CAPÍTULO 06

María Eugenia no pudo ocultar su malestar y con una voz seria le dice.

- ¿Podemos irnos? Creo que ya tengo el vestido.

Nain al escucharla, reacciona y pone esa expresión seria, fue a la caja y pagó el vestido, se sentía tan avergonzado de lo que sintió al verla, que solo quería salir de ahí.

 Sacó su tarjeta de trabajo donde tenía un ahorro bastante grande, era todo el dinero que le pagaban por el trabajo de repartidor.

Tenía ya pensado su justificación de por qué nunca había tocado ese dinero y eso era por las propinas que le daban; era la mejor justificación que tenía para tener ese dinero intacto, diciendo que era un ahorro para el día que se casara con la mujer de su vida.

Aunque la realidad era que él no gastaba dinero de esa cuenta porque no lo necesitaba, sus gustos eran realmente caros. Siempre compraba con el dinero que ganaba de lo que le pagaban, dinero que rápidamente sabía cómo lavar, hacerlo legal y lo tenía al nombre de una persona que él mismo había creado.

Para Nain con el conocimiento en tecnología, como hacker, le fue muy fácil crear el perfil perfecto, para el dinero que tenía, si era multimillonario, con inversiones en las bolsas de valores, inversiones en empresas que no llamaran la atención, para poder siempre mantener su tapadera, sin que nadie lo pudiera descubrir.

Nain y María Eugenia caminaron en silencio, ninguno de los dos se atrevía a hablar; la llevó a una zapatería, donde le compró unas zapatillas hermosas, eran de cuatro lazos color plata con brillos.

No tenían un tacón alto, era pequeño, pero ella quedó encantada con lo que él escogió y sin querer le sonríe con una dulzura; fue algo más real, nerviosa le dijo mientras lo miraba a los ojos.

-Nain, gracias por estar a mi lado y por favor, después de todo esto, no me odies, solo quédate conmigo hasta el final.

Esto te lo pido como una persona que necesita de tu ayuda, que te pide que no la dejes sola, porque mi vida se convertiría en un infierno; por favor, prométeme, que pase lo que pase, no te arrepentirás de casarte conmigo.

Nain al escuchar lo que le decía, solo pensó que ella realmente estaba sufriendo por la herida en su cara, ya se imaginaba lo mal que debía estar para pedirle ese favor y aunque no le gustaba la idea de tener familia, al verla tan triste, con sus ojos cristalinos, sintió que no le iba a quedar de otra más que aceptar la idea de una familia.

Sin poder evitarlo, toca con su mano el parche y resignado le dice.

- María Eugenia, eres una mujer muy hermosa y tal vez en este momento te sientas mal por esta herida; pero yo te prometo que si tengo que quedarme a tu lado toda mi vida, así lo haré.

Trataré de cumplir tus sueños de vida, pase lo que pase y nunca dejaré que nadie te lastime, mataré al que lo intente.

Ella se levanta y lo abraza, dando las gracias. Después de eso, salieron de ahí, tomaron un taxi y fueron al registro civil.

Al llegar, ella se encontró en la puerta de entrada del registro civil con una mujer que le llevaba los documentos para poder casarse.

María Eugenia, al ver a la mujer, le pide a Nain que la espere un poco mientras habla con ella; porque desde el momento que la miró se dio cuenta de que no estaba ahí de buena gana, que seguro empezaría a decirle que eso era un error.

Sin nada de ganas se acerca y con una tranquilidad le dice.

- Hola, mi hermosa amiga Lulú, por favor, quita esa cara, no es malo lo que pienso hacer; antes de decir algo, solo escúchame.

Mira, tú sabes que ese maldito de Andrés convenció a mi padre para qué me casara con él; yo, la verdad, no lo quiero, ese hombre es malo, lo conozco muy bien, solo haría un infierno de mi vida.

Por eso me escapé de la iglesia para no casarme, pero no quiero abandonar a papá, no puedo dejarlo solo; si yo escapo y lo abandono, solo provocaría su muerte.

Escúchame bien, solo tengo dos opciones para volver a casa: una es que me casé con Andrés y dejarlo que haga lo que quiera conmigo o con mi padre.

Creo que lo que busca son las empresas de la familia, su riqueza y poder empresarial; estoy casi segura de que, a pesar de que la boda se canceló, pienso que ellos no se van a detener ahí, van a empezar a moverse y yo necesito proteger a papá.

