Capítulo VII Apoyo familiar

Samanta interrumpe la conversación entre su padre y hermana, para no seguir sintiéndose una idiota con cuernos, con esa realidad que la golpea cada vez mas fuerte.

-Pero, ustedes están dispersando la conversación, de lo que venimos a hablar es de la enfermedad de Hermy-

-¿De qué enfermedad estás hablando?- pregunta el padre preocupado.

-¡Samanta, ya basta, no sigas hablando!- exclama Herminia disgustada.

-¡Ah no, no me vean la cara de tonto! ¡Sabía que había algo raro en esta visita! ¡Y no se van de aquí, hasta que no me digan toda la verdad!- Contesta Ernesto levantando el tono de la voz.

-¡O le dices tú o le cuento yo!, pero él es nuestro padre y tiene derecho a saberlo- responde con determinación Samanta.

-¡Está bien, yo le digo!- Herminia hace una pausa incómoda, tras un suspiro profundo, luego habla:

-Papá, me hice unos exámenes y tengo la misma enfermedad de la que mamá murió, tengo cáncer de seno- sin mucho preambulo cuenta Herminia, con los ojos empañados en lágrimas, bajando la mirada.

-¡Qué! ¡No, no es posible, tu madre fue diagnosticada a los 48 años y falleció a los 50, tú apenas tienes 38 años! ¡Debe haber algún error! ¡No puede ser cierto!- exclama asustado el padre, dejando caer la taza de té haciendo ruido sobre el plato, derramando un poco de té, que Samanta se apresura en secar con algunas servilletas de papel, evitando se mojen los documentos que el padre tenía sobre la mesa.

-No hay error, papá, ya me hicieron la biopsia y eso desgraciadamente, es el resultado, me lo dieron ayer, además me dijeron que es un cáncer triple negativo y que es muy agresivo- responde cabizbaja Herminia.

-¡Eso no me lo habías dicho Hermy!- exclama asustada Samanta.

-Si, eso dijo el oncólogo, ademas dijo que era difícil de tratar- solloza Herminia.

-¡Vamos a buscar una segunda opinión!- decidido responde Ernesto.

-Eso mismo pienso yo, vamos a pedir una opinión en el extranjero- secunda Samanta.

-¡Ya basta!, ¡no quiero prolongar un sufrimiento que tendrá el mismo desenlace que el de mamá!- exclama Herminia resignada.

-Quiero pasar tiempo de calidad con mi hijo, no quiero irme y dejarlo, sabiendo que moriré lejos de aquí en otro país. Soy enfermera, y sé lo que me espera con este tipo de tumor- responde Herminia aceptando un final fatal

-¡No, no debes darte por vencida antes de luchar!. ¡Nos tienes a nosotros, estaremos apoyándote en todo!- exclama consternada Samanta, con la nariz roja a punto de llorar.

-¡Si hija, la esperanza es lo último que se pierde!, debes luchar precisamente por tu hijo, él ya perdió a su padre, no tiene por qué perder también a su madre- interviene Ernesto.

-Deben prometerme que cuidaran a mi Bruno, si llego a faltarle- toma de las manos a su hermana y a su padre al mismo tiempo, con lágrimas en los ojos.

-Hija, no debes nunca dudarlo, Bruno es mi nieto, siempre velaremos por su bienestar, y no tienes que dejarnos para que eso ocurra- responde Ernesto con los ojos empañados de lágrimas, que luchan, a punto de brotar, apretando entre sus manos la de ella, con preocupación y ternura.

-¡Así es Hermy, cuenta con nosotros siempre!- aprieta su otra mano Samanta, acercando su rostro a su hombro, para luego los tres fundirse en un abrazo.

Ninguno de los tres se habían percatado, de que Bruno había escuchado la terrible noticia sobre la enfermedad de su madre, cuando se acercaba para decirles que Arturo se peleaba con él, por un juego de video.

-¿Mamá te vas a morir?- pregunta sollozando Bruno con la cara roja.

-¡Bruno, no es eso! ¡Claro que no!- se apresura a levantarse Herminia limpiando sus lágrimas con torpeza, para abrazar a su hijo sollozando.

-¡Mamá no me mientas, yo entiendo, no soy un bebé!- Replica bajo lágrimas en su rostro Bruno. Él era un niño muy inteligente, a su corta edad manejaba los programas de computación muy bien, era un verdadero hacker, gracias a su abuelo y a los tutores que le facilitaba en ese rubro. El niño expresa llorando:

-¡Mi amigo, Luis, me dijo que su papá murió de cáncer, esa enfermedad mata a la gente!. ¡Mamá, no puedo creer que no quieras luchar, por favor mamita, no te dejes morir! ¡Promételo, prométeme que lo vas a intentar! ¡No me dejes solo! Tu siempre me dices que no hay peor lucha que la que no se hace, que hay que ser valiente. Por favor, ve a dónde sea que tengas que ir, pero lucha por nosotros dos- Bruno la abraza con fuerza, llorando, queriendo retener a su lado para siempre a su madre, enterrando su rostro en el pecho de ella.

-¡Bruno, lamento mucho que te hayas enterado de esta forma! ¡Te prometo que lucharé! ¡Vamos, cálmate, todavía estoy aquí contigo! - lo acaricia con toda la ternura de una madre, limpiando las lágrimas del rostro de su amado hijo. Lo mira y finge una sonrisa, su hermoso hijo no merece que ella se deprima y se abandone, rindiéndose antes de luchar.

-¡Dame tu dedo! ¡Esa es una promesa, y las promesas no se rompen!- exclama Bruno, tomando el dedo meñique y luego el pulgar de su madre con el suyo, para luego sostener toda su mano, con fuerza.

-¡Si, lo juro!- exclama Herminia.

El abuelo y la tía también lo abrazan.

Herminia siente el apoyo de toda su familia, y piensa que debe luchar por todos ellos. Debe afrontar esa terrible enfermedad y vencerla, es una promesa que ella misma se está haciendo.

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