Rebirth Fighter: La Redención Del Espíritu
Seojun se despertó en su pequeña cama en el oscuro dormitorio del orfanato. El sol apenas penetraba las gruesas cortinas que cubrían la ventana, sumiendo la habitación en una sombría penumbra. Al desperezarse, su mente comenzó a recordar las pesadillas que lo habían atormentado durante la noche: sombras sin rostro que lo perseguían, y voces susurrantes que le recordaban su soledad y sufrimiento.
Seojun se levantó con esfuerzo, sintiendo el peso de sus recuerdos y su realidad. Al mirarse en el espejo, no pudo evitar fijarse en la profunda cicatriz que serpenteaba por su mejilla derecha. Era un cruel recordatorio de los tormentos que había sufrido por parte de sus compañeros de orfanato. Aquellos golpes y burlas, nacidos de la crueldad y la incomprensión, habían dejado una marca indeleble no solo en su piel, sino también en su alma.
El recuerdo de su madre, una drogadicta que lo había abandonado a su suerte, también pesaba en su corazón. A pesar de no tener recuerdos claros de ella, su ausencia había dejado una herida abierta en su alma, una herida que ni el tiempo ni el cariño de los cuidadores del orfanato podían sanar.
Decidido a escapar de sus tristes pensamientos, Seojun se dirigió al comedor del orfanato. El lugar estaba impregnado del olor a café barato y pan recién tostado. Allí, encontró a su amiga más cercana, Yoojung. Ella era una chica menuda y vivaz, con una sonrisa que parecía desafiar la tristeza del lugar. Yoojung siempre había estado a su lado a pesar de las dificultades, ofreciendo un consuelo silencioso y una lealtad inquebrantable.
“Buenos días, Seojun,” dijo Yoojung, mientras colocaba un plato de gachas frente a él. “¿Dormiste bien?”
Seojun esbozó una sonrisa forzada. “Más o menos. ¿Y tú?”
“Ya sabes, lo de siempre,” respondió Yoojung, encogiéndose de hombros. “Pero al menos hoy tenemos un día más para soñar.”
Mientras compartían un desayuno modesto, hablaban de sus sueños y esperanzas. Seojun escuchaba con atención las historias de Yoojung sobre convertirse en una famosa pintora, mientras él guardaba sus propias aspiraciones en silencio. Pero en su corazón, no podía evitar sentir una chispa de admiración por el mundo del boxeo.
Observaba los combates en la pequeña televisión del orfanato con fascinación. La fuerza y la determinación de los boxeadores le parecían casi sobrehumanas. Había algo en la manera en que se movían, en cómo enfrentaban el dolor y la adversidad, que resonaba profundamente en él. Seojun anhelaba ser como esos valientes luchadores en el ring, deseaba liberar sus frustraciones y miedos a través de los puños, encontrando una seguridad y confianza que siempre le habían sido negadas.
Sin embargo, el miedo al rechazo y a ser lastimado una vez más lo mantenían cautivo. A pesar de su deseo ardiente de mostrarle al mundo lo que era capaz de hacer, el temor a ser derrotado y humillado lo paralizaba. Los ecos de las risas y los insultos de sus compañeros resonaban en su mente, recordándole que no era más que un niño abandonado y marcado por la desgracia.
Esa noche, mientras observaba el cielo estrellado desde el patio del orfanato, Seojun hizo una promesa a sí mismo. Las estrellas, con su brillo distante y eterno, le inspiraron una determinación nueva. Prometió que iba a superar sus miedos y a enfrentar a todos aquellos que lo habían lastimado. Se juró a sí mismo que algún día sería un boxeador valiente y fuerte, capaz de luchar por justicia y redención.
Cerrando los ojos, Seojun respiró hondo y dejó que el fresco aire nocturno llenara sus pulmones. Sentía la promesa ardiendo en su corazón, un fuego que ni el miedo ni el dolor podrían apagar. Nunca más permitiría que su pasado definiera su futuro. El camino hacia su renacimiento como boxeador estaba por comenzar, y con cada paso que daba, se acercaba más a la libertad y la fuerza que tanto anhelaba.
Al regresar a su dormitorio, Seojun se dejó caer en su cama, sintiendo una paz inusitada. La sombra de su cicatriz se desvaneció en la oscuridad, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió lleno de esperanza. Soñó con un ring iluminado, con el sonido de la multitud vitoreando su nombre, y con cada golpe que daba, se liberaba de las cadenas de su pasado.
El amanecer trajo consigo un nuevo día, y con él, una nueva oportunidad. Seojun se levantó con una determinación renovada. El mundo del boxeo no sería fácil de alcanzar, pero estaba decidido a enfrentar cada desafío que se interpusiera en su camino. Su viaje hacia la grandeza comenzaba ahora, y nada ni nadie podría detenerlo.
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Comments
SaraWells
Un buen inicio, me atrapó. Me gusta tu narrativa y está muy bellamente escrito, seguiré leyendo. ✨
2024-05-24
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