Mi segunda opción es volver a casa para que papá me deje ayudarlo y esa manera solo va a ser casada, para que no quiera volver a casarme con Andrés. Eso no puedo permitirlo, no dejaré que su tonta familia lastime a mi padre.

Lulú no podía creer lo que escuchaba, no entendía por qué tenía que volver a casa, desesperada, tomando sus manos y mirándola a los ojos, le dice.

- Mi niña, por favor, solo vuelve a casa, habla con tu padre, dile quién es Andrés. Estoy segura de que te va a escuchar, te va a entender y hasta te puedo apoyar, para alejar esa familia de ustedes.

María Eugenia la abrazó y con su voz quebrada le dice.

- Amiga, ya lo hice, desde el día que me dijo que tenía que casarme con Andrés.

Yo traté de explicarle todo, pero no me dejó y no me va a dejar, hasta que no me case.

El maldito, le dijo que yo había sido su mujer, que había videos en internet indecorosos, míos y de él, le enseñaron fotomontajes.

 Mi padre se cegó, sabes muy bien que él es moralista, cuida mucho su imagen y la mía, siempre me ha dicho que me cuide de todo eso, porque no le gustaría verme llorar, por la culpa de chismes o por la sociedad tan cruel, que le gusta juzgar, señalar a los demás.

Yo entiendo a mi padre, solo busca que yo esté bien, por eso me quiere casar para que nadie me vaya a señalar o me trate mal; pero no voy a dejar que mi papá caiga en su sucia trampa.

Si llego casada, puedo decirle a mi padre que el de las fotos no era Andrés, sino mi esposo Nain y estoy seguro de que él me va a apoyar, me ayudará a calmar el miedo de mi papá.

Una vez que él se calme, podré hablar con él, explicarle las cosas con calma y de ahí me divorcio. Mi vida volverá a ser la misma, pero lo más importante es que mi padre estará alerta para cualquier cosa que intenten.

Lulú logró entenderla y sin nada de ganas, pensando que ese matrimonio era un error, aceptó apoyarla. María Eugenia, por último, le pidió que fuera su testigo de matrimonio.

Ella no pudo negarse a su petición, terminó aceptando, se acercaron a Nain; María Eugenia los presentó y de ahí le preguntó a él de quién serían sus testigos.

Nain no pensó en eso hasta que ella se lo mencionó. En ese momento no supo qué responder, pero ella con una tranquilidad le dice.

- Háblale a uno de tus amigos, así conozco un poco de ti, creo que va a ser lo mejor, que nuestros mejores amigos nos acompañen en este día tan especial para nosotros.

Nain nunca consideró a nadie amigo, y las personas con las que había convivido más tiempo, eran las de su trabajo; pero estando en esa situación, no le quedó más que en pensar quién podría hablarle.

Recordó a Mauricio, un hombre de su trabajo de 30 años, que siempre lo invitaba a salir, lo invitaba a su casa y siempre le decía que era su amigo; siempre lo sintió extraño, pero a pesar de que nunca sintió afecto por nadie, por Mauricio fue algo diferente, más de una vez terminó yendo a tomar al bar, solo porque él lo invitaba.

Tomó su celular y en el momento en que escuchó su voz, le dice.

- Señor Mauricio, si no está ocupado, podría venir al registro civil para ser mi testigo en mi boda.

Mauricio no podía creer lo que le decía, aunque se sintió emocionado y empezaron las preguntas. Nain contestó cada una de sus preguntas, aunque fue cortante, no fue muy directo, fueron respuestas más evasivas.

Él llegó rápido al registro civil, estaba tan emocionado, qué rápido quiso saber quién era la novia; el parche que ella traía en el rostro lo hizo sentir un poco de tristeza, pero no preguntó nada, solo la saludó y los felicitó, rápido los animó a entrar para firmar esa acta de matrimonio.

Una vez que firmaron el documento, Mauricio, antes de que el juez lo dijera, gritó.

- ¡Beso, beso, beso! Vamos, Nain besa a tu esposa.

Nain tragó saliva al escuchar lo que Mauricio gritaba. En su plan no estaba tocarla y mucho menos darle un beso, no podía hacerlo, pero cómo iba a explicárselo a él, para que dejara de gritar eso.

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