Capítulo 10. Malas decisiones

Capítulo 10

Malas decisiones

La luz se cuela por la ventana que la noche anterior había quedado entreabierta, misma que daba al patio trasero de la casa, donde yacía el viejo jardín ahora muerto y tapado por el pasto seco.

Las cortinas se mueven de un lado a otro por la brisa fría de la mañana un poco lluviosa.

Keyler comienza a moverse entre sus sábanas, estira los brazos y abre sus ojos poco a poco, luego los estruja con sus puños y sus pupilas no tardan mucho en adaptarse a la luz del día. Se sienta sobre la cama y siente como si su cabeza va a explotar, era la resaca del día anterior que le estaba pasando factura. Él fija su mirada al piso, justo frente a la mesita auxiliar un par de botellas de ron totalmente vacías y restos de cenizas y colillas de cigarros regadas por todo el lugar.

Se levanta trastabillando aun mareado, intentando llegar a la puerta de su habitación, patea las botellas vacías y las envía debajo de su cama donde chocan con las que había tirado por ahí las noches anteriores.

Reflexionaba acerca de su comportamiento y ese vicio tan maldito que debió abandonar hace mucho tiempo, estaba seguro que no debía tomar tanto o corría el riesgo de convertirse en alcohólico, como lo era su padrastro al que odiaba tanto, pero aun así se dejaba llevar por la ansiedad y seguía bebiendo cada noche para olvidar la desdicha de su pasado.

Pareciera que su única compañía en este mundo era el alcohol, los cigarrillos y lo único que conservaba de Mónica, aquella muchacha se veía tan hermosa en ese retrato que pintó de ella en una tarde de abril. Su sonrisa impecable y sus cabellos rizados llevados por el viento, era glorioso ver su imagen plasmada en una hoja de papel pegada a la pared de su habitación

Suspira profundo y camina hacia la puerta. No se preocupa por colocarse ropa, siente que no es necesario, ya que en esa casa no había nadie que lo tomara en cuenta. Llega a la cocina y se consigue con su madre, quien anda de un lado a otro trajinando para terminar de preparar el desayuno.

En esa cocina no se oye siquiera un saludo matutino ni hay una minima señal de afecto entre los dos, Keyler por su parte tan solo se acerca al refrigerador y saca una botella de leche, se sirve un poco y la toma en un solo sorbo con la esperanza de que eso le ayude a mejorar su malestar. Alicia por otro lado le coloca el desayuno a su hijo sobre la mesa sin siquiera voltear a verlo. A aquella mujer no se le hacía raro ver a su hijo holgazaneando un martes por la mañana, andando en bóxer y sin camisa por toda la casa, estaba tan acostumbrada a que perdiera tantos días de clases que no le importaba, eso era aun más frecuente de lo que se imaginaba, pero lo que hiciera Keyler con su vida no tenía relevancia para ella.

Alicia ni siquiera se preocupó por el aliento elítico que tenía su hijo aún menor de edad, estaba tan concentrada vigilando a su marido día y noche para que no le sea infiel, que había descuidado por completo la atención de su hijo a quien no le importaba si repetía o aprobaba el periodo académico que había conseguido de manera tan inmerecida gracias a una beca en uno de los colegios mas prestigiosos de la ciudad.

Keyler, por su parte, centra su mirada en el rostro de la mujer que hacía de todo para no toparse de frente con él, aun así el muchacho fijó toda su atención en los labios de su madre, mismo que estaba partido y un poco ensangrentado, un ojo morado e hinchado, pero no se molesta en preguntar lo que sucedió, ya que se lo imaginaba, pudo alcanzar a oír los gritos por la noche desde su habitación, creía que era una estúpida al quedarse con ese hombre que lo único que hacía era humillarla y golpearla cada vez que llegaba borracho a casa, que cabe acotar era más frecuente de lo que se imaginaba, pero ella era una tonta que lo permitía, de ser más inteligente hubiera dejado a ese alcohólico de mierda y se hubiera buscado algo mejor, pero era su decisión, ya que antes él había realizado algunos intentos de aconsejarla e incluso defenderla de ese hombre, pero como siempre se ganaba regaños y a veces fuertes golpizas de parte de ella por entrometerse en su vida privada, así que desde ese entonces había decidido ignorarlo por completo, a fin de cuentas ella no lo agradecería nunca.

El muchacho tenía algunos periodos de lucidez en los que se repetía que no debía atentar contra la vida de ese hombre y en su mente rondaba la imagen de aquel hombre al que asesinó por defender a su madre, pero estaba seguro de que no volvería a hacerlo, no quería. Sabía que eso estuvo mal y que no podía permitirse perder el control de sus actos una vez más.

Mientras que estaba en casa, su actitud era serena. Pero al momento en que Alicia lo obligaba a ver a su psicólogo su mente se veía interrumpida de repente como por un ente maligno que le hacía alucinar cosas sin sentido y odiaba tener que ir cada semana a esas incómodas sesiones que lo hacían ser malo, le obligaba a recordar lo que había hecho en el pasado y que no quería repetir jamás.

