El sol de la mañana iluminaba la casa fortificada con una luz dorada y cálida, brindando una sensación de paz que contrastaba con la realidad de su entorno. Ayanokouji Kiyotaka y su grupo comenzaban otro día de arduo trabajo y vigilancia, sin saber que la calma pronto se rompería por dentro.
Durante la reunión matutina, el grupo discutió las tareas diarias. Saya y Kohta hablaron sobre su plan para recolectar más suministros, mientras Takashi y Rei detallaban sus ideas para mejorar las defensas. Shizuka y Alice preparaban el desayuno, asegurándose de que todos tuvieran suficiente energía para el día que se avecinaba.
—Hoy debemos enfocarnos en revisar y reforzar nuestras barricadas. El ataque de ayer demostró que todavía hay puntos débiles que debemos fortalecer —dijo Ayanokouji, su voz resonando con autoridad en la sala de estar.
Yuji, la mujer mayor llamada Mariko, y el niño pequeño que se había quedado cerca de Shizuka, estaban sentados en silencio, observando al grupo con una atención inusualmente aguda.
—Podemos ayudar con las barricadas —dijo Yuji, su tono aparentemente servicial. —Hemos visto algunos puntos que podríamos reforzar desde afuera.
Ayanokouji asintió, aunque una sombra de desconfianza cruzó su mente. Había algo en la manera en que Yuji había ofrecido su ayuda que no terminaba de convencerlo.
Mientras el grupo se dispersaba para sus respectivas tareas, Ayanokouji decidió vigilar discretamente a Yuji, Mariko y el niño. Algo en su comportamiento le parecía sospechoso, y su instinto rara vez fallaba.
Horas más tarde, mientras el grupo trabajaba diligentemente, Ayanokouji notó que Yuji y Mariko parecían estar más interesados en la estructura de las defensas que en reforzarlas realmente. Susurros y miradas furtivas entre ellos aumentaron su sospecha.
Decidió hablar con Takashi y Saeko en privado para compartir sus preocupaciones. —Creo que Yuji y Mariko no son quienes dicen ser. Han estado actuando de manera extraña y creo que debemos estar en guardia.
—¿Crees que podrían ser una amenaza? —preguntó Saeko, su katana descansando casualmente en su regazo.
—Es posible. No quiero alarmar a todos sin pruebas, pero debemos estar preparados para cualquier cosa —respondió Ayanokouji, su voz baja pero firme.
Esa noche, mientras todos se preparaban para descansar, Ayanokouji organizó turnos de vigilancia más estrictos, asegurándose de que siempre hubiera al menos dos personas en guardia. No quería correr ningún riesgo.
Cerca de la medianoche, mientras Takashi y Rei patrullaban silenciosamente el perímetro, escucharon un ruido sordo proveniente del sótano. Se miraron con alarma y se dirigieron hacia el origen del sonido, sus armas listas.
En el sótano, encontraron a Yuji y Mariko manipulando la entrada de una antigua alcantarilla oculta, claramente intentando abrir una vía de acceso al refugio.
—¿Qué demonios están haciendo? —exigió Takashi, su voz cortante y llena de ira.
Yuji y Mariko se volvieron, sus rostros iluminados por una mezcla de sorpresa y desdén. —Era cuestión de tiempo antes de que lo descubrieran. No somos sus aliados. Estamos aquí para tomar lo que necesitamos —dijo Yuji, sacando un cuchillo y avanzando hacia Takashi.
La confrontación fue rápida y brutal. Rei y Takashi lucharon con todas sus fuerzas, pero Yuji y Mariko demostraron ser más astutos de lo que parecían. Los gritos y el sonido de la pelea alertaron al resto del grupo, que corrió hacia el sótano.
Ayanokouji, Saeko y los demás llegaron justo a tiempo para ver a Yuji y Mariko intentando escapar por la alcantarilla. Con una precisión letal, Saeko usó su katana para desarmar a Yuji, mientras Ayanokouji inmovilizó a Mariko.
—¿Qué pensaban lograr con esto? —exigió Ayanokouji, su mirada fría como el hielo.
—Solo estábamos siguiendo órdenes. Hay otros ahí fuera, y vendrán por ustedes —escupió Mariko, su voz llena de odio y desafío.
Con los traidores capturados, el grupo se reunió para decidir qué hacer. La revelación de la traición había dejado a todos conmocionados, pero también más unidos y decididos a protegerse unos a otros.
—Debemos prepararnos para cualquier cosa. Si hay otros ahí fuera, tenemos que estar listos —dijo Takashi, su voz firme mientras apretaba el hombro de Rei en un gesto de apoyo.
Ayanokouji miró a su grupo, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que la verdadera prueba aún estaba por venir, pero también sabía que, mientras permanecieran juntos, podrían superar cualquier obstáculo.
—Vamos a fortificar nuestras defensas y mantenernos vigilantes. No permitiremos que nos tomen por sorpresa nuevamente —declaró Ayanokouji, su voz resonando con una determinación renovada.
Después de la captura de Yuji y Mariko, el grupo de Ayanokouji Kiyotaka los interrogó para obtener información sobre sus intenciones y cualquier amenaza adicional que pudieran representar. Bajo presión, Yuji y Mariko revelaron que formaban parte de un grupo más grande de sobrevivientes hostiles que estaban explorando la ciudad en busca de recursos y refugios fortificados para tomar el control. Esta información confirmó las sospechas de Ayanokouji sobre la presencia de otras facciones peligrosas en la zona.
Debido a la amenaza que representaban y para evitar posibles traiciones en el futuro, el grupo decidió no liberar a Yuji y Mariko. En lugar de ejecutarlos o dejarlos a su suerte en el exterior, optaron por una solución menos drástica: los retuvieron en una sección segura de la casa, manteniéndolos vigilados y restringidos, pero con acceso a alimentos y agua. Esta decisión, aunque difícil, fue tomada para mantener la seguridad del grupo mientras decidían su destino a largo plazo.
La situación con Yuji y Mariko también sirvió como un recordatorio para el grupo sobre la importancia de la vigilancia constante y la preparación para cualquier eventualidad en un mundo donde la confianza se había convertido en un lujo peligroso.
Con la noche envolviendo la ciudad en una oscuridad inquietante, el grupo se preparó para enfrentar el futuro, consciente de que la traición podía surgir en cualquier momento y de cualquier lugar. Pero con Ayanokouji al mando y una confianza inquebrantable en su unidad, sabían que podían enfrentar cualquier desafío que el mundo post-apocalíptico les lanzara.
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