Bajo El Hechizo De La Luna.

Bajo El Hechizo De La Luna.

Capítulo 1: Bajo la Luz de la Luna

En una pequeña aldea rodeada de vastos campos verdes y colinas onduladas, vivía una joven Omega llamada Elara. Su belleza era el tema de muchas historias en el pueblo, desde su cabello dorado como el trigo hasta sus ojos verdes que reflejaban la luz del sol. Su carácter dulce y generoso había ganado el corazón de todos, y su risa era una melodía que resonaba en el aire. Desde pequeña, Elara había sido la joya de su familia, amada y protegida.

A los diecinueve años, su vida cambió cuando fue prometida a Darian, un hombre de piel morena y cabello oscuro. Darian era conocido en la aldea por su porte majestuoso y su fuerte presencia. Aunque su carácter era serio y reservado, su amor por Elara era evidente. El compromiso entre ellos fue celebrado con una boda espléndida, un evento que reunió a toda la aldea. Los jardines del hogar de Elara se transformaron en un festín de colores y luces, con flores en tonos vibrantes adornando cada rincón y velas iluminando el sendero hacia el altar.

La ceremonia, llena de rituales y promesas, fue el epítome de la felicidad y la esperanza. Elara, vestida con un elegante vestido de seda blanca, parecía una visión etérea bajo el cielo estrellado. Darian, con su traje oscuro y su mirada fija en su prometida, prometió amarla y protegerla siempre. La fiesta continuó hasta altas horas de la noche, con música y danza que hicieron vibrar el suelo. Sin embargo, detrás de la fachada de alegría, Elara sentía una inquietud creciente.

Después de la boda, Elara y Darian comenzaron su vida juntos en una casa acogedora en las afueras del pueblo. Los primeros meses fueron tranquilos y llenos de cariño. Compartieron risas y pequeñas alegrías cotidianas, pero pronto el deseo de formar una familia se convirtió en el centro de sus pensamientos. Elara soñaba con el día en que podría sostener a su propio hijo en brazos, un sueño que parecía estar al alcance de su mano.

Los meses pasaron y el tiempo se convirtió en un recordatorio constante de la ausencia de un hijo. A pesar de sus esfuerzos y los consejos médicos, Elara no lograba concebir. La presión social y la creciente preocupación de Darian aumentaban el peso sobre sus hombros. Las conversaciones sobre el futuro y el deseo de tener hijos se convirtieron en una fuente constante de angustia para ella. La alegría de su matrimonio comenzó a desvanecerse, reemplazada por la tristeza y la desesperanza.

Una noche, después de semanas de creciente frustración y dolor, Elara decidió buscar consuelo en el bosque cercano. La luna llena se alzaba en el cielo, proyectando una luz plateada sobre la tierra. Elara, con su vestido de boda arrugado y manchado por el paso del tiempo, caminó lentamente entre los árboles. La frescura de la noche y el canto de los grillos ofrecían un respiro a su dolor, pero la sensación de vacío en su corazón era abrumadora.

Se adentró en el bosque hasta encontrar un claro, un lugar que había sido testigo de muchas de sus risas y juegos en la infancia. Allí, se arrodilló en el suelo, sintiendo el frío de la tierra bajo sus rodillas. Miró hacia arriba, hacia la luna que brillaba con una intensidad que parecía casi mágica. La luz lunar parecía envolverla en un abrazo reconfortante, como si estuviera invitándola a compartir sus más profundos deseos y temores.

Con una voz temblorosa, Elara comenzó a recitar una oración que había aprendido de su madre. Era una plegaria antigua, llena de esperanza y devoción. “Oh, Luna brillante, guardiana de la noche y testigo de mis lágrimas, te pido que escuches mi súplica. Mi corazón anhela el don de ser madre, un deseo que parece tan lejano. He hecho todo lo posible, pero el sueño de tener un hijo se me escapa. Te imploro que me concedas el milagro que tanto deseo, para llenar mi vida y la de mi esposo con la alegría que aún no conocemos.”

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, mezclándose con la tierra bajo ella. Mientras hablaba, una brisa suave comenzó a moverse, creando un murmullo tranquilizador entre las hojas. La luna parecía responder a su oración con un brillo más intenso, como si estuviera reconociendo su dolor y su esperanza. Elara continuó hablando, su voz ahora en un susurro casi imperceptible.

El cielo despejado y el resplandor de la luna ofrecieron una promesa de esperanza en medio de la oscuridad. Elara permaneció en el bosque hasta que el primer rayo del amanecer comenzó a asomarse en el horizonte. La calma de la noche había ofrecido un breve alivio, pero la realidad de su situación aún pesaba sobre ella. Sin saberlo, esa noche bajo la luna marcaría el inicio de un cambio profundo en su vida, un cambio que traerá consigo desafíos y esperanzas que aún no podía imaginar

Mientras Elara se levantaba del suelo con dificultad, el primer rayo del amanecer comenzaba a iluminar el bosque. La frescura de la mañana se mezclaba con la bruma que se levantaba entre los árboles. Aunque la noche había sido un consuelo breve, la realidad del día la esperaba con la misma intensidad que antes. Se limpió las lágrimas y se preparó para regresar a casa, su corazón aún cargado de esperanza y anhelo.

