Había mucho alboroto en la entrada da la universidad, siendo casi las 8:00 de la mañana, una hermosísima mujer de cabello largo azafranado, con ligeras ondas en él, descendía gracilmente de un lujoso automóvil en color negro, venía acompañada de dos hombres vestidos de traje oscuro, que al parecer y dada las circunstancias debían de ser sus escoltas.
¡Miren!, exclamaba alguien dentro de la multitud, ¡su belleza no parece de este mundo, es casi como un Ángel!. Ella se desplazaba con donosura en un vestido de encaje azul celeste a la altura de la rodilla, la prenda que tenía un delicado corte en V, se ceñía a su cuerpo, permitiendo apreciar la encantadora y esbelta figura de la joven.
-¿Quién será ella Emiliano?, ¿Cómo puede existir en el mundo un ser tan absolutamente hermoso?, preguntaba Alejandro embelesado.
-No lo sé, nunca la había visto en la universidad, debe de ser una estudiante nueva, además, se nota que pertenece a un nivel social totalmente diferente al resto, basta con mirarla una vez, para comprenderlo.
- Ella es Ángel de la Luna Beaumont, les respondía María Fernanda Castel. - Es hija del poderosísimo señor Cristián Beaumont, un magnate en el mundo de los negocios.
Aquella desdeñosa mujer elevaba su arrogante mirada y examinaba de arriba para abajo a quiénes tenía en frente, alzaba las cejas y agregaba con sarcasmo:
- Pero ustedes no están a su nivel, no tendrán la oportunidad de dirigirle la palabra ni una sola vez en su vida.
- No pensaba hacerlo señorita Castel, si su actitud es similar a la suya, una personalidad a falta de valores, dominada por un ego insano, preferiría no tener ningún contacto con alguien así, le expresaba Alejandro chasqueando la lengua, a la vez que sus ojos verdes, de un matiz bastante infrecuente, se clavaban retadores en el rostro de María Fernanda, en ella se notaba como la ira se acrecentaba, apoderándose de todo su ser.
-¿Qué está diciendo cretino?
- Señorita, es mejor que no haga un escándalo aquí, no es agradable ver a una niña rica con un comportamiento tan ordinario.
- ¡Vámonos Alejo!, le decía Emiliano acomodándose el morral, ya casi es hora de la primera clase, no quiero llegar tarde.
El joven caminaba pausadamente y proseguía observando a la mujer que se robó toda la atención, le había dicho a María Fernanda que no tenía ningún interés por alguien así, sin embargo, su belleza, elegancia, porte y clase, lo habían dejado totalmente anonadado.
La deslumbrante dama recorría aquel sendero, altiva y resuelta, con pasos firmes y largos; sus zapatos dorados de tacón de aguja hacían un mínimo sonido, que contrastaba con el silencio de aquellos que contenían la respiración al ver a la impresionante señorita. Totalmente indiferente a los murmullos de los demás, avanzaba refinada y segura por el vasto campus.
- Luna, permíteme acompañarte a la administración para que la secretaría te indique en dónde queda la facultad de medicina.
- Gracias Kata, estoy muy emocionada, pero también muy nerviosa.
- ¿Tu padre aún no lo sabe?
- Él sabe que voy a estudiar en esta universidad, lo que no sabe es que será medicina.
- ¡Hum!...Deberás prepararte emocionalmente para enfrentarte a los conflictivos que se te avecinan.
- Lo se Kata, créeme que lo sé.
- Te espero a la salida de clases, quiero presentarte a Marcos y a sus amigos.
- Esta bien.
En su primera clase, Luna se topó con el profesor Alberto, un hombre misterioso de unos 40 años que enseñaba desde hacía poco tiempo en esa institución universitaria, después de haber terminado una maestría en el extranjero, él optó por dedicarse a la cátedra, se rumoreaba entre los docentes y estudiantes que sus habilidades y destrezas como médico y pedagogo eran en verdad sobresalientes. Impresionado se quedó aquel hombre, al contemplar a la preciosa muchacha que ingresaba tímidamente al aula.
- ¿Es usted una estudiante nueva?, la cuestionaba Alberto observándola con mucho interés. - Tiene que serlo... una persona tan bella yo no podría olvidarla.
- Si señor, es mi primer día aquí.
- ¿Cuál es su nombre señorita?
- Me llamo Ángel de la Luna Beaumont.
- La clase va a empezar pronto, puede ubicarse en uno de los asiento disponibles.
- ¡De acuerdo!
