Capitulo 4: ¿Libre?

— ¿Como-...— Era obvio que estaba molesto, trataba de separarse de mi agarre, de mis labios. Cada segundo se tocaban y se separaban...— Como te atreves...

— es un pacto que ya juré sobre los labios de su majestad. No tiene que porque saberlo.

— quiero saberlo...— insistió él.

— un secreto no se dice, dejaría de serlo.

— te obligaré. No lo dudaré...— agarrá los cabellos azabache de Elenor y lo jala por detrás.

— oh. Salvaje... ¡Me encanta!

— no te entiendo. Hace unos momentos temblabas para que no te tocará. Y ahora, disfruta esto... ¡Incomprensible!

Es mi plan. Bajarle la guardia causándole una gran con fusión.

— no necesitas comprenderme, su majestad...— deslizó mi pie por su entre piernas. Tocó su miembro suavemente que estaba completamente duro. Él se queda inmóvil por un momento...— solo gocelo.

Me encuentro con sus ojos distantes y frío. Sin mencionar más nada, toma mi tobillo y hace que me abra hasta cierto límite. Sin embargo, solo observa y dice.

— te dolerá. Es muy pequeño para la bestia que tengo.

— puedo domarlo...— no fue en comentarlo.

Sin esperar a que se riera tanto. Toma su barbilla y saca un largo suspiro.

— jamás en mi vida había conocido a una mujer como tú. Eres una cajita de sorpresa.

Se quita la camisa mostrando un cuerpo que solo los dioses tienen... Luego se quita su pantalón mostrando su erección. Realmente era una bestia. Pero no podría demostrar algún arrepentido aunque lo hiciera después del acto.

Toma mi pierna y lame cerca de mí intimidad. Sus ojos color miel chocan con los míos, color plata. Cierro los ojos, y Gimo con más fuerza, la razón era más que obvia. Había entrado sin algún aviso. Sin embargo, el dolor se va convirtiendo en un placer jamás conocido. No sólo era su tamaño, sino la forma en la que se movía. Mientras penetraba más y más fuerte, más lo disfrutaba... Abro los ojos un poco y veo que me mira... Él miraba mi cara complacida y llena de dolor... Su seria mirada me hacía estremecer más... Baja mi pierna y se acuesta sobre mi, no deja de penetrar. Intentaba abrazarlo ya que necesitaba algo con que demostrar mi dolor, pero él toma mis manos y me dice...

— ni te atrevas a abrazarme para arañarme... o te corto los ded-...— me zafe de su agarre y tome los costados de su espalda. La rasguñe con la misma fuerza que daba su estocada.

Sin embargo, no quejó después de eso. Pues me abrazó más fuerte y daba sus empujones con más certeza. Al parecer, le gustaba sentir un poco de dolor, ya que abría su piel con mis uñas, dejándole rasguños en esa zona.

Llevábamos rato y las posiciones en la que me colocaba era algo impresionante como a la vez placentera. Sabía en qué punto era mas sensible que otro. Conocía perfectamente el cuerpo de una mujer. Una hora, dos horas o hasta un poco más, realmente no tenía conocimiento del tiempo. Habíamos tenido tantos climax y juntos. Tanta veces que sorprendentemente él no se agotaba pero mi cuerpo ya no le podía seguir el ritmo al pasar el efecto del afrodisíaco.

Aún así, lo que me motivaba a seguir eran sus gemidos. Su gemido era divino y satisfactorio. Eran tan excitante escuchar la voz masculina en su máxima expresión que el cansancio se esfumaba momentáneamente.

Del último orgasmo, me desmayé por unos segundos al sentir la corriente en todo mi cuerpo. Dejándome en la cama él se levanta y veo su cuerpo esculpido de pié a medio ojos. Toma su bata y dice...

— iré a darme una ducha... Espero no encontrarte aquí...

— ja... Eres un perfecto romántico...— aún podía ser perseverante en darle la contraria siempre.

El emperador solo me miró de reojo y entró a su baño. Pensaba en como levantarme de la cama cuando por un momento cierro los ojos para esta vez no abrirlo.

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