En el Castillo

Lilit y Samantha se afanaban alrededor de Aurora, cuyos ojos brillaban con la anticipación de la fiesta que se avecinaba. Con manos expertas, ajustaban las cintas y el corpiño de un vestido de gala que parecía capturar la esencia misma de la primavera. El tejido, un sueño en tonos pastel, fluía en cascadas de tela que jugaban con la luz, creando un efecto etéreo. Delicadas flores bordadas adornaban el dobladillo, cada una meticulosamente cosida para añadir un toque de elegancia natural.

El peinado de Aurora era una obra maestra en sí mismo. Su cabello había sido recogido en un intrincado arreglo de trenzas y bucles que coronaban su cabeza como una diadema viviente. Algunos mechones sueltos enmarcaban su rostro con gracia, y una selección de perlas y cristales se entrelazaban entre los rizos, capturando la luz con cada movimiento.

Mientras Lilit daba los últimos retoques al vestido y Samantha aseguraba cada hebra de cabello en su lugar, Aurora no pudo evitar sentirse como una protagonista de cuento de hadas, lista para deslumbrar en la celebración de la princesa Rebecca.

Una vez que Aurora estuvo vestida y lista, expresó su sincero agradecimiento a Lilit y Samantha por su inestimable ayuda. Con un aire de emoción apenas contenida, se prepararon para partir hacia el castillo. El viaje en carruaje fue sorprendentemente sereno, una calma antes de la posible tormenta, ya que el Duque había insistido en la presencia de caballeros armados para protegerla de cualquier ataque sorpresa por parte de los magos oscuros.

Al llegar, Aurora presentó su tarjeta de invitación a los guardias con una elegancia innata, y fue escoltada por una sirvienta a través de los majestuosos jardines hasta el invernadero, un santuario de cristal y verdor donde se celebraría la fiesta de té. Su entrada no pasó desapercibida; fue anunciada con pompa ante los invitados, que la recibieron con una mezcla de curiosidad, envidia y, en algunos casos, desdén velado.

Sin embargo, Aurora no permitió que las miradas afectaran su compostura. Mantuvo la cabeza erguida y ofreció una sonrisa radiante, un gesto de confianza y amabilidad que desarmaba. Mientras tanto, Lilit y Samantha permanecían fuera del invernadero.

La curiosidad y el murmullo de los rumores envolvían a Aurora como una bruma mientras se mezclaba entre los invitados. Algunos se acercaban con una cortesía velada, buscando confirmar los susurros que circulaban sobre el Duque Blackwood. Otros, disfrazando su malicia con sonrisas forzadas, intentaban socavar su reputación con comentarios insidiosos. Sin embargo, había quienes genuinamente admiraban la fortaleza y el coraje que Aurora había demostrado durante el baile.

En medio de este torbellino social, una voz clara y armoniosa cortó la cacofonía: “Aurora, gracias por asistir,” anunció la Princesa Rebecca, acercándose con una gracia que solo la realeza posee. Su presencia era como un faro, disipando las sombras de duda y envidia.

Con una reverencia elegante y un respeto sincero, Aurora respondió: “Su excelencia, es un honor recibir su invitación.” La deferencia en su voz no ocultaba la firmeza de su espíritu.

Con una voz que resonaba con autoridad y calidez, la Princesa Rebecca invitó a los presentes a tomar asiento. “Les ruego que se unan a mí en esta tradición de camaradería y refinamiento,” anunció, gesto que marcó el inicio de la ceremonia del té.

Aurora se acomodó en su lugar asignado, la porcelana fina y los cubiertos relucientes ante ella. No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara frente a frente con una invitada cuya reputación de malicia precedía su nombre: la señorita Andorra. Con cada palabra impregnada de veneno dulzón, ella no desperdiciaba ninguna ocasión para lanzar sutiles dardos de humillación.

“Señorita Thorne, su nombre ha sido el susurro en todos los rincones,” dijo la señorita Andorra con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. “Es fascinante cómo ciertas… historias pueden elevar tan rápidamente a alguien a nuestra estimada sociedad.”

La tensión era palpable, pero Aurora mantuvo su compostura, consciente de que cada par de ojos estaba sobre ellas, esperando su respuesta.

Aurora hizo una pausa, su mente repasando rápidamente la lista de nombres de los invitados que había memorizado. Aunque la mayoría se le habían quedado grabados, había algunos que se le escapaban. “Para su fortuna, señorita…” comenzó, dejando que la incertidumbre colgara en el aire por un momento antes de continuar con una serenidad calculada. “No he escuchado casi nada acerca de usted. Quizás sería prudente preocuparse más por su propia reputación antes de prestar oído a rumores malintencionados sobre mí.” Con un destello de reconocimiento, añadió, “Señorita Andorra, considérelo un consejo amistoso, no una ofensa.”

La señorita Andorra frunció el ceño, su fachada de cortesía se desmoronaba ante la respuesta astuta de Aurora. “No se haga la inocente,” replicó con un tono que destilaba enojo y acusación. “La mayoría aquí está al tanto de las artimañas que utilizó para seducir al Duque Blackwood.”

“Ahh, así que de eso se trata,” murmuró Aurora, una comprensión repentina iluminando su rostro mientras discernía el verdadero motivo detrás del ataque verbal de la señorita Andorra. Con una sonrisa serena que desmentía la tensión del momento, continuó, “Quizás sería más productivo expresarle directamente al Duque sus sentimientos. Dígame, ¿se tomó la molestia de intentar un acercamiento genuino? O ¿prefirió la vía fácil de dirigir su frustración hacia mí?” concluyó Aurora, clavando en ella una mirada intensa y penetrante.

La señorita Andorra se encontró momentáneamente desarmada por la franqueza de Aurora. Una oleada de celos la inundó, evidenciada por un ligero temblor en su voz y una mirada que no podía sostener.

Dejando atrás el desagradable encuentro con la señorita Andorra, Aurora retomó la velada con una aparente normalidad. Sin embargo, mientras se dirigía de regreso a la residencia del Duque, una sensación inquietante la acompañaba; era consciente de la mirada persistente de la princesa Rebecca, que parecía seguirla como una sombra durante toda la tarde.

A pesar de la turbación que esto le causaba, Aurora decidió no darle mayor importancia. La idea de regresar al castillo y encontrarse nuevamente con la princesa no le resultaba atractiva en lo más mínimo. Con determinación, cerró ese capítulo en su mente, eligiendo enfocarse en los misterios que aún debía desentrañar.

^^^Glosario: La palabra “cacofonía” se refiere a una mezcla de sonidos desagradables y discordantes que resultan ser molestos o desarmónicos al oído. Se utiliza a menudo para describir una situación donde hay mucho ruido o un ambiente caótico en el que es difícil distinguir sonidos individuales. En un sentido más figurado, también puede referirse a una situación donde hay una mezcla confusa de voces o ideas.^^^