Destino.

Una segunda carta del palacio real llegó a Demasco.

Al parecer, el segundo príncipe había cumplido con su amenaza de delatarlos con su padre, ya que el rey los convocaba para aclarar los hechos.

Hacía hincapié en su deseo de conocer a la nueva Novia de Dragón en persona.

Así que la familia entera partió rumbo al palacio, acompañados por Hadi y Daisy.

Anya estaba nerviosa, conocer al caprichoso segundo príncipe era una cosa, conocer al rey de Aethia era otra totalmente diferente. No sabía qué esperar, la historia original tomaba lugar cuando el actual primer príncipe ya gobernaba.

- Me encargaré de resolver el malentendido, usted solo debe presentarse ante su majestad - la voz de Raenor la sacó de sus pensamientos.

- ¿Y si cometo algún error? - la chica jugueteaba con sus dedos ansiosamente.

- Lidiaré con cualquier error que cometa, así que no se preocupe - el duque se cruzó de brazos sin darle mayor importancia. ¿Era esta su manera de tranquilizarla? Anya soltó una corta risa. Su esposo era malo en ello, pero curiosamente funcionaba.

- Cierto, tengo a mi esposo conmigo, no tengo de qué preocuparme - sonrió, ganándose una mirada de reojo del duque.

Una doncella los recibió en el palacio y los guio hasta la oficina del rey. Anya llevaba a Rowan en brazos, ya que sostener al pequeño la ayudaba a calmarse.

Los tres entraron en el despacho, dejando a Hadi y a Daisy esperándolos afuera. El rey se encontraba detrás de su escritorio y se puso en pie para recibirlos.

A Anya le sorprendió su apariencia, esperaba encontrarse con un anciano en sus últimos años de vida; sin embargo, el hombre frente a ella tenía alrededor de cincuenta años de edad y parecía lo suficientemente sano para vivir cincuenta más.

Su cabello oscuro y su barba de candado ya habían encanecido, otorgaban un aspecto maduro a su rostro sin envejecerlo demasiado. Sus ojos lilas aún tenían un brillo de vivacidad que lo ayudaba a lucir más joven y su postura era perfecta.

- Raenor Demasco saluda a su majestad - el duque hizo una reverencia que Anya se apresuró a imitar.

- Anya Demasco y Rowan Demasco saludan a su majestad - esperaba que sus clases de modales estuvieran rindiendo frutos.

- Levántense - ordenó el rey, cuando la chica alzó su mirada se encontró directamente con sus ojos sobre ella, parecían estar llenos de curiosidad. - Por favor, tomen asiento.

Se sentaron en los sillones alrededor de una mesita en la que rápidamente les sirvieron té y postres.

- Su majestad, sobre la discusión con el segundo príncipe... - Raenor comenzó, pero fue interrumpido casi inmediatamente por el rey.

- ¡Por favor! No es necesario que me expliquen nada, lo que sea que haya pasado, estoy seguro de que el idiota de mi hijo lo inició - Anya casi se atraganta con el té al escuchar las palabras del rey de Aethia - Solo necesitaba una excusa para conocer a la nueva Novia de Demasco que tanto ocultabas.

- No la ocultaba, aún tenemos algunos asuntos que resolver antes de la presentación - se defendió el duque.

- Veo que el pequeño duque y usted se llevan bien ¿no es así? - la sonrisa del monarca parecía genuina, antes de que la chica pudiera contestar, Rowan alzó la voz.

- Es mi mamá - declaró orgullosamente. Esto claramente tomó al rey desprevenido y abrió los ojos de par en par.

- ¡Esto sí que es una sorpresa! ¡El pequeño duque habla! - soltó una sonora carcajada.

- Comenzó a hablar cuando conoció a la duquesa. - Raenor no explicó mucho más.

- Eres cada vez más intrigante, querida - el rey se reclinó en su asiento - ¿Podría su excelencia concederme unos minutos a solas para conversar con su esposa?

"¡¿Conmigo?!" Anya se giró hacia el duque, su expresión preguntaba qué debería hacer. Sin embargo, él estaba tranquilo y sus ojos expectantes dejaban en claro que haría lo que ella decidiera.

Si él no estaba preocupado, entonces ella no tenía nada que temer.

- Está bien - dijo la chica con una tímida sonrisa y le entregó a Rowan para que ambos salieran de la habitación.

Luego se giró hacia el monarca, cuyo interés solo parecía profundizarse.

- ¿Quería hablar conmigo, su majestad?

