CAPÍTULO 4

La pelirrubia con ojos azules corrió para abrazarlo, pero ni su seductora bata satinada hizo que él se detuviera y cayera en sus redes.

—¿Mi amor?—preguntó asustada.

—Entra a la casa, Irina—respondió serio.

Una vez entró a la casa de su amante, se sentó enfrente de la chimenea, observando las llamas con atención. Negándose a tomar un poco de ron que Irina le sirvió, fue tajante con lo que tenía que decirle.

—¿Cuánto tiempo tienes?—preguntó sin verla.

—Dos meses—respondió nerviosa.

La joven, casi de la misma edad de Claire, estaba nerviosa; sin embargo, necesitaba amarrar con su embarazo al hijo del alcalde. Desde que se confirmó su matrimonio con una cadete, el miedo de perder su mina de oro había aumentado.

Desde que comenzó a ser su amante, no solo pudo mudarse aún mejor lugar, sino que logró trabajos y una posición en el mundo del entretenimiento bastante prometedora. Estaba segura de que si seguía así, dentro de poco comenzaría a tener un nombre mucho más fuerte.

"¡Leon será mío! ¡Yo seré su esposa!".

Pensó casi victoriosa, estaba segura de que si el capitán no quería una deshonra para su familia, dejaría a su prometida y la haría a ella la oficial de todas. Tenía conocimiento de las demás amantes de Leon, aunque no de sus identidades. Por lo que debía asegurarse con un embarazo para destacar por encima de las demás.

Leon enseguida comenzó a reírse ante la actitud prepotente de su amante. No obstante, aquello le dejó un poco inquieto: debía asegurarse de que sus métodos anticonceptivos con las zorras trepadoras de sus amantes fueran más efectivos.

—¡Lo digo en serio, Leon!—habló nerviosa—¡Estoy embarazada de tu hijo!

—¿Y qué si lo estás?—respondió sarcástico—¿de verdad crees que te haré mi esposa?

—¡Leon!—gritó enojada—¡Si no te casas conmigo, revelaré todo! ¡Destruiré hasta la mujer simplona que quieres hacer tu esposa!

Enojado al escucharla ofender a Claire, se levantó y tomó con fuerza la barbilla de Irina. Comenzó a sentir un asco terrible ante la actitud de ella. Por eso jamás había hecho a sus amantes, sus novias o esposas, ya que solo una mujer como Claire sería digna de tal puesto.

—Tú solo sirves para la cama—susurró aguantando su enojo—no te compares con mi prometida, ¡no le llegas ni a sus talones!

—¡¿Pero qué dices?!—gritó separándose de él—¿Te vas a casar conmigo sí o no?

Leon suspiró y sacando su celular le mostró unas fotografías que dejaron helada a Irina. No sabía como, pero el hijo del alcalde había conseguido evidencias íntimas de cuando ella le hacía favores sexuales a directores y dueños de agencias de modelaje, antes de meterse con él.

—Puedo hacerme cargo del bebé, pero en cuánto se pueda le haré una prueba de paternidad—respondió volviéndose a sentar—en efecto, puedes amenazarme todo lo que quieras, pero antes de que digas una sola palabra te destruiré sin piedad. Así que, si no quieres que vuelva tu mundo un infierno, me dirás la verdad.

El capitán de policía sonrió satisfecho al verla sentarse frente a él, pálida como la leche. Él no era idiota, sabía que si quería meterse y comer del cuerpo sabroso de Irina, así como de sus amantes, debía afrontar el riesgo que traería con eso.

Así que, teniendo bajo la manga muchas cosas que podían destruirlas, tenía la forma de defenderse. No era la primera vez que aquello le pasaba y no permitiría que todo se destruyera por las ambiciones de aquellas mujeres locas.

—Es hijo del director Smith—respondió temblando.

Fue así como Irina le explicó que, después de un tiempo en que Leon no la tocara, terminaría por involucrarse con el director de una película. Este le había prometido el protagónico por hacerlo varias veces sin protección alguna.

Cuando se enteró de su embarazo, el directo hizo oídos sordos y ni siquiera cumplió con su promesa. Por eso, sabiendo que hacía dos meses también había estado con Leon, tal vez hubiera podido usar su embarazo a su favor y atraparlo.

—Bien—respondió levantándose—nada más porque quiero estar relajado antes de mi matrimonio, te daré unos días de gabela. Te vas a ir de la ciudad y no volverás. Si te veo o tan siquiera me entero de que intentar ir en mi contra de nuevo, todo lo que sé y tengo de ti saldrá a la luz.

Sin dejar que Irina le abriera la puerta, el hombre salió aprovechando la oscuridad de la media noche y el poco sereno que había. Encendiendo el motor de su descapotable, salió rumbo de regreso a su departamento.

Una punzada en su cabeza lo estaba matando, por lo que se tomaría una aspirina, apenas volviera. Siempre que debía lidiar con sus amantes, una migraña era la consecuencia de intentar mantenerlas controladas.

No le importaba que sus amoríos salieran a la luz, mientras fueran solo rumores y no hubiera ninguna prueba verídica. Tampoco le importaba si Claire se enteraba, ya que una vez la hiciera su esposa, solo algo extremo lo haría dejarla.

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Claire, quien se había levantado por un fuerte dolor en su vientre, no tuvo tiempo de leer la nota que le había dejado Leon, antes de correr al baño. Allí, con sus piernas llenas de sangre, comenzó a vomitar mientras temblaba del dolor.

—¡Leon!—gritó—¡Leon!

Por más que pidiera ayuda a gritos, el hombre no llegaba. Temiendo que algo malo estuviera pasando, comenzó a llorar ante el dolor que sentía. Leves imágenes de sangre y de personas muertas en el piso llegaron como visiones; sin embargo, se iban sin siquiera poder recordarlas por completo.

Desnuda y casi sin consciencia, fue encontrada por su prometido, quien recién llegaba. Asustado, cubrió su cuerpo con una manta y salió corriendo de regreso a su auto para llevarla al hospital. Allí, sin consciencia, fue llevada por las enfermeras a la sala de urgencias.

Tras dos horas en la sala de espera, un médico salió a su encuentro. El profesional en la salud pidió seguirlo hasta su consultorio, donde con una cara seria comenzó a explicarle lo ocurrido.

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