En esos días era en los que volvían sus miedos y las voces en su cabeza le decían que estaba en peligro, que todo el que se le acercaba quería matarlo y lo obligaban a defenderse.

Una de esas tardes en la que el loco, como lo calificaba su madre, estaba fuera de sí, golpeó con fuerza al marido de su madre quien se había atrevido a darle una fuerte bofetada en su presencia, Keyler en ese momento botó el poco autocontrol que luchaba por conservar a diario y le voló encima. No dejó un solo espacio de su cara donde no le dio con su puño cerrado, ese fue el motivo por el cual su padrastro se cansó de soportar por lo mismo cada día, de aguantar el hostigamiento que padecía a diario por el loco hijo de su inservible mujer y se marchó de casa sin avisar, llevándose consigo todo tipo de objetos de valor como relojes, cadenas de oro y plata. El anillo de matrimonio que le regaló Patrick a Alicia hace ya tanto tiempo, todo lo que podría vender mas adelante para escapar y no volver jamás.

Esa misma tarde Alicia le dijo a Keyler que todo comenzaría a andar de la mejor manera en casa, que se habían terminado los gritos y las peleas que tanto le agobiaban y que de ahora en adelante él podría vivir tranquilo y disfrutar de la paz que él tanto pedía, y lo abrazó. Lo abrazó tan fuerte como pudo llorando en el pecho de su hijo que ahora ya era todo un hombre, alto y musculoso.

Hacía mucho tiempo que Keyler no sentía ese cálido abrazo, de hecho había olvidado lo que se sentia ser abrazado por alguien y se sintió raro, no pudo corresponder al afecto fugaz que le brindaba Alicia con una media sonrisa vacía en su rostro y una mirada perdida. Al muchacho le costaba extender sus brazos para rodear el cuerpo de la mujer que le había dado la vida, simplemente lo dejó pasar, suspiró y se alejo de ella.

Tomó su bolso, sus llaves y una chaqueta negra con capucha y salió de casa como todas las tardes a dar un paseo por las calles desoladas y empapadas por la fría llovizna que brindaba el final del otoño, era lo único que le daba la tranquilidad que no tenía en casa desde que su padre se marchó. Creía que las promesas de Alicia eran vanas, pues no pasaría tanto tiempo en que ya estuviera viviendo con algún otro hombre como siempre había sido.

Al volver a casa ya era casi de noche y en efecto todo se encontraba en absoluto silencio. No se preocupó, volvió a su habitación y se encerró a tomar una botella de ron y fumar algunos cigarrillos antes de dormir, cosa que ya era costumbre, pues los malos hábitos son los más difíciles de dejar.

Eran las once de la mañana del día siguiente, se había quedado dormido una vez más y eso significaba otra sanción por falta injustificada al instituto. Tenía intenciones de asistir este día, pero esta vez no había sido despertado por el ruido de su madre al golpear los trastes mientras preparaba el desayuno.

Moría de hambre y se levantó a ver que conseguía en el refrigerador.

« Parece que Alicia si se está tomando en serio la paz mundial, ni siquiera hizo ruido esta mañana a propósito para despertarme »

Pensó con respecto a su madre.

Tres días habían pasado y aquel oscuro y solitario muchacho seguía con sus rutinas raras, los vecinos comenzaron a quejarse del hedor que provenía de aquella casa y llamaron a las autoridades, mismas que descubrieron el cadáver de Alicia colgado del techo en medio de su habitación con unas sábanas rasgadas haciendo una especie de cuerda.

El muchacho fue detenido y enviado a un hogar sustituto poco tiempo después, donde pasó alrededor de dos años enteros, ya que su padre se encontraba fuera del pais por motivos laborales que ni siquiera pudo enterarse de que la demencia de Alicia la había llevado a la muerte.

En todo ese tiempo Keyler se mantuvo haciendo de las suyas para no ser adoptado por ninguna de las parejas que escasas veces visitaban aquel orfanato buscando construir una familia.

A sus dieciocho fue expulsado de la casa hogar, debido a que ya era mayor de edad el estado no podía seguir intercediendo a su favor. Era un pésimo estudiante repitiente que aprovechaba al máximo las plazas que ofrecían los vándalos disfrazados de corderos cada año.

Era el victimario del último año, el terror de todos los acudientes del lugar, incluyendo a algunos profesores que laboraban allí como voluntarios, mismos que habían sido amenazados por su pequeña mafia.

Luego de dos largos años el chico al fin volvió a casa donde vivía hace un tiempo con su madre.

Los recuerdos lo invaden por completo, aunque ahora no le importa, se prometió a sí mismo que recuperaría su vida y sería grande. Para ello documentaría las partes más importantes de su vida, incluyendo sus más oscuros deseos.

Fue aquí donde se sentó en la puerta de entrada de su casa, tomó esa pequeña libreta y escribió por horas lo que había vivido desde sus siete años.

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