- Así es, estaba intrigado cuando me enteré de que ese necio muchacho se había casado tan repentinamente - explicó, refiriéndose a Raenor - honestamente comenzaba a creer que la dinastía de los dragones de Demasco llegaría a su fin con su hijo, que ya parecía imitar la actitud huraña del padre.

Anya tuvo que morderse la lengua, sin querer, el rey había adivinado los sucesos de la historia original. Ignorante de esto, él continuó.

- Pero me alegra que estés aquí, querida - le sonrió con amabilidad - es evidente la influencia que tienes en ambos dragones. Quisiera preguntarte, ¿qué opinas del Gran Duque?.

- Yo... - esto tomó a la chica desprevenida, ¿era algún tipo de prueba? El rey de Aethia estaba actuando como una adolescente en busca de chisme, pero tenía que tener una razón para hacer esa pregunta ¿no es así? - el duque es...

Sintió sus mejillas enrojecer, ¡¿qué podía responder?! Su matrimonio era una farsa, sin embargo no podía admitirlo. Aunque el duque era una buena persona, ¿debería simplemente ser sincera?.

- El duque es serio y reservado, no habla mucho y cuando lo hace pareciera que busca ser cortante y grosero - no era un gran comienzo, sin embargo, en ese momento una sonrisa apareció en el rostro de la chica - pero es amable conmigo, me trata bien y me deja hacer lo que quiero. También se preocupa mucho por Rowan y nos cuida a su manera, él...

Se interrumpió al notar la mirada, aparentemente satisfecha, del monarca fija sobre ella.

- Ya veo... - sonrió y luego se puso en pie, deteniéndose frente a un librero - ¿Sabes por qué a las esposas de Demasco se les llama Novias de Dragón?

- No...

- Viene de una antigua leyenda en la que los dragones pasan su vida buscando a su Novia destinada - extrajo un libro y se lo entregó a Anya, abierto en una página en específico en la que se observaba la imagen de un dragón y una mujer, sus corazones conectados por una línea - se dice que pueden sentir la conexión con su Novia incluso desde que nace, y que su unión es capaz de crear la magia más poderosa. Claro que nunca se ha encontrado una verdadera Novia de Dragón, pero el título permanece gracias a la leyenda.

Anya no comprendía por qué le decía todo esto.

- Una vez le pregunté a tu esposo si no deseaba encontrar a su Novia destinada, ¿sabes lo que me respondió? - la chica sacudió la cabeza ante la pregunta - me dijo que no había nadie destinada para él, que la leyenda no era más que un cuento de hadas y no valía la pena albergar una esperanza vacía. No sé si estás destinada a él, pero realmente me alegra que te haya encontrado. Alguien que puede sonreír de la forma en que lo haces cuando hablas de él, es lo más cercano a una verdadera Novia que ha existido.

- Yo... - ¿destinada a él? ¿qué le había dado esa idea?.

- Parece que hablé demás - el monarca se disculpó con una suave risa - Fue un placer conocerla, duquesa Demasco. Aún tengo asuntos oficiales que atender con su esposo, ¿le gustaría dar un paseo por los jardines mientras espera?

- El placer fue mío, su majestad, me encantaría tener la oportunidad de ver los jardines - Anya se puso en pie y trató de devolverle el libro.

- Puede quedárselo si lo desea, la duquesa debe conocer la historia de su casa ¿no lo cree?

- Por supuesto, muchas gracias - contestó casi automáticamente y salió de la habitación, confundida por la actitud tan extraña del líder de este reino.

...****************...

Raenor, antes de tomar su turno con el rey, le había dicho que Daisy había acompañado a Rowan a jugar en los jardines. Hadi lo siguió al interior del despacho, mientras que una doncella guio a Anya hasta donde estaba su hijo.

Durante el camino de largos pasillos, la chica seguía pensando en las palabras del rey.

Destinada a él...

¿Sería esa la razón por la que ella llegó a este mundo? Pero si era así, ¿por qué no sentía nada?

Ella no sentía ninguna conexión especial con el duque, y dudaba que él hubiese sentido algo, teniendo en cuenta que cuando la conoció puso el filo de su espada en su cuello. Además, ella no tenía ningún tipo de magia. Teniendo todo en cuenta, era poco probable que ella fuese una verdadera Novia de Dragón, si es que algo así realmente existía.

Su destino parecía estar jugando con ella.

Aunque en ese momento, el destino que debería preocuparle era el de alguien más.

Llegó a un bello jardín con forma circular, vio a Rowan debajo de un gran árbol en el centro de este. Anya detuvo sus pasos de golpe al ver a su hijo arrodillarse para recoger un lirio blanco, un sentimiento ominoso clavándose en su pecho.

