Abandonaba la oficina del profesor Alberto, una joven con una nítida expresión de tristeza, que aunque carente de lágrimas, sus enrojecidos ojos denotaban que este proceso ya había sucedido. Sin emitir alguna dicción, cruzo por su lado, presionando los libros que traía en sus manos.
- He visto a esa señorita antes, hemos compartido algunas asignaturas, creo que también estudia medicina.
Atemorizado, Alejandro le pidió cordialmente a la señorita investigar quien era ella, dado los antecedentes de Alberto, estaban en la obligación de advertirle sobre el sujeto en cuestión, aunque cabía la posibilidad de que su relación se basara únicamente en el ámbito educativo, ella podría ser una estudiante de medicina y él era docente de esa carrera.
El saco en color beige, colocado cuidadosamente sobre la silla, el estante colmado de libros, el escritorio saturado de trabajos de los estudiantes, bolígrafos de colores diversos, el ordenador con su impresora y varias resmas de papel, daban la impresión de que Alberto era un profesor excepcional y dedicado, podría considerarse de este modo, si solo se evaluara los conocimientos y habilidades, pero dado los acontecimientos antes mencionados, su personalidad dejaba mucho que desear.
De pie frente a la ventana cerrada, acomoda sus anteojos, el cigarrillo que sostenía medio consumido, esparcía el humo con rapidez, el olor infestaba hasta el pasillo, la puerta estaba abierta desde la salida de aquella jovencita.
-Profesor, he traído la propuesta de proyecto para su materia
-Mi hermosa Luna, te estaba esperando, le dijo sin voltear a vela, seguía mirando hacía el horizonte.
Su expresión agradable cambio instantáneamente, cuando al voltear diviso al chico que la acompañaba, lo recordaba, era el mismo que había interrumpido su fascinante cita con ella.
-¿Qué haces aquí con él? No estas en mi clase, sal inmediatamente de mi oficina, debo estar a solas con mi estudiante, no son temas que deban tratarse con alumnos de otras carreras
- Lo siento por usted, pero no me voy a ir, es la señorita Beaumont, quien me ha pedido que la acompañe.
Con una postura expandida, leve sonrisa, mirada fija y la más absoluta seguridad expresó:" En ningún artículo del manual operativo de la institución, se prohíbe entregar trabajos académicos en compañía de otros, siempre y cuando no interfiera con las reglas, puedo hacer lo que me plazca, espero que no olvide con quién esta tratando, le recuerdo que mi nombre es Ángel de la Luna Beaumont y si aún esta en esa silla, es porque no me ha dado la gana de hacerlo echar, ¡espero que se mantenga alejado de mi!"
En la salida, Alejandro le expreso su admiración por tener el suficiente carácter, para enfrentarse de esa manera a quien había intentado lastimarla; ella inmersa en un mar de emociones, tomó con fuerza sus manos y le agradeció por todo sus cuidados y apoyo durante esos días. -¡Me has infundido valor y confianza!. Alejandro intranquilo trago saliva y mantuvo su compostura para evitar abrazarla.
Exasperado, arrojó algunos documentos del escritorio, maldijo su suerte y apretando los dientes, decidió averiguar quien era el sujeto que siempre estaba con ella.
Entrada la noche, en un exclusivo club del norte de la ciudad, María Fernanda, Isabel, Marcos y Daniel se divertían, el tema central puesto sobre la mesa, no era ni más ni menos que la forma en la que "limpiarian" la universidad de personas indeseables. Cada año se otorgaban aproximadamente seis becas y a casi finalizar el semestre, solo quedaban tres personas, los estudiantes de las otras facultades habían hecho un gran trabajo.
- El problema es Alejandro, expresó Marcos, reconozco que a parte de ser inteligente, es valiente y persistente, no es fácil de intimidar, su inamovible perseverancia, sumada a su capacidad intelectual, ha conmovido a su amigo, que a pesar de todo, ha resistido la adversidad. ¡Será todo un deleite destruirlos!, una carcajada estrepitosa salió de su cuerpo, su semblante pernicioso rozaba la crueldad.