La casa, al amanecer, estaba sumida en un silencio inquietante. Elara entró con pasos suaves, esperando que el sonido de sus movimientos despertara a Darian sin causar una alarma innecesaria. Darian ya estaba despierto, y cuando la vio entrar, su expresión mostró una mezcla de preocupación y ternura. Había notado el cambio en Elara, la tristeza en sus ojos que parecía no tener fin. Sin embargo, el silencio y la distancia entre ellos se habían convertido en una barrera difícil de atravesar. Darian, aunque preocupado, no sabía cómo acercarse sin parecer que estaba forzando una conversación que ella aún no estaba lista para tener.

Se miraron en la mesa del desayuno, el aroma del pan recién horneado y el café fresco apenas lograban enmascarar la tensión que se sentía en el aire. Elara, a pesar de su estado emocional, se esforzó por mantener una apariencia de normalidad. Darian, al notar su esfuerzo, decidió que era el momento adecuado para romper el hielo.

“¿Cómo te sientes?” preguntó, su voz suave pero cargada de una inquietud genuina.

Elara lo miró con unos ojos que reflejaban una mezcla de dolor y determinación. “He estado pensando mucho últimamente. Esta situación nos está afectando más de lo que pensé. No solo a mí, sino a nosotros como pareja.”

Darian asintió, su expresión mostrando comprensión. “He notado la distancia entre nosotros, y me duele ver cómo te estás desmoronando. Quizá hemos estado buscando respuestas fuera de nuestro alcance, y tal vez es hora de buscar otras opciones, de ver si hay un camino diferente que podamos seguir.”

Elara lo miró con sorpresa y alivio, agradecida por su disposición a enfrentar la situación juntos. “Sí, eso creo. No quiero que esta situación nos separe ni que sintamos culpa el uno por el otro. Quiero que enfrentemos esto juntos, que busquemos ayuda y exploremos todas las opciones posibles.”

Darian tomó su mano, su toque cálido ofreciendo un consuelo necesario. “Entonces, busquemos ayuda. Hablemos con un especialista, veamos qué podemos hacer. No importa cuánto tiempo tome, lo importante es que lo hagamos juntos.”

La conversación abrió una puerta a nuevas posibilidades, y aunque la incertidumbre aún persistía, al menos ahora había un camino a seguir. Decidieron buscar la ayuda de un especialista en fertilidad que podría ofrecerles nuevas perspectivas y opciones para cumplir el sueño que ambos compartían.

A lo largo de los días y semanas siguientes, Elara y Darian se sumergieron en un torbellino de consultas médicas y pruebas. Cada visita al especialista traía consigo una mezcla de esperanza y ansiedad. Elara se aferraba a la promesa de que, al menos, estaban haciendo todo lo posible por cambiar su situación. Sin embargo, cada resultado y diagnóstico también traía consigo un nuevo conjunto de desafíos.

A pesar de la dificultad de los tratamientos y la presión constante, Elara y Darian encontraron momentos para conectar y apoyarse mutuamente. Cada pequeña victoria, cada avance en el tratamiento, se celebraba con un renovado sentido de esperanza. Los momentos de duda y cansancio eran contrarrestados por el amor y la paciencia que se demostraban el uno al otro.

Una noche, después de una consulta especialmente difícil, Elara y Darian se sentaron juntos en el jardín de su casa, bajo el cielo estrellado. La luna, aún presente en el horizonte, parecía observarlos con una calma reconfortante. Elara, cansada pero con una determinación renovada, tomó la mano de Darian y susurró, “Gracias por estar conmigo en esto. No podría hacerlo sin ti.”

Darian la miró con ternura, sus ojos reflejando el amor y la comprensión que sentía. “Estamos juntos en esto, y lo superaremos. Lo que sea que nos depare el futuro, lo enfrentaremos como lo hicimos hasta ahora, unidos.”

Con el tiempo, Elara y Darian se embarcaron en un viaje lleno de consultas, tratamientos y momentos de incertidumbre. La vida les presentó desafíos inesperados, pero el vínculo entre ellos se fortaleció, y el amor que compartían comenzó a iluminar su camino en medio de las sombras. La luna, testigo de sus sueños y lágrimas, parecía seguir guiándolos, recordándoles que, aunque el camino no siempre fuera fácil, la esperanza y el amor podían transformar incluso las noches más oscuras en promesas de un nuevo amanecer.

Elara continuó mirando hacia la luna, cada noche, con una renovada sensación de esperanza. Sabía que, aunque el futuro seguía siendo incierto, su deseo y su amor por Darian le daban la fortaleza para seguir adelante. La promesa de un nuevo amanecer, de una posible familia y de un amor inquebrantable, se mantenía viva en cada momento que compartían.

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