Cabello dorado que reflejaba la luz del Sol como el halo de un ángel, ojos lilas que brillaban más que dos gemas. Una sonrisa gentil que derretiría cualquier corazón. Esa descripción solo pertenecía a una persona.

Lillian de Aethia apareció en el momento justo, había extendido su mano para tomar la misma flor, pero Rowan había sido más rápido. Él alzó su mirada y se encontró con la de ella.

- Esa es una flor muy hermosa - sonrió radiantemente - ¿Te importaría obsequiármela?

La princesa extendió su mano hacia él.

En la historia, este fue el momento en el que Rowan se enamoró perdidamente de Lillian. Encandilado por su belleza, él, quien nunca había visto una sonrisa tan hermosa en su vida, no dudó en regalarle esa flor a la niña.

Y a partir de ese día, Rowan le daría todo lo que ella quisiera y haría de todo con tal de ganar un poco de su afecto. Así, poco a poco sus acciones se hicieron cada vez más drásticas y, al notar eso, Lillian se alejaba cada vez más de su alcance. Comenzando así con el ciclo de obsesión que terminaría con la caída del villano.

Este era el punto pivotal de la historia que Anya quería evitar, el momento en que Rowan obsequiaba su vida junto con una flor.

Y aquí estaban, su hijo estaba observando a la princesa, quien esperaba su respuesta. Anya quería gritar, detenerlo a toda costa antes de que extendiera su mano hacia ella, sin embargo, su voz no salía.

Fue entonces...

- ¡No! - Rowan atrajo la flor hacia su pecho, alejándola del alcance de Lillian. Tanto la princesa como Anya quedaron estupefactas por esa acción.

"¡¿Qué acaba de decir?!"

- ¿No... me la darás? - Lillian parecía estar luchando por mantener la compostura, su sonrisa flaqueando - pe... pero, yo la quiero.

- ¡No es para ti! - el niño sacudió la cabeza una vez más.

- ¿Para quién...?

- ¡Es para mi mamá! - espetó el pequeño con voz decidida.

- ¿Rowan? - Anya lo llamó, confundida en extremo y aliviada al mismo tiempo. Su hijo giró hacia ella y una gran sonrisa iluminó su rostro.

- ¡Mamá! - inmediatamente se puso en pie y corrió hacia ella, envolviendo sus piernas en un abrazo. - ¡Toma, es para ti!

Extendió el lirio hacia ella con una expresión llena de adoración y Anya sintió una emoción cálida llenar su corazón hasta desbordarlo.

Sonrió, conmovida por su dulce gesto.

- Muchas gracias, Rowan - tomó la flor con una mano y con la otra acarició la cabeza de su hijo con ternura. - Es preciosa.

- ¡No! ¡Es mía! - un chillido cortó el adorable momento. Lillian estaba haciendo un berrinche, mirando a ambos con ojos furiosos - ¡Yo la quiero! ¡Dámela!

Aunque la niña era ruidosa, a Anya le inspiró alivio. Había olvidado que, al igual que Rowan aún no era un villano, Lillian tampoco era la angelical y perfecta protagonista. Era solo una niña.

- Lo siento, Alteza, no puedo hacer eso - se disculpó Anya con una sonrisa apenada - esta flor es ahora un tesoro preciado para mí.

No quería lastimar los sentimientos de Rowan por ningún motivo, pero tampoco quería hacer llorar a una niña.

- Le propongo un trato, si me permite quedarme con ella, le enseñaré a hacer coronas de flores.

- ¿Coronas de flores? - los ojos de la niña brillaron con curiosidad al escuchar esas palabras.

- ¡Así es! Toda princesa necesita una corona de flores, ¿qué le parece? - la chica apenas podía contener una sonrisa mientras la niña fingía desinterés.

- Está bien, ya que te gusta tanto esa flor aceptaré tu propuesta - la pequeña desvió la mirada, sus mejillas tornándose rosadas.

- ¡Excelente! ¡Vamos, Rowan! - para su sorpresa, el niño se negó, lanzándole una mirada venenosa a la princesa.

"¡Se supone que tú deberías estar enamorado de ella a estas alturas! ¿Cómo es que cambiaste tanto?"

- ¿No quieres hacer coronas de flores con mamá? - Anya hizo un puchero y la expresión de Rowan cambió instantáneamente. Asintió en medio del pánico, retirando su anterior negativa. La chica volvió a sonreír, complacida.

Mientras los niños recolectaban flores en el jardín, ella observó el lirio en su mano.

Rowan le había obsequiado la prueba de que el destino podía cambiar.

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