Capitulo 7 - Odios y Pérdidas.

Javier trató de hablar, pero sus palabras no salían, su voz estaba trabada y su mente en shock. Los recuerdos de su infancia y adolescencia pasaban por su mente, tratando de encontrar alguna señal, algo que explicará tanto odio de su padre.

—No te confundas, no seas pelotudo. Nunca te quise. Tu vieja me cagó, y vos sos la prueba de eso. Si no fuera por qué después tuvo a Erika, la hubiera echo mierda por haberme traicionado. —dijo Roberto, su voz estaba cargada de odio puro.

—Siempre me hiciste sentir como si no fuera suficiente, como si todo lo que hacía estaba mal. Y ahora entiendo por qué —dijo Javier, con la voz llena de dolor y rabia.

—Nunca vas a ser suficiente, Javier. Porque no sos mi hijo, no tenes mi sangre. Nunca lo fuiste y nunca vas a ser mi familia. Solamente sos el error de tu vieja. —respondió Roberto con dureza, apartando la mirada con desdén.

Javier, con los ojos llenos de lágrimas, no podía creer lo que estaba escuchando. Todo su mundo se caía a pedazos ante la crueldad de su papá.

—¿Entonces, toda mi vida es una mentira? —preguntó Javier, con la voz quebrada —. ¿Siempre me odiaste? —

—Sí, siempre. Cada vez que te miro, veo a ese hijo de puta, tu vieja siempre nego eso, por eso jamás le hable del negocio, para mí es una puta más. A la única que realmente quiero es a Erika, mi única hija. Me repugna tenerte cerca, Javier. —respondió Roberto, sin siquiera un poco de compasión en sus palabras.

Afuera seguía lloviendo, y adentro de la camioneta, de pronto hubo un silencio casi insoportable. Javier ahora era conciente de toda la verdad, pero en su corazón quedaba esa espina. ¿Acaso, no valió la pena tantos años de sacrificio?.

...........

...Mientras tanto......

Los rusos se reunieron en el almacén abandonado, furiosos, habían dejado escapar a Roberto y Javier. Boris, el líder, golpeó una mesa con el puño, haciendo eco en todo el lugar.

[Traducido]

—¡Malditos sean! —gritó Boris, sus ojos estaban llenos de furia —. ¡Hicieron todo mal! —

—No podemos dejarlos sueltos. Serán un problema si se organizan y pueden fastidiarnos —dijo Dimitri, rascando la cicatriz de su mejilla con su navaja.

Ivan, se acercó a la mesa, trayendo un mapa de la ciudad, dónde estaba marcada la ubicación supuesta, de la mansión de Roberto.

—Tenemos la ubicación de la casa de Vincenzo. No pudimos atraparlos en el cerro, pero apuesto a que primero va a ir a su casa junto a su hijo. Hay que hacerle una visita.—dijo Ivan, señalando el lugar en el mapa.

Boris asintió, pero su expresión se oscureció aún más.

—Ahora a lo principal. Somos profesionales. No puede ser que cometamos errores de novatos —dijo Boris, en voz baja y peligrosa —. ¿Quién fue el imbécil que olvidó los silenciadores? —

Un silencio pesado cayó sobre la sala. Mikhail, el responsable de eso, tragó saliva y hablo señalando que fue el quién lo olvido.

—Fui yo, Boris. Lo siento, fue un error...

—¡Un error que nos costó la operación! —gritó Boris, lanzando una botella contra la pared —. Por tu culpa, escaparon los objetivos principales. —

Boris miró a Dimitri, quien estaba a cargo de los hombres que debían preparar el equipo.

—Dimitri, tu también eres responsable de este desastre. ¿Cómo se te pudo pasar algo así? —dijo Boris, con una voz aún más fría.

Dimitri intentó defenderse, pero Boris lo interrumpió.

—¡No quiero excusas! Esto no es un juego, es un trabajo, somos profesionales. Y por tu incompetencia, alguien pagará —dijo Boris, sacando su pistola.

Antes de que nadie pudiera reaccionar, Boris disparó a Mikhail en la cabeza, matándolo al instante. Luego apuntó a los otros hombres de Dimitri, encargados del equipamiento.

—¿Lo ves Dimitri?. Esto es lo que pasa cuando se cometen errores, alguien se muere. —dijo Boris, matando sin piedad a los dos hombres de Dimitri.

Dimitri, y los demás hombres presentes, quedaron en silencio, viendo cómo en un instante, Boris había matado a sus compañeros sin parpadear.

—Espero que esto les sirva de lección. No toleraré más errores. Ahora vamos a preparar todo, iremos a la casa de Vincenzo y terminaremos lo que empezamos, estaré ahí yo personalmente. —ordenó Boris, con un tono firme y sin compasión.

Al día siguiente, una mañana gris y húmeda. Parecía que la lluvia volvería en cualquier momento, aunque el cielo estaba sereno de momento. La mansión Rizzo estaba en silencio, ajena a lo que se avecinaba. Erika había salido temprano para su primer día en la universidad, mientras Samanta disfrutaba de su lectura matutina.

Los rusos llegaron sigilosamente a la mansión, aprovechando la neblina y poca visibilidad de aquel día gris. Sin encontrar resistencia, entraron a la casa, y se encontraron con Samanta en la sala, indefensa y sola.

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