Tocaba a la puerta de una pequeña casa en un barrio modesto de la ciudad, la dirección escrita en el teléfono móvil, más la foto, le aseguraban que estaba en el lugar correcto.
Emiliano saludaba amablemente y lo invitaba a pasar a la salita, que desprendía una sensación de soledad y nostalgia.
-¿Emiliano vives solo?
- Vivo con mi tío y su esposa, ellos han salido a un evento el día de hoy.
-Tu familia vive en el campo, alguna vez lo mencionaste.
-Así es, bueno, al menos mis abuelos...verás... Le dijo tímidamente, con una mirada de melancolía, más profunda que la usual, ellos me criaron desde qué... guardo silencio por un momento.
-No te obligues a contarme algo que no puedes.
Ofreciéndole un café y galletas, prosiguió con su historia. Los abuelos maternos se dedicaron a su crianza, desde que su madre tomo la decisión de suicidarse, cuándo Emiliano tenía siete años. El abuelo y él, la encontraron envuelta en un charco de sangre, demasiado tarde para salvarle la vida, los gritos lamentosos se extendieron por la casita, perder a mamá a esa edad, es el más terrible acontecimiento que la vida puede ofrecerte. Por aquel tiempo, la relación de sus padres estaba bastante fracturada, no pasaron ni cuatro meses desde el deceso de su madre, cuando el padre anunciaba su compromiso con otra mujer.
Pero la esposa de su padre, no cargaría con la responsabilidad de educar a un niño. Suplicante aferrado a las piernas de papá, le alejaba una y otra vez, el abuelo lo sostenía con fuerza, viendo que se marchaba sin mirarlo por última vez, el horizonte crepuscular absorbía a su padre y él no era capaz de alcanzarlo.
Nunca antes la desolación se presentaba de forma tan aguda, creyó que tal vez se lamentaría con sollozos, pero no fue así, Alejandro en señal de acompañamiento a su dolencia, amablemente coloco la mano en su hombro.
Este último, también le hablo sobre su familia, su madre los abandonó cuándo él contaba con escasos dos años, no la recordaba, pero guardaba una foto consigo. La persona que cumplió ese rol, fue la abuela Ana Lucía, ella era su mamá y estaba seguro de que lo amaba como a un hijo, aunque a veces, le daba la impresión de que cuando lo miraba, veía a otra persona. Su padre Arturo siempre estuvo ahí para él, no fueron días fáciles, pero estaba agradecido de haberlos vivido.
Entre historia y secretos, descubrieron que tenían la misma edad, compartían la fecha de nacimiento, un dos de diciembre, el mismo tiempo de sangre, ambos jugaban baloncesto y estaban becados en la universidad.
-Eres como mi hermano, tal vez en otra vida fuimos hermanos de sangre, gemelos diría yo, le decía Alejandro con una enorme sonrisa, disfrutando del café.
A medida que Alejandro se expresaba, Emiliano recuperaba su semblante, conversar con otra persona disminuía sus tristezas y penas..Él era el mejor amigo que alguien podría tener.
Después de exponer sus más intimas confidencias, pasaron al tema central que los reunía, Emiliano sin omitir detalle explico la situación que vivía Emma Cárdenas. Alejandro caviló en un modo de protegerla, después de meditarlo por un largo rato, finalmente pensó en Ángel de la Luna. Ella podría cuidarla dentro del aula de clase y ellos dos, cuando estuviera fuera o en la biblioteca.
Tenía varios pasatiempos, pero ninguno tan agradable y satisfactorio como tocar el piano y cantar, era su medicina para el alma, el sonido la invitaba a imaginar un magnífico universo lleno de magia y color, o tal vez una historia con final feliz.
Se dio la vuelta para mirar por última vez el piano y prosiguió su camino, tenía una cita y debía cumplirla, no le generaba ninguna expectativa, lo hacía por cortesía. Sus dos escoltas la ayudaron para abordar el vehículo y se dirigió al salón le las Lajas.
Un vestido sacado de un cuento de hadas, ella la musa de las más hermosas composiciones líricas, retrataba la esencia de belleza en todo su esplendor. En el salón se guardó el silencio, para contemplar enteramente a un Ángel con ojos color cielo, que recorría con gracia, el engalanado salón.
La voz de Katarina la llamaba y la invitaba a sentarse en la mesa, los cuatro chicos deleitaban sus oídos con la más exquisita música clásica, que interpretaba extraordinariamente la agrupación.
