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Habían transcurrido ya unos años, Ellie estaba cerca la mayoría de edad y estaba siendo preparada para luchar su primera batalla para recuperar el territorio de sus antepasados, las ruinas de Bulak; este era considerado una tierra santa, bendecida por los dioses ante el nacimiento de la primera reencarnación de la diosa de la fertilidad, Alana. La guerra por obtener el poder de la santa hizo que esta se suicidara y las tierras quedarán malditas quedando ahora ni las cenizas de lo que alguna vez habían sido.

Lo que había descubierto Dietrich es que en estas tierras se encontraban los restos de la santa y por ende, el anillo. El anillo que poseía Alana no era uno cualquiera, este podía tomar el poder divino y neutralizarlo; el archiduque esperaba que también funcionará para el poder maldito.

La misión de Ellie era simple, conseguir el anillo y llevarlo consigo al archiducado. No tendría que usar todo su poder y perder el control, Dietrich esperaba que su preciada hija pudiera con esto; no pasaría ni la mitad de lo que iba a pasar en la guerra.

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Ellie ya se encontraba lista para ir hacia la batalla, el ejército estaba preparado y a su disposición; estaba eufórica. Su padre le había comentado con anterioridad que debía evitar muertes innecesarias, pero la rubia es una sádica, adicta a la sangre por ende, no sabía si podría cumplir por completo la promesa que le había hecho a su padre.

La determinación de Ellie en el campo de batalla era innegable, tan solo sus pies habían pisado las tierras se había desatado el caos y para ella, la diversión. Blandió su espada y dio la orden, con una sonrisa perversa; la rubia fue considerada una máquina para matar.

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Habían triunfado, las tierras de Bulak le pertenecían ahora al Archiducado. La espada de Ellie estaba completamente cubierta de sangre y en sus ojos podías ver los destellos rojizos en sus penetrantes ojos azules, estaba extasiada y cansada; había matado a la mayoría del ejército ella sola.

El éxito estaba siendo celebrado por los soldados orgullosos de su hazaña, alzando las cervezas al aire y bendiciendo el apellido Bellefleur. Todos serian recompensados por representar al archiducado de una manera digna.

El trabajo de Ellie aún estaba incompleto, aún faltaba lo más importante; el anillo. La rubia no tardó en montar su caballo y dirigirse al que antes era el templo, encontrándose solo con las ruinas.

“Fascinante”. Ellie podía sentir un ligero escalofrío recorrer todo su cuerpo al estar en ese lugar bendito, llenando su cuerpo con emoción; esparciendo las sombras por todo el templo haciendo que el lugar ya no pudiera considerarse bendito.

Ahora estaba bajo su poder, se sentía tan poderosa; la maldad que habitaba en ella era innegable, atrayendo a los pecadores y a los que se consideraron alguna vez pulcros y castos. Ellie es la reencarnación del pecado y de la maldad, la poca luz que habitaba en ella se estaba perdiendo.

“Afferte ad me quod ablatum est a me”. Las sombras empezaron a esparcirse en desmedida, llevando a la completa oscuridad al templo; como si hubiera sido devorado. Ellie caminaba por los alrededores, buscando la luz en la implacable oscuridad para dar así con el anillo.

La noche es preciosa, la rubia podía observar con suma atención todo el templo, donde estuvieran las sombras estaría ella; sus ojos y oídos estaban en todos lados. Las voces no tardaron en aparecer, dándole así la señal a Ellie que se encontraba más cerca de su cometido.

...«No puedo creer que una pequeña sea así de sádica» ...

...«No es como que tuviera más opción» ...

...«Si sigue así su poder será parecido al de un Dios» ...

Las voces siempre que aparecían en su cabeza no dejaban de murmurar lo que Ellie llamaba como incoherencias, le había comentado a su padre sobre esto y él le advirtió que ellas solo querían engañarla para adueñarse por completo de su alma; la rubia le creyó firmemente.

Bingo, pensó Ellie. Había encontrado el cadáver de la santa junto con la cuerda con la cual se había ahorcado, el olor a sangre para ella seguía fresco lo cual le generaba ansiedad. Sed de matar.

La rubia había estado teniendo problemas con dejarse "llevar", las voces en ocasiones la forzaban a perder el control y terminaba matando y absorbiendo el poder sus oponentes lo cual le resultó maravilloso a su padre desde que lo descubrió.

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