—Hijo, buen día —saludó Susan desde el comedor, mientras ella y Martha acomodaban los cubiertos.
—Buen día, mamá. Buen día, Martha —respondió Samuel con una sonrisa un poco nerviosa.
Si su madre supiera que metió a Derek a su habitación en la madrugada, ebrio y golpeado, seguramente lo regañaría. No por haberlo ayudado, sino por no haberles contado lo ocurrido. De haberlo hecho, en ese momento estarían camino a la policía, exigiendo los videos de seguridad de donde sea que golpearon a Derek.
—Mamá, desayunaré en mi habitación. No tengo clases hasta más tarde —informó Samuel mientras sacaba cubos de hielo de la nevera.
—De acuerdo.
Samuel sirvió el desayuno, poniendo porciones de más para darle a Derek. Colocó todo en una bandeja y subió a su habitación. Antes de entrar, se quedó un minuto frente a la puerta blanca, nervioso. Las cosas de la noche anterior no se iban a mencionar, pero se sentía nervioso y decepcionado.
—Traje el desayuno —dijo abriendo la puerta. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el torso desnudo de Derek. Él estaba parado frente al espejo de cuerpo completo, revisando su espalda, la cual tenía tres marcas de botas. Algunos hematomas eran más grandes que otros y pudo ver un poco de sangre seca en su abdomen—. Dios, ¿por qué no me dijiste de estás heridas?
Samuel se apresuró a dejar la bandeja e ir hacia Derek. Sin importarle nada, miró de cerca los golpes y pasó sus suaves dedos sobre la piel magullada, examinando con cuidado que nada estuviera sangrando ya. Sus cejas se juntaron y la preocupación inundó su rostro.
Derek observó en silencio cómo los dedos pálidos recorrían su abdomen. Las manos de Samuel eran delgadas, sus dedos finos y las uñas parecían muy bien cuidadas; podrían confundirse con las manos de una mujer, pero eran muchísimo más hermosas que las de cualquier chica que hubiera visto. Las facciones de Samuel tampoco eran tan masculinas, pero era hermoso. No necesitaba músculos ni una mandíbula cuadrada para resaltar su belleza.
—Voy a ponerte un poco de crema para los hematomas, y luego desayunamos. —Samuel fue por el botiquín de primeros auxilios y trajo un secador de manos, vertió los cubos de hielo y se los entregó a Derek—. No había compresas frías, así que tuve que improvisar.
—Está bien, gracias.
Derek agarró la toalla y la puso sobre su mejilla y parte de su ojo. Samuel aplicó un poco de crema sobre la espalda de Derek y comenzó a masajear con cuidado de no lastimarlo. Sus mejillas se pusieron rojas mientras pasaba sus dedos sobre los músculos firmes de Derek. Tragó saliva y no pudo evitar exhalar un poco. Sus dedos subieron a la espalda y puso más crema para cubrir la herida. Los músculos se sentían extremadamente bien al tacto.
Samuel rodeó a Derek, inmerso en sus pensamientos, y aplicó más crema sobre el abdomen firme y marcado en un six pack. Mordió su labio inconscientemente, y su cuidado se transformó en leves caricias.
—No me toques. —Derek sujetó su muñeca con rudeza, lo que lo hizo regresar a la realidad.
—Ah, yo... —murmuró Samuel apenas audible. Sus palabras se atascaron en su garganta al encontrarse con la mirada helada de Derek. Jamás lo había visto así. Sus ojos se contrajeron y todo su cuerpo se puso tenso. Derek definitivamente odiaba su toque—. Derek, yo...
Sus palabras quedaron inconclusas cuando Derek pasó a su lado y empujó su hombro. Y como si estuviera en su propia habitación, se encerró en el baño.
Los minutos pasaron, convirtiéndose en una hora completa, y Derek seguía dentro. Samuel miró el desayuno, aún sin tocar, y dejó salir un suspiro de frustración antes de tomar sus cosas y dirigirse a la universidad.
Por otro lado, Derek estaba tumbado, apoyando su cabeza contra la puerta. Una de sus manos descansaba sobre su rodilla doblada mientras la otra estaba tendida sobre el frío piso, junto a papeles higiénicos manchados con viscosidad blanca.
—Eres un maldito cabrón —se maldijo, riendo con sarcasmo y mirando sus pantalones desabrochados.
