Cinco años después de la aparición de los pilares gigantes, celebré mi décimo octavo cumpleaños. Mi supervivencia hasta entonces se debió a la solidaridad de la gente que construyó refugios, y a mi condición de niño de trece años cuando todo comenzó, lo que me permitió ser acogido durante un tiempo sin mayores exigencias, realizando trabajos simples de transporte o mensajería. Aunque apenas conocía a las personas que me rodeaban y estaba devastado por la pérdida de mis padres, quienes me acogieron ya no están en mi memoria, ya que la mayoría de ellos cumplían 18 años y se iban a trabajos de campo donde muchos no regresaban.
Mis días en el refugio eran solitarios, con pocas personas de mi edad con quien relacionarme. Sin embargo, encontré en dos individuos a mis únicos amigos. Uno era hábil para obtener recursos escabulléndose y robando, lo que aseguraba nuestra supervivencia en el refugio. La otra persona destacaba por su habilidad para inventar y reparar cosas. Gracias a ellos, mis días nunca fueron del todo oscuros, pudiendo encontrar momentos de alegría y risas en medio de la adversidad. Aunque ya no sé dónde están, ya que salieron antes que yo y nunca regresaron de su primera expedición. Aunque no tengo confirmación de su destino, mantengo la esperanza de reencontrarlos algún día.
Cuando finalmente salí del refugio a los 18 años, mi objetivo era encontrar a mis amigos perdidos, aunque mis esfuerzos no dieron frutos. La mayoría de mis intentos de contacto resultaron infructuosos, encontrando más desolación y muerte que supervivientes. Esta búsqueda solitaria se vio interrumpida dos años después por una revuelta en el refugio, donde la población, harta de las condiciones restrictivas y la falta de recursos, estalló en conflicto.
Decidí apartarme de este ambiente tumultuoso, sintiendo que mi lugar estaba en otro lado. Aunque carecía de experiencia y conocimientos, estaba decidido a buscar a mis amigos perdidos y a encontrar un nuevo propósito en un mundo transformado por la tragedia de los Ángeles. Aunque el camino fuera difícil y lleno de incertidumbre, estaba determinado a seguir adelante, buscando respuestas y un lugar donde pertenecer en esta nueva realidad desafiante.
Me dediqué durante varios meses a mejorar todas mis habilidades necesarias para sobrevivir en este mundo postapocalíptico: combate, recolección, primeros auxilios, y más. Aunque carecía de un mentor que me guiara, pude construir sobre las bases que aprendí en el refugio. Sin embargo, avanzar sin una dirección clara era un desafío constante.
Después de un período de cuatro meses en solitario, finalmente encontré a otros supervivientes. Eran un grupo de cinco personas: dos mujeres, dos niños y un hombre. A pesar de que parecían una familia unida, el hombre estaba agotado y solo no podría protegerlos por mucho tiempo. Les ofrecí mi protección a cambio de un poco de comida, y así nos unimos para emprender un viaje hacia un refugio al oeste conocido como "La Luz". Decidí que ese sería también mi destino por el momento.
Al conocer más sobre el grupo, descubrí que el hombre era el esposo de una de las mujeres y padre de los dos niños, mientras que la otra mujer era la hermana del hombre. Habían escapado recientemente de otro refugio con condiciones de vida insoportables. El hombre, a pesar de sus 42 años y el agotamiento de los esfuerzos de protección, seguía firme en su determinación de mantener a su familia a salvo. Me impresionó su dedicación y esfuerzo incansable por proteger a los suyos.
Esa noche, le sugerí al hombre que descansara mientras yo tomaba su turno de guardia. Mientras velaba por el grupo, reflexionaba sobre la familia que había perdido y sobre la nueva familia que había encontrado. Me di cuenta de que ahora vivía no solo por mí, sino también por ellos, al igual que este hombre que demostraba una fuerza y determinación que me inspiraban a seguir adelante en este mundo implacable.
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