Finalizado el evento, Marcos se llevó a Katarina, para que Daniel se quedará a solas con Luna.
A Daniel realmente le gustaba Luna, empezó por una charla sobre pasatiempos, interés en común y planes a futuro, con la intención de amenizar el ambiente entre los dos, al cabo de un rato, sus palabras expusieron sus verdaderas intenciones.
-Es usted una mujer muy hermosa, agradable e interesante, ese conjunto de cualidades me atraen sobremanera, desde hace algún tiempo he querido expresarle mis sentimientos, "me gusta y deseo que corresponda a mis afectos"
Sorprendida por la declaración recibida, guardo la compostura, dejando de lado el postre de melocotón que consumía, se enfocó completamente en él -"Estoy agradecida de recibir esos halagos, sin duda, usted es excepcional, pero no puedo retribuirle de la misma forma."
-¿Tiene usted algún interés amoroso? ¿Le gusta otra persona?
Se reservaría la respuesta a esa pregunta. -"Simplemente,, no puedo mentirte con respecto a mís sentimientos, no sería justo para usted ni para mí, aun así, deseo que continuemos siendo amigos".
-No voy a rendirme tan fácilmente, realmente estoy interesado en usted. Organizando la corbata, veía esa hermosísima mujer y pensaba en la manera de tenerla.
El fin de semana terminaba, de nuevo las labores académicas se anteponían a lo demás. En la mañana Alejandro busco a Luna, era su trabajo, pero el deseo de verla, de sentirla cerca, se imponía frente a su obligación. Además estaba dispuesto a solicitar un amparo para Emma.
-Ángel, sé que no tiene ninguna responsabilidad de ayudarme, es más, considero que es demasiado atrevido de mi parte solicitarle algo, pero espero que pueda brindarme un poco de apoyo.
Esa mirada dulce que suavizaba su expresión facial, le recordaba a la primera vez que se habían conocido, en ese momento no le negaría absolutamente nada.- ¡Me estás asustando Alejo!, dime lo que necesitas y con gusto te ayudaré.
Alejandro le explicó la situación que enfrentaba la chica becada, estudiante de medicina, le pedía amablemente que la protegiera de sus compañeros; una persona con el apellido Beaumont nadie sería capaz de intimidarla.
-Es todo lo que quieres, está bien, déjame ayudarla.
Emiliano se aproximaba a Emma, quién se encontraba esperando en el parque, sentada sola en la hierba, al verlo se abalanzó y con fuerza lo abrazó.
-Lo siento
-No te preocupes Emma
Emiliano le informó a ella sobre el plan que diseñaron para disminuir el acoso recibido, aunque renuente al principio, decidió aceptar, quizás de esta forma podía sobrevivir un poco más en ese infierno.
Él era como un Ángel para ella, su sonrisa risueña, su gentil mirada, sus amables palabras, todo eso le generaban infinita tranquilidad, una bonanza inexplicable, entre tanta basura, él era luz para su vida.
Luna y Alejandro intentaron disimular el sobrecogimiento al ver a Emma, era la chica que salía de la oficina de Alberto con una imborrable expresión de desconsuelo. Serenos le tendieron la mano, conocían sus padecimientos, no podían borrar sus dolorosos recuerdos creados en ese plantel, pero contribuirían a forjar unos nuevos, más agradables, tratarían de sostenerla para evitar que renunciara como todos los demás.
Luna se marchaba con Emma, cumpliría su promesa de protegerla.
Sumamente avergonzado, con el rostro impregnado de carmesí, se acercó a Isabel en el salón de clases y le entrego un cuaderno con los apuntes más importantes y significativos de algunas materias, así mismo, le ofreció una maceta con flores de lirio, en diversos tonos de rosa.
-Esta es mi forma de agradecerle por la invitación de la otra vez, sé que le gustan las flores, me tome el atrevimiento de escoger lirios para usted, los apuntes le servirán de estudio para los próximos exámenes.
Isabel no podía ocultar su emoción, como si fuese una chiquilla que recibe por primera vez un juguete, aparecian en sus ojos un auténtico brillo de felicidad, que borraba totalmente su mirada soberbia.
-Gracias Emi por el detalle, en verdad lo apreció.
Se retiró de su lado e inmediatamente se le acercó una compañera de clase y con una risa burlesca le expreso: "Con que Isabel Alameda, la señorita más prestigiosa de la facultad, tiene amistad con el idiota niño becado" ¡que patética eres!.
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