No podía creer lo que había hecho en el baño de Samuel. No obstante, no pudo impedirlo y parecía que aquello no iba a bajar por sí solo. Pero, mientras tocaba esa parte sensible, caliente y dura, lo único en lo que podía pensar era en el rostro pecoso de Samuel. La manera en la que el cabello rojo cubría su frente, su pecho subiendo y bajando con su rítmica respiración, sus delgados dedos tocando su abdomen con delicadeza, y, sobre todo, la pijama medio abierta dejando la clavícula expuesta y esos labios rosas tan apetecibles. Cuando Samuel mordió la carne blanda, fue como un afrodisíaco que despertó su parte inferior.
Si no lo hubiera detenido en ese momento, seguramente habría terminado cometiendo una locura.
Estaba completamente enojado por tener esos pensamientos impuros por alguien que únicamente se preocupaba por su salud. Ni siquiera se atrevió a salir por vergüenza a enfrentarlo. No podía mirarlo a la cara después de haber hecho eso en su baño y pensando en él.
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—Hey, Samy, ¿estás bien? —Jenny, la persona que menos quería ver en ese momento, se sentó a su lado y palmeó su hombro con familiaridad. Aunque ella no tenía la culpa de sus sentimientos unilaterales, no podía dejar de pensar en que a Derek sí le interesaba ella.
—Bien, solo un poco agotado mentalmente —dijo en voz baja. Ella se dejó caer contra el comedor y soltó un fuerte suspiro.
—Ni me lo digas. La siguiente semana estaremos presentando el proyecto y la idiota de Shopia sale con su estúpido proyecto sorpresa. —A pesar de su rostro cansado, pronto se recompuso y una hermosa sonrisa adornó su rostro—. Por otro lado, podré estar cerca de Derek y ganarle terreno a Lily. —Sacudió fuerte el brazo de Samuel con emoción, pero él solamente le sonrió con desgana.
—¿No piensas rendirte con eso, verdad? —Él ladeó la cabeza y, recargando su codo en el comedor, puso su mejilla sobre su palma mientras miraba fijamente a su mejor amiga.
Aunque la amaba, en el fondo sentía un poco de envidia por ella. Jenn era hermosa, popular y no dudaba en ir tras lo que quería sin importarle las consecuencias. En cambio, él, aunque no le importaba la opinión ajena, aún le importaba la aprobación de sus padres y, por supuesto, ellos se opondrían. Además, no iba a arriesgarse por un hombre que rechazaba cualquier tipo de contacto físico con él estando sobrio. Sería ridículo perder a su familia por un enamoramiento unilateral.
—Hasta que él no me diga que ama a alguien, yo seguiré intentando, después de todo, de eso se trata el amor ¿no? Das todo por conquistar a la persona que amas y lo dejas ir cuando no hay oportunidad —ella bajó la mirada y jugó con uno de los mechones de su cabello—. Pero, a Derek no le soy completamente indiferente…
—O solamente es tu ilusión haciéndote crear historias donde no las hay —dijo sin pensar mucho. Jenn se sorprendió por las palabras tan directas de su amigo y arrugó las cejas con disgusto. Pero las palabras no eran para ella, Samuel se estaba tratando de convencer de que todos esos momentos lindos solo eran parte de su imaginación—. Tengo que irme, nos vemos.
Se puso de pie y se marchó, dejando a su amiga sumida en sus pensamientos. Samuel avanzó rápidamente entre la multitud, sintiendo que el aire comenzaba a hacerle falta, pero no era más que un fuerte sentimiento de opresión por sus sentimientos apresados en lo más profundo de su ser.
El ruidoso sonido de los universitarios dejó de existir y ni siquiera prestó atención a los golpes en su hombro cuando chocaba con otros estudiantes. Sus ojos se sentían calientes y en su garganta se comenzaba a formar un grueso nudo. No supo cuándo ocurrió, pero comenzó a correr en un intento inútil de huir de sus propias emociones.
Corrió hasta la entrada y el aire que golpeó su rostro le devolvió un poco de paz. El sofocante sentimiento se apagó poco a poco, pero el dolor en el pecho no desapareció, ni mucho menos las ganas amargas de soltar en llano.
—Sam —la voz conocida de un amigo lo hizo levantar la mirada. Elbert estaba delante de él, no sabía por qué, pero tampoco le importaba. Sin pensar en los cientos de estudiantes a su alrededor, Samuel se lanzó a los brazos reconfortantes de su viejo amigo.
