El amanecer se había desvanecido, dando paso a una mañana que fluía con una tranquilidad superficial. En la privacidad de la estancia del Duque, Aurora debatió con fervor sobre el huevo. Quería saber que opinaba sobre el hecho de que el huevo del Dragón les absorbía el poder mientras dormían. La conversación, cargada de argumentos y contraargumentos, no llegó a un veredicto, dejando el asunto del poder del huevo en un limbo de incertidumbre.
Con la determinación reflejada en sus ojos, Aurora solicitó la presencia de Lilit, su leal sirvienta y confidente cuya amistad trascendía los límites de la servidumbre. Anhelaba que Lilit la acompañara en la mansión del Duque.
El Duque, con una mirada que ocultaba un cálculo astuto, accedió a la petición de Aurora. No obstante, impuso su propia condición: una sirvienta de su elección, se uniría a Lilit para servir a Aurora.
Envuelta en el silencio de la biblioteca, Aurora exploraba los tomos polvorientos en busca de respuestas sobre el líder de los magos oscuros. La organización era como una sombra sin nombre, escurridiza y enigmática. Tras horas de búsqueda infructuosa, Aurora se sintió abrumada por la ausencia de pistas, cada libro cerrado era un eco de su desánimo.
Con la esperanza menguante pero no extinta, Aurora decidió dirigirse al despacho del Duque Blackwood. Necesitaba acceder a información más específica sobre los ataques mágicos que asolaban el reino, convencida de que la solución a sus propios misterios residía en la derrota del líder oscuro.
El Duque estaba inmerso en sus pensamientos, estudiando una carta cuando Aurora irrumpió en su despacho tras un par de golpes cautelosos. “Aurora, qué coincidencia,” dijo con un tono que insinuaba más que casualidad. “Acaba de llegar una carta para ti.”
La noticia de que Aurora residía bajo el mismo techo que el Duque ya estaba generando murmullos entre la nobleza, pero recibir correspondencia tan pronto era inesperado. Con curiosidad y una pizca de ansiedad, tomó la carta y leyó las palabras elegantes:
“Estimada señorita Aurora Thorne, Con gran placer le extiendo una invitación a la fiesta de té que tendré el honor de organizar en el palacio imperial. Sería un deleite contar con su distinguida presencia.
^^^Saludos cordiales, Princesa Rebecca”^^^
“Me ha llegado una invitación de la princesa Rebecca,” reveló Aurora, mientras el Duque asentía con un “Hmm, interesante”, sin apartar la vista de la carta que sostenía.
La etiqueta de la corte no dejaba margen para negativas; Aurora sabía que debía aceptar la invitación, aunque su voluntad se resistiera.
“Señor Blackwood,” interrumpió Aurora, su voz quebrando el tenso silencio que se había tejido en el aire. El Duque posó su mirada sobre ella, su expresión imperturbable. “Requiero los informes de los ataques perpetrados por los magos oscuros, tanto recientes como antiguos.” La determinación ardía en sus ojos, reflejando la convicción de que no podía permitirse mostrar indecisión ante el Duque.
“¿Podría conocer la razón de su solicitud?” preguntó el Duque, con un tono inquisitivo. Aurora se sentía desconcertada por la naturaleza cambiante del Duque; a veces distante y reservado, otras veces sorprendentemente atento y preocupado por su bienestar.
“Esta mañana ya discutimos este asunto,” le recordó Aurora, refiriéndose a su conversación al alba. “Le solicité permiso para colaborar en la investigación.” Había percibido la reticencia del Duque ante su petición, y con una voz cargada de resolución, añadió: “He sido víctima de sus ataques más de una vez; nadie mejor que yo para contribuir en esta búsqueda. No haría nada que pudiera perjudicarle a usted o al reino, si eso es lo que le inquieta. He colaborado con usted permitiendo que realice experimentos conmigo. No le estoy pidiendo demasiado.”
“Me temo que está malinterpretando las cosas, Señorita Thorne,” dijo el Duque, su rostro transformándose en una máscara de gravedad. “No estoy ‘experimentando’ con usted, como ha sugerido.” Su mirada penetrante se fijó en Aurora, quien se dio cuenta de su error. “Estoy intentando ayudarla a descubrir la causa de sus recurrentes pérdidas de memoria y el alcance del poder que alberga.” Tras un suspiro pesado, concluyó con un firme “Retírese, por favor.”
“Disculpe si lo he ofendido, señor. No fue mi intención,” se apresuró a decir Aurora, consciente de su desliz. Una disculpa no revertiría su imprudencia, pero esperaba que al menos suavizara la tensión.
Después de esa tarde, la tensión permaneció con ellos.
La noche había extendido su manto sobre la mansión, y una brisa suave y reconfortante rozaba la piel de Aurora, quien vagaba por el jardín en busca de serenidad. El insomnio la había empujado fuera de la calidez de su habitación, y el jardín se ofrecía como un refugio para sus pensamientos errantes.
Aún no dominaba los secretos que guardaba la vasta propiedad del Duque, pero se dejó llevar por la intuición, sus pies marcando un sendero incierto bajo el cielo estrellado. Mientras caminaba, una melodía familiar brotaba de sus labios, una nana que su madre le cantaba en su infancia.
Guiada por la música de sus recuerdos, llegó a una fuente que parecía ocultarse a propósito de miradas indiscretas. La estructura era una obra de arte en sí misma, tallada con intrincados motivos que contaban historias de tiempos antiguos. El agua brotaba con gracia desde una figura angelical en el centro, cayendo en un estanque que capturaba la luz lunar, transformándose en un espejo líquido que reflejaba su rostro.
Aurora se sentó en un banco cercano, tallado con la misma delicadeza que la fuente. Levantó la vista hacia el cielo nocturno, donde las estrellas parpadeaban como faros distantes. La soledad de la noche se veía suavizada por el coro silencioso de luces celestes, y en ese momento de paz, Aurora encontró un consuelo efímero para su alma inquieta.
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Una figura solitaria se deslizó a través de la penumbra, deteniéndose al borde de la fuente donde Aurora yacía dormida en el banco. Se aproximó con pasos mesurados, cuidando no perturbar el descanso de la joven. Bañada por el resplandor plateado de la luna, Aurora parecía una visión etérea, su belleza magnificada por la luz nocturna. La figura contuvo un gesto involuntario, la tentación de acariciar su rostro en reposo.
Optó por permanecer en silencio, simplemente observando su sueño tranquilo. Con un susurro apenas audible, invocó un hechizo ígneo que tejía calor alrededor de ella, asegurándose de que la fría noche no perturbara su paz. Así, el Duque, usualmente distante y reservado, se quedó a su lado, compartiendo la quietud de la noche estrellada.
Sin embargo, para Aurora, aquel encuentro nocturno permanecería oculto en las sombras del olvido. Al despertar en su cama al día siguiente, las imágenes de la fuente y del Duque se desvanecieron como hilos de un sueño, dejándola con la duda de si alguna vez habían sido realidad.
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Comments
Myriam
Ya esta enamorado... Era de esperarse, él tiene un secreto
2025-01-02
0
indira avila
😙😙 como que aquí ya está despertando algo más 🤭
2025-01-09
0
Guadalupe Flores
el Duque se esta enamorando de ella?
2024-07-12
3