-Alejandro trabaja para Luna, intervino Isabel, en la más absoluta despreocupación, cruzaba sus largas piernas y sorbia un trago de vino.
-¿Qué has dicho?, preguntó María Fernanda, quien se había mantenido en silencio hasta ese momento.
-¿Cómo sabes eso?, Imposible que dada la categoría de Luna, quisiese trabajar con alguien tan modesto, incluso Daniel, deseaba obtener alguna información.
-Explicate Isabel, debemos conocer todas las variables de esta situación, ¡Habla de una vez!, malhumorado Marcos, exigía una respuesta.
-Hable con ellos esta mañana, el mismo Alejandro lo confirmó, los vi retirarse juntos, parecían muy cercanos. Su sonrisa de lado con aspecto malvado, se intensificaba cada que probaba el vino.
-¿En que momento sucedió todo esto?creí que Katarina le había advertido a Luna sobre ese sujeto, ¿Daniel te gusta Luna?
-Asi es Marcos
-Estas en la obligación de enamorarla, persuadirla para que rompa el contrato con Alejandro, así evitaremos que ella se relacione más con ese sujeto.
-Pensaba enamorarla sin que me lo pidieras, me gusta bastante.
-Isabel, ya tienes una tarea, además averigua con su amigo, sobre ese trabajo. Si Emiliano sale lastimado, Alejandro también sufrirá.
Isabel y Maria Fernanda, abandonaban el recinto, la oscuridad embadurnaba incluso sus rostros, el sonido de los zapatos avanzado hasta el parqueadero, era lo único que se podía escuchar.
-Has estado muy callada Mafe, ¿Te pasa algo?
-Estoy bien, abrió la puerta del automóvil, se sentó, divisaba a Isabel marcharse, el retrovisor le mostraba el reflejo de una persona que se veía triste, ¿Qué me está pasando?, pensó. Mañana todo volverá a la normalidad, se decía a sí misma.
- Señorita Ángel, disculpe, Beaumont, estoy preparando una clase con el profesor Nicolás, sé que es mi obligación cuidar de usted, cuándo se encuentra sola, no quiero importunarla, sin embargo, ¿es tan amable de acompañarme?
-Me gusta como suena mi nombre en su voz, somos de la misma edad, le pido que me llame así de ahora en adelante; sus ojos grandes combinados con su tímida sonrisa y la dulzura de sus palabras, eran la mezcla perfecta para hacer palpitar cualquier corazón y Alejandro no era la excepción, ¡Claro que puedo acompañarlo!
Tal vez se debía a su talento con los números, o a la increíble capacidad de sostener una conversación sobre matemáticas con el profesor Nicolás, quizás la pasión desmedida por aprender y enseñar o la totalidad de todos estos elementos, tenían a Luna extasiada, incapaz de mirar para otro lado, su atención se enfocaba en él. Un orgulloso Nicolás, elogiaba con creces, al que sin duda era su mejor estudiante, explotaría sus habilidades y se lo mostraría al mundo.
Siendo las 3:57 de la tarde, Emiliano en la entrada de la universidad esperaba a Isabel, compartieron algunas clases por la mañana, por la intensidad de las actividades ejecutadas no se dirigieron la palabra, en la tarde no se habían visto, el contacto de ese día fue mínimo.
Vestido con sus mejores prendas, nervioso tocaba su cabello ondulado, de una tonalidad castaño claro, largo en la parte de encima, cortó en los lados y atrás de la cabeza. Reviso nuevamente sus cuadernos, acomodo los libros, apretó su rosado labio inferior un poco más grueso que el superior con los dientes. Después de organizar el morral, sus ojos grises de prominentes pestañas, se posaron en la camioneta azul oscuro que se aproximamaba.
- ¡Emi, súbete, nos vamos!. Decía Isabel, observado a Emiliano, que definitivamente se veía más lindo que todos los días.
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