- ... La materia que estoy impartiendo es fisiología humana, espero que todos tengan la intención de aprender, de enriquecer su mundo de conocimientos, no quiero ver a nadie perdiendo el tiempo y tampoco quiero que me lo hagan perder a mi..., les explicaba Alberto a los estudiantes, sin apartar su mirada lasciva e insinuante de la recién llegada, ella sintiéndose muy incómoda evitaba el contacto visual con él.
Marcos Rangel, se disponía como casi todos los días a hostigar a su compañero, actividad que se había convertido en su pasatiempo favorito, en esta ocasión, el abyecto personaje, tiraba los cuadernos y los libros de Alejandro al suelo y se los pisoteaba reiteradamente.
- ¿Qué hace señor Rangel?
- ¡Profe Nicolás!... Yo solo estoy divirtiéndome un poco con este muchachito.
-¿Podría tomarse las clases con seriedad?
- Lo siento profe, pero... ¿por qué acataría sus palabras?, usted tampoco pertenece a nuestro círculo social, no es como nosotros, solo basta mirar su ridículo auto para saberlo... ¿No lo creen así chicos?, todos en el aula soltaron una estridente carcajada que inundó por completo aquel recinto.
-Claro que no, ¡válgame!, nadie quiere parecerse a un estólido y estulto como usted, de un cociente intelectual bajo y con ínfulas de grandeza, que usa para esconder su muy pequeño conocimiento.
- Está tentando a su suerte profesor Nicolás, me gustaría verlo expulsado se esté plantel.
- Adelante, inténtelo, pero por ahora sería tan amable de sentarse o de retirarse.
Nicolás empezaba con la presentación del tema, en matemáticas I, se estudiarían las propiedades generales de los números, logaritmos, ecuaciones, teoremas y demás contenidos relacionados. Al concluir la clase, Alejandro se apresuraba a retirarse del salón para reunirse con el docente en el pasillo.
- Profe, gracias por ayudarme con Marcos.
- ¡Mira Alejandro!, eres un estudiante excepcional, tienes muchos conocimientos sobre las matemáticas, no me gustaría que un chico talentoso como usted, tuviera que renunciar a estudiar solo porque alguien con más poder lo instiga a menudo; sin embargo, no es como sí yo pudiese protegerlo, he visto desistir a muchos chicos interesantes, ni siquiera los maestros podemos enfrentar a estos niños malcriados, prácticamente estás solo, tendrás que afrontar la adversidad y emerger.
- ¡Lo entiendo profe!, le decía Alejandro desilusionado.
La jornada académica matutina finalizaba, Luna salía del aula cavilando en los recientes eventos, abismada, se dirigía despaciosamente hacía el restaurante del campus, allí se encontraría con Katarina y sus amigos.
- Luna has tardado en llegar, le decía Katarina, sentada en una lujosa mesa, mirando detalladamente los menús para el almuerzo.
- Kata, siento la tardanza, ¿Cómo te fue hoy?
- Bastante bien, aunque estoy algo atrasada, pero mis compañeros me están ayudando. Y a ti, ¿qué tal te fue?
- Al igual que tu, estoy tratando de nivelarme. ¡Sabes!..., uno de mis profesores, Alberto, ha sido muy amable conmigo, me dijo que siempre podía acudir a él, en caso de no comprender algo.
-¡Umm!, ¡que suerte tienes!
En ese preciso momento, dos figuras masculinas, en elegantes y refinados atuendos, que resaltaban entre la multitud, avanzaban sonrientes y gallardos hacia la mesa que ocupaban aquellas bellas mujeres.
- Luna, te presento a Marcos Rangel, es mi novio, el chico del que te he hablado y él, es su amigo Daniel Palacios.
- Es un gusto conocerlos.
Los deslumbrados fanales de Daniel se incrustaron instantáneamente en el lindísimo rostro de la dama, los halagos de él no se hicieron esperar, tanta preciosidad lo maravillaba.
- ¡Es usted mucho más hermosa de lo que imaginé señorita, todo lo demás palidece en frente suyo!
- No me diga eso, hará que me sonroje joven Daniel.
- Tengo toda la intención de hacerlo.
Sentado en las inmediaciones de la ventana del salón, abstraído en sus incesantes contratiempos, Alejandro organizaba sus libros, el receso del mediodía acabaría pronto y necesitaba yantar antes de iniciar la jornada vespertina. A lo lejos, vislumbró a esa hermosísima mujer que había conocido en la mañana, caminando sonriente y con donaire en medio de tres personas. Decepcionado, el joven conversaba consigo mismo de lo recién avistado en una tonalidad lo suficientemente audible.
- Hermosa señorita, ¿no pudo encontrar a unos mejores amigos.?.¡Vaya!...Marcos y Daniel, ella debe de ser igual o peor que ellos.
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