Capítulo VI ¿No quieres ver?

Samanta, después del golpe de realidad, con la mala noticia sobre la salud de su hermana, decide animarla de alguna manera:

-¡Vamos no nos desanimemos, no pasará nada! Vamos a llevar a los niños a casa de papá e iremos a la peluquería, compraremos ropa. Luego iremos a un centro nocturno, hoy nos vamos a divertir. ¡El cáncer no nos va a deprimir!- se limpia las lágrimas y se las limpia a su hermana, con una sonrisa forzada. Herminia asiente pálida del miedo.

Y tal como lo planificaron, se dirigen a buscar a sus hijos al colegio, llevan ropa de cambio, se comunican con su padre. Al llegar a la mansión de su padre con Arturo y Bruno, el abuelo Ernesto las recibe en el hermoso jardín, sentado cerca de la gran piscina, en el área de la perfectamente podada grama,  leyendo unos documentos tendidos encima de la mesa redonda de vidrio, con sillas de hierro pintadas de blanco, con cojines estampados multicolores,  sorprendido se pone de pie:

-¡Hola, mis queridos nietos!- los abraza y besa sus mejillas. Los niños saludan cariñosamente al abuelo, después salen corriendo hacia la sala de juegos que el abuelo les hizo en el segundo piso, subiendo las escaleras de dos en dos de forma ruidosa, tan propia de sus edades. Ernesto se dirige a sus hijas:

-Ustedes dos, ¿qué se traen entre manos? Ahora hablen, no es normal que ambas me dejen a los niños al mismo tiempo-

-Papá hoy es viernes, los niños pueden pasar con su abuelito un fin de semana, los recogeremos mañana o tal vez el domingo- dice Herminia, no quiere decirle la verdad a su padre. Pero, Samanta opina diferente.

-Papá, vamos a sentarnos, hay algo importante que debemos hablar- Samanta no puede esconder su preocupación por Herminia.

-¿No me digas que ya te enteraste de las infidelidades de Robert?- suelta el padre sin filtros, mientras ordena a su empleada que sirva té y galletas, recogiendo sus documentos.

-¿De qué estás hablando?- pregunta consternada Samanta, a pesar de todas las sospechas, ella nunca hizo ninguna averiguación al respecto, prefería vivir en su mundo de fantasía, negando la realidad que tenía delante de sus ojos.

-¡Ay Samanta, no te hagas la sorprendida!, todo el mundo sabe que tu marido es un mujeriego infiel y, tú también lo debes estar sospechando, eres una mujer inteligente, pero prefieres vivir en negación- responde Herminia, con su mala situación de salud, detesta seguir viendo a su única hermana opacarse, en un matrimonio tóxico.

-¿Pero, cómo? ¿Ustedes saben algo en concreto que yo no sepa?- pregunta con temor a una respuesta que cambiará definitivamente su vida.

- Sam, una vez me encontré a Robert en un restaurante con una morena, creo que era la hija de aquella mujer que trabajaba aquí, la que me robó unos dólares ¿lo recuerdan? La misma que traias de vez en cuando cuando estudiabas en la preparatoria, no recuerdo su nombre. En fin, cuando lo saludé, me dijo que ella era su secretaria y que esperaban a un cliente, eso ocurrió cuando ustedes apenas tenían dos años de casados- continúa contando su padre Ernesto:

-Sin embargo, durante las dos horas que estuve con mi cliente, nunca vi a otra persona acercarse a su mesa; luego, se fueron juntos en su auto-

-¡Pero, papá probablemente el cliente no asistió!- Samanta responde tratando, como siempre, de justificar a su marido.

-Hija, yo soy hombre y sé cuando el trato es de trabajo y cuando hay mas familiaridad, y entre esos dos había algo más que una relación laboral, si quieres seguir engañandote, ese es tu problema, pero cuando decidas averiguar, te daré el nombre y teléfono de un investigador privado- responde el padre cansado, con un bufido de resignación, su hija no va a cambiar, hasta que ella misma no lo vea con sus propios ojos.

Tampoco le confesó, que él ya había contratado a ese investigador, y lo seguía desde hacía bastante tiempo. Nunca confió en ese tipo. Pero, su hija está cegada de amor, por lo menos, eso es lo que él supone. Es lo único que explicaba que ella haya dejado a Leonel y se embarazara de ese picaflor.

-Ya que estamos en confesiones de ese individuo, cuando tenías pocos meses de casada, yo fui a visitar a Robert en su oficina, para la restauración de mi casa de playa, ¿Y adivina a quien me encontré allí mismo, en la oficina, tomados de las manos a punto de besarse? ¡A Robert con la bicha de Carolina, tu supuesta "mejor amiga" de la prepa! Esa misma papá, asi se llama la zorra: "Carolina"- relata molesta Herminia, no soporta la actitud sumisa de su hermana.

-Ellos se separaron, nerviosos y ella salió apurada, hablando de un supuesto proyecto de una vivienda- finaliza de contar Herminia. Ya no quiere seguir viendo a su hermana en una situación tan deplorable.

-¡No Hermy, estás equivocada!, cuando me mencionaste eso, la Caro me contó del proyecto de construcción de su familia, además parece que la contrataban como secretaria. Y tampoco somos "mejores amigas", como ustedes piensan, ella es solo una ex compañera de la preparatoria- responde Samanta, justificándolo todo hasta el final.

-No quise decirte nunca nada, por esa misma razón, siempre estás justificando a Robert, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y tú decidiste "no ver nada" desde hace muchos años- recrimina Herminia, mientras saborea su té y se lleva a la boca una galleta de mantequilla.

Samanta, no sabe qué decir, no quiere pensar en su farsa de matrimonio con Robert. Aunque su mundo de cristal, se está resquebrajando día a día, ella quiere ocultárselo a su familia y lo que es peor: ¡A ella misma!

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