No espero su respuesta y salgo de ese consultorio con los nervios a flor de piel. Maldito enfermo ¿Que se cree que soy? Infeliz. Suspiro un momento frente a la puerta de la habitación donde se encuentra mi madre y cuento hasta diez. Luego acomodo las arrugas invisibles de mi ropa y dibujando una sonrisa de felicidad que no poseo, entro al cuarto de mi madre.
—Mama, buenos días —saludo a mi madre dejando un sonoro beso en sus mejillas.
Me siento a su lado y tomo su mano, mientras le cuento la novedad. Ella me mira sin pestañar, sé que comprende porque sus ojos se llenan de lágrimas. La quiero tanto que me duele mucho verla así, sin poder, aunque sea, decir una palabra.
Mas tarde, cuando veo que la hora esta próxima al ingreso a mi trabajo, me despido de ella y salgo rumbo a mi trabajo. Debería dejarlo y concentrarme en los estudios. A mi madre le puedo decir que trabajo mientras que en realidad estoy estudiando, pero la sola razón de mentirle hace que mi pecho duela de la angustia.
Llego a la cafetería y me encuentro con un escuadrón de personas, algunas llevan cámaras de foto. Periodistas. Es rara la vez que alguna celebridad pasa por la cafetería por no decir que nunca, pero uno nunca sabe cuándo llegara ese día en el que hay una primera vez para todo.
La multitud es tan grande en frente del local que debo rodearlo para ingresar por la parte de atrás. Aun así, hay algún que otro periodista en esta área del local. Le restó importancia y mientras sigo mi camino llego a la puerta de ingreso. Se levanta un murmullo y cuando ya estoy por ingresar al interior del local, un hombre me frena, lo miro sin entender.
—¿Es usted la Sra. Peterson? —pregunta el periodista.
—No, señor —miro el gafete que tiene prendido en su chaqueta— Jeff.
Termino de ingresar y al dar unos pasos me encuentro con un montón de gente con trajes y lentes negros. Me siento como si estuviera formando parte de una película de hombres de negro que en cualquier momento alguno de estos gorilas sacara ese aparato para borrar mis memorias.
—¿Su nombre? Señorita —pregunta uno de los hombres de negro.
—Anelis Adams —respondo como si estuviera frente al director de una secundaria y lista para recibir un castigo.
—La estábamos esperando —dice el otro hombre de negro—. Nuestro jefe la espera.
Los hombres se dan la vuelta y uno de ellos me permite el paso para que siga a su compañero. Lo sigo y me encuentro con la cara de preocupación de mi amiga y la de enfado de mi jefe. No sé en qué lio me abre metido, pero espero que no me cueste el trabajo. Aunque pienso dejarlo para estudiar, prefiero ser yo la que renuncia y no que me echen por haber hecho algo incorrecto.
Llegamos frente a la puerta del pequeño despacho de mi jefe y el que me guía abre y me invita a pasar.
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Comments
Leydi Aguilera
menos mal que la app es privada y no se divulgaria lo del matrimonio 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣
2025-03-10
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Francisca Alcantara
Cómo se dieron cuenta que ella
2025-02-13
0
Tere Jimenez
si así es todo es por un bien
2025-01-18
0