El abrazo cálido lo relajó un poco. Elbert era la única persona que conocía sus sentimientos, miedos, inseguridades, dolor y tristeza. Era el único que no lo juzgaría ni tenía ideas superficiales, y no es que despreciara a sus demás amigos, pero, de vez en cuando, él solo necesitaba un abrazo verdadero, alguien que estuviera en su misma situación. Alguien que lo comprendiera perfectamente.
—Vamos a casa —susurró Elbert y, sin quitar su brazo de los hombros de Samuel, se dirigió a su auto estacionado a unos metros de ellos.
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Desde un muro en la esquina, los ojos negros de Derek se volvieron fríos al ver como aquella persona tomaba a Samuel en sus brazos. Lo había estado observando desde hacía tiempo, dudando en acercarse a él. Lo siguió desde la cafetería al verlo irse tan rápido; no hacía falta ser un adivino para saber que algo andaba mal con él. Cuando por fin pudo verlo caminar más despacio y decidió acercarse, Samuel se lanzó a los brazos de ese supuesto amigo.
¿Podía ir y detenerlo? Absolutamente no. ¿Quería hacerlo? Por supuesto que sí, pero, ¿qué derecho tenía a hacerlo? Ninguno. Había rechazado el toque de Samuel y, por la mirada desconcertada que le dio, supo que había cometido un maldito error, otra vez. Además, como un maldito cobarde, se había encerrado en el baño y no salió hasta que estuvo seguro de que Samuel estuviera lejos.
Y aunque fuera malditamente egoísta, en el fondo de su corazón, esperaba que cuando saliera, su amado príncipe aún lo estuviera esperando, porque si Samuel hubiese estado ahí, en ese momento podría dejar sus estúpidos miedos y prejuicios de lado y se hubiera aferrado a él con la intención de no dejarlo ir nunca. Pero Samuel no estaba; por supuesto que no iba a estar, no tenía por qué esperar a alguien que, de manera indirecta, había dejado claro su rechazo.
Estaba a punto de darse media vuelta, pero el celular en su bolsillo vibró. Lo sacó, miró el número desconocido y respondió dudoso.
—¿Hola? ¿Quién habla?
“Hola, hablamos del hospital central. ¿Es usted Derek Blackwell?”
—Sí, soy yo, ¿qué sucede?
Las siguientes palabras hicieron que el cuerpo de Derek se congelara y la adrenalina lo llevara a su motocicleta rompiendo su propio récord al correr. La motocicleta rugió en el pavimento y, en menos de una hora, Derek se encontraba frente a la sala de cirugías esperando que el foco rojo cambiara de color. Se recargó en la pared y cerró los ojos por unos segundos recordando las palabras de la enfermera que lo atendió antes.
—Su padre fue atropellado mientras cruzaba la calle. Lo trajeron a urgencias, pero tuvo que ingresar a cirugía porque una de sus costillas rotas perforó uno de sus pulmones.
En ese momento, su rostro se puso pálido y todo su cuerpo se enfrió. Estaba completamente aterrado por lo que pudiera pasar en la próxima hora. Su padre era la única persona que tenía ahora, y aunque su relación se había fracturado hacía años, no lo había dejado de amar. Perderlo definitivamente causaría un gran golpe en su estabilidad emocional. No sabía si podría soportar la partida de otro de sus progenitores.
Los minutos parecieron ralentizarse mientras él esperaba sentado en el frío y blanco piso del hospital. Sus manos se encontraban vueltas puños sobre sus rodillas y, viéndolo de lejos, parecía totalmente abatido. Incluso algunas enfermeras quisieron acercarse a consolarlo, pero el semblante sombrío las hizo alejarse.
Agarró el celular que dejó sobre el suelo y estuvo a punto de marcar el número de Samuel. Si él supiera dónde estaba, definitivamente correría hacia ahí y lo consolaría como solo él sabía hacerlo. Tal vez lo abrazaría y le diría que todo estaría bien mientras, con cariño, acariciaba su cabello. No obstante, detuvo sus dedos cuando recordó la manera en la que Samuel había abrazado a aquel idiota. Pero, sobre todo, porque Samuel y él ni siquiera eran amigos, no tenía por qué estar ahí lidiando con sus problemas.
Él estaba solo. Completamente solo.
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Comments
Teresa Castillo
porque tantos capítulos de lo mismo ya debería decirle a Samuel que lo quiere
2024-10-17
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Luna_Jago
❤️💜🌹💜❤️
2024-10-11
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Tomasa Aguirre
hay escritora as cuando van a estar así ya que le diga a Sami que que está enamorado de el
2024-09-07
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