El cumpleaños perfecto

La pasión consumió a Carlos y Marcela en el jardín, lejos del horror que se desarrollaba en el interior de la mansión. Mientras Carlos, embriagado por la belleza y el misterio de Marcela, la llevaba a un lugar apartado, lejos de las miradas indiscretas, la seducción se apoderaba de ambos. Con palabras dulces y gestos apasionados, Carlos deshacía el vestido de Marcela, revelando la belleza de su cuerpo. Un beso ardiente, un viaje al mundo de los sentidos, los unió en un abrazo frenético. La pasión, intensa y desbordante, los envolvió en una danza sensual, alejándolos de la realidad, de la tragedia que se cernía sobre la fiesta. En ese momento, el poder de la seducción era absoluto, borrando cualquier otra consideración, cualquier otra preocupación. Marcela, cautivada por el encanto de Carlos, se abandonó a los placeres del momento, olvidando, al menos por un instante, el peso de sus culpas y el terror que la acechaba.

Mientras tanto, en el jardín, Noemí, junto a Azul y Milagros, se enfrentaba a una realidad distinta. La angustia y la incertidumbre se apoderaban de Noemí, quien, con la mente llena de preguntas sin respuesta, se preparaba para una conversación que podría cambiar su vida para siempre.

Noemí: Espera, ¿a dónde vamos entonces?

En ese momento, una figura emergió de las sombras: Juan, herido y débil, pero vivo. Noemí, al verlo, corrió hacia él, abrazándolo con fuerza. Las lágrimas brotaron de sus ojos, aliviando la tensión acumulada.

Juan: Amor mío, ¡qué gusto volver a verte!

Noemí: ¿Cuéntame qué te pasó?

Juan, con voz entrecortada, comenzó a relatar su experiencia: Tu madre… tu madre… no sé. Quizás fue un accidente, pero pensé que quería matarme. Quedé atrapado, herido. Casi me ahogo con mi propia sangre. Perdí el conocimiento. Luego, sentí el calor del fuego… creí que iba a morir. De pronto, empecé a rodar… hasta que vi a un hombre…

Milagros: Mi padre.

Juan: Sí. Él me ayudó a escapar. Me llevó a un lugar seguro y me cuidó hasta que pude recuperarme un poco. Intentó buscarte, pero luego desapareció. Por eso, Milagros y yo hemos estado tratando de contactarte.

Noemí: No entiendo… ¿Por qué no me dijiste nada antes?

Juan: Tenía miedo. Miedo de que tu madre nos encontrara. Miedo de lo que pudiera pasar. Milagros me ayudó a enviarte mensajes, pero… no sé qué creer. Todo esto es muy confuso.

En ese momento, la noticia del asesinato conmocionó a la fiesta. La víctima fue identificada como la joven pareja del diputado, una mujer que había asistido a la fiesta con un vestido llamativo, un vestido que había llamado la atención de muchos, incluyendo a Carlos. La muerte de la joven pareja del diputado, un hecho inesperado y brutal, sumió a la fiesta en el caos y el terror. El asesinato, descubierto en el baño de mujeres, era una prueba más de que la noche se había desviado hacia un camino oscuro e impredecible. El encuentro entre Noemí y Juan, un encuentro lleno de esperanza y alivio, se vio ensombrecido por la tragedia que se desarrollaba a su alrededor. La mansión Richi, que hasta hace poco había sido un símbolo de lujo y elegancia, se había convertido en el escenario de un crimen atroz.

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