿Nicolás Salinas?
El abogado lo miró con una mezcla de sorpresa y cautela.
—¿Quién lo pregunta?
—Alguien que necesita respuestas—dijo Zero, tomando asiento frente a él sin esperar invitación.
Nicolás sonrió con suficiencia.
—Tendrás que ser más específico.
Zero se inclinó hacia él, hablando en un tono bajo pero firme.
—Sé que estás ayudando a Estefano a esconder a alguien. Quiero saber dónde está.
Nicolás lo miró fijamente por un momento antes de soltar una risa seca.
—No sé de qué hablas.
Zero apretó los dientes, conteniendo su frustración.
—Mira, no tengo tiempo para juegos. Si no me dices lo que quiero saber, haré que esto se vuelva muy incómodo para ti.
Nicolás lo evaluó, notando la determinación en sus ojos.
—Estás jugando un juego peligroso, chico. No sabes con quién te estás metiendo—dijo, antes de levantarse y alejarse.
Zero lo siguió con la mirada, sabiendo que esto era solo el comienzo.
Mientras tanto, Adrián…
Adrián estaba en su habitación, mirando el jardín oscuro. Pensó en Zero, preguntándose si todavía lo estaba buscando.
—Por favor, no te rindas conmigo—susurró, sintiendo cómo la desesperación lo envolvía.
Sabía que su única esperanza estaba allá afuera, y todo dependía de cuánto tiempo pudiera resistir.
Continuará…
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