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Mi bestia estaba sedienta de sangre, más precisamente de la de aquel que se había burlado o más bien había osado decir que tocaría a mi mujer. Como mi hermano había abierto la reja, mi poder había vuelto, ya que prácticamente no estaba encerrado, pero Kaito no se había percatado del pequeño detalle de que ya no poseía el collar que mi padre me había puesto.

Vi sus ojos sorprendidos, volverse ojos de terror, pues bien él sabía lo que ocurriría a continuación y así pasó, me lance sobre el quién me esquivo por muy poco. Saco su espada y la lucha empezó, todo el calabozo retumbaba con mis pisadas sobre las paredes y las caídas en el piso.

Mi padre no tardó en aparecer junto al resto de mis hermanos que miraban sorprendidos la pelea.

¿Acaso estás loco Erkan? Ya basta- gritaba furioso y a mí no me importaba. Cree una bola de fuego en mi boca y se la lance, él había sido el causante de que no pudiese estar con ella.

Como esperaba, el fuego no le hizo nada al dios del infierno, pero si lo molesto. Extendió sus alas y se volvió un demonio en su forma más grande. La pelea iba a ser dispareja, a pesar de todo era mi padre y sabía que me ganaba en experiencia, pero no me importaba.

Me lanzó de un golpe contra la pared, haciendo que mi pata delantera se fracturara, aúlle de dolor, pero eso no iba a detenerme. me lancé nuevamente contra él.

No quiero lastimarte hijo, por favor, reacciona- me decía entre gritos. Mis hermanos también me gritaban que volviera en sí, que la pelea era una completa idiotez por mi parte, pero mi bestia gruñía con fuerza, demostrando que nada de lo que dijeran me devolvería a mi forma real.

¿Todo esto por una zorra?- escuche claramente que lo dijo Eros y no le di tiempo a reaccionar cuando me fui contra él y lo lance de lleno a la pared. Podía ver como tosía sangre y yo le daría el golpe final.

Ya cállate, no creas que no sé que tú y tu hermano son los causantes de esto- le grito mi padre poniéndose frente a él y dándole una cachetada.

De reojo pude ver como Kaito se quedaba sorprendido por la actitud de nuestro padre, supongo que pensó que él no sabía nada de sus burlas.

Yo castigaré a tus hermanos como se merecen, pero hijo por favor, vuelve a nosotros- me decía aún protegiendo con su cuerpo a Eros que se encontraba en el piso.

Déjame verla- le grité.

Sabes que no puedo permitirte eso Erkan- me dijo mirándome fijamente.

Entonces tomaste tu decisión- le aullé, pero antes de que pudiese irme contra él. Una luz empezó a acercarse, yo sabía que era mi madre y verla con lágrimas en los ojos me inquieto el corazón.

Erkan, ya basta, debes ir arriba. Ella se está muriendo- se hizo un silencio sepulcral en todo el lugar, vi como todos mis hermanos bajaban la cabeza, y aullé tan fuerte que todos los presentes sintieron mi dolor.

Mi madre miró inmediatamente a mi padre y él solo se limitó a asentir, me estaba dando el permiso de irme. Ella se acercó a mí esperando a que regresara a mi forma original y así lo hice, una vez más ella me había salvado de morir. Una vez que regrese a mi cuerpo, me curo el brazo y algunos cortes que tenía en mi espalda y en mi cara.

Ve hijo- me dijo secándose las lágrimas.

No espere nada más y desaparecí en un portal que ella mismo creó para mí. Al salir a la tierra corrí tan rápido como me daban las piernas, no podía volar, pues haber estado en mi forma demoníaca había consumido demasiado mis fuerzas, si hubiese querido volar seguro hubiese terminado de cara en el piso. Llegué rápidamente a la cabaña y no me detuve a golpear la puerta. Entre de golpe y allí vi a tres jóvenes, los reconocí inmediatamente, eran mis hijos y su tío Asrael que custodiaban el lugar.

¿Padre?- pregunto sorprendido uno de los jóvenes y yo como todo padre tonto, corrí a abrazarlos. Mire de golpe al ángel y le susurre un gracias que él solo contestó asintiendo la cabeza.

¿dónde está su madre?- pregunte desesperado.

Madre tiene tuberculosis, el médico del pueblo dijo que no hay nada que hacer. Mi abuela me explicó que cuando nacimos nosotros ella nos dio el amuleto que la protegía para que nos cuidara, a pesar de que somos demonios que no necesitan de eso- dijo Caleb apretando sus puños.

Corrí a la habitación donde estaba ella, la misma en la que 25 años atrás la hice mi mujer, la misma que escucho sus penas y sus alegrías. me acerqué a la cama con cuidado de no despertarla, estaba flaca, muy pálida a comparación de lo que recordaba, tenía ojeras y sus labios habían perdido ese hermoso color rosado al igual que sus mejillas.

Viniste, por fin- me dijo susurrando pero sin abrir los ojos.

me arrodille a su lado, tome su mano y lloré, por todo su sufrimiento, por el mío y por el de nuestros hijos. Ella sobaba mi cabeza, dándome a entender que todo estaba bien, pero no lo estaba, ella se moría y yo no podía hacer nada para ayudarla.

Quiero ir al bosque- me dijo mientras seguía acariciando mi pelo.

no dije nada, le saque las sábanas que la tapaban y la alce en mis brazos, por lucifer cuanto peso había perdido. Salimos de la pieza bajo la atenta mirada de todos. Ella como siempre sonreía en mi pecho.

Todo estará bien mis niños, papá ha llegado. Gracias hermano por todo tu apoyo estos años- les dijo y salimos, dejándolos a los 3 llorando, pues entendían que esta era la despedida.

Nos sentamos en un claro en el bosque, la acomodé lo más sutil posible en mis piernas y la veía aún derramando lágrimas sobre su rostro.

Llegue tarde, perdón mi princesa- le dije ahogándome en mi llanto. Ella puso su mano en mi mejilla y me acaricio.

Pero tu viniste por mi, eso es lo que importa- me decía consolándome con su sonrisa.

la besé, de la misma manera que la primera vez, igual que cuando la hice mía. Con amor incondicional y pasión desmedida. la besé como si fuera lo más valioso de mi vida y así era. Pude sentir como correspondía a mi beso y luego su corazón se paraba. Una bola de luz nos cubrió a los dos, sentí esa calidez que solamente ella emanaba y la vi partir hacia el cielo. Ella ya se había ido, dejándome ahora a mi solo en aquel bosque, bajo la luna llena.

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