El lugar al que llamo Hogar.

El bullicio invadía los pasillos del castillo, donde los sirvientes se afanaban en sus quehaceres con una mezcla de ansiedad y expectación.

La noticia de la llegada de la duquesa, acompañada de un bebé recién nacido, había sacudido la tranquilidad habitual del lugar. El parto había sido difícil y prematuro, marcado por las circunstancias adversas en las que Aura se encontraba.

El doctor, acompañado de sus aprendices, se había apresurado a atender a la duquesa y a su recién nacido en cuanto llegaron al castillo. La salud de ambos era motivo de preocupación, dado el estrés y los peligros a los que habían estado expuestos durante su cautiverio.

El médico, con su seriedad habitual, supervisaba cada detalle del cuidado, mientras sus jóvenes ayudantes asistían con diligencia, aprendiendo de su experiencia aunque estos ultimos estaban muy ansiosos.

En una de las habitaciones del ala este del castillo, Aura yacía en una cama, pálida y exhausta tras el arduo proceso de parto y la perdida de sangre. A su lado, envuelto en mantas, reposaba el bebé, cuyo llanto intermitente llenaba la habitación con una melodía de vida y esperanza.

El doctor, con gestos precisos y voz calmada, examinaba a madre e hijo en busca de cualquier señal de complicación, mientras sus aprendices observaban con atención, ansiosos a el pequeño, el tamaño de la criatura era algo preocupante pero la fuerza con la que lloraba los hacía sentirse un poco más tranquilos.

El ambiente tenso, los sirvientes, con rostros preocupados, pero esperanzados, continuaban sus tareas, conscientes de la importancia de mantener todo en orden para el bienestar de la nueva madre y su bebé.

El eco del rescate de la duquesa se extendió como un susurro reconfortante por todo el territorio del ducado. Desde las aldeas más remotas hasta las ciudades más bulliciosas, la noticia del regreso de Aura y su hijo se propagó rápidamente, trayendo consigo un suspiro de alivio y esperanza después de días de angustia e incertidumbre.

En las calles, la gente comentaba y con miradas furtivas, compartiendo relatos sobre el valiente rescate y la lucha contra la adversidad. Las historias se entrelazaban con mitos y leyendas sobre el secuestro y rescate de su señora, alimentando la imaginación de aquellos que buscaban un rayo de luz en medio de la oscuridad.

En los campos, los labriegos retomaban sus labores con renovado vigor, sintiendo el peso de la preocupación disiparse con cada surco que araban la tierra.

En los hogares, las familias se abrazaban con ternura y gratitud, celebrando el regreso de la duquesa como si fuera un milagro hecho realidad. Las madres acunaban a sus hijos con un amor renovado, prometiendo protegerlos a la espera de sus esposos.

Y en el castillo, donde la luz de las velas iluminaban los pasillos oscuros, Aura descansaba en su lecho con su hijo junto a ella, rodeada de amor y cuidado. Las voces de los sirvientes resonaban en el aire del alivio y gratitud por la seguridad de su amada duquesa.

Con todo hecho, las personas se permitieron respirar nuevamente. "Milady". Diría Emily con llanto en sus ojos y la voz quebrada se arrodillaría ante una Aura que reposaba sobre su cama tras luchar con la fiebre que habría tenido días atrás.

"Quiero que me perdone por mi falta de fuerza, no la protegí como es debido. Como se supone que yo debía hacerlo... Le ruego que me castigue severamente por mi pecado".

Aura, con una sonrisa débil, pero reconfortante en los labios, extendió una mano temblorosa hacia Emily y la levantó con ternura. "Emily, no tienes nada de que culparte. Has sido una compañera leal y una amiga fiel en todo momento. No hay culpa en tus acciones, solo valentía y dedicación", dijo con voz suave pero firme.

Emily, abrumada por las palabras de perdón y comprensión de su señora, se dejó llevar por el abrazo reconfortante de Aura. Las lágrimas brotaban de sus ojos, mezclándose con una mezcla de alivio y gratitud. "Milady, siempre estaré a su servicio, dispuesta a protegerla con mi vida si es necesario", respondió con voz temblorosa, pero llena de determinación.

Aura acarició suavemente el rostro de Emily y le dedicó una mirada llena de afecto. "Y yo siempre estaré a tu lado, Emily, siempre seremos amigas sin importar qué".

"Ya no llores más". Dijo Aura con un tono suave casi maternal.

En ello la puerta de la habitación es tocada y una voz femenina se escucharía del otro lado. "Milady es Charlotte, Estoy aquí junto a mi abuela, la Sra. Thompson. ¿Nos permitiría pasar?". A lo que Aura levemente respondería que sí.

"Charlotte, por supuesto. Por favor, entren", respondió Aura con amabilidad, reconociendo la voz de la fiel criada de la familia. Emily se apresuró a abrir la puerta y dejar entrar a Charlotte y a la Sra. Thompson.

Charlotte entró primero, seguida de cerca por la anciana Thompson, quien se apoyaba en un bastón con elegancia y gracia a pesar de su avanzada edad.

La Sra. Thompson se acercó lentamente a la cama de Aura, sus arrugados pero cálidos ojos llenos de afecto y preocupación. "Milady, hemos venido a felicitarla por el nacimiento de su hijo y a ofrecer nuestra ayuda en lo que necesite", dijo con voz suave pero firme.

Aura asintió con gratitud hacia la señora Thompson y Charlotte. "Gracias, Charlotte. Gracias, Sra; Vuestra presencia es un gran consuelo para mí en estos momentos", respondió con sinceridad.

La señora Thompson se sentó en una silla junto a la cama de Aura, mientras Charlotte se acercaba la cuna del bebé y le miraria con ternura y admirando. El recién nacido con ojos rojos brillantes cual rubies descansaba tiernamente.

"Es un niño hermoso, Milady", comentó Charlotte con una sonrisa radiante mientras acariciaba suavemente la mejilla del bebé.

Aura observaba con cariño la escena ante ella, sintiendo una oleada de gratitud por tener a estas mujeres tan dedicadas a su lado en este momento crucial de su vida.

"Gracias, Charlotte. Gracias, Sra. Thompson, por estar aquí conmigo. Vuestro apoyo significan mucho para mí", expresó Aura con sinceridad, sintiéndose reconfortada por la presencia de sus seres queridos.

La señora Thompson tomó la mano de Aura con ternura y la apretó con afecto. "Siempre estaremos aquí para ti, Milady. Tanto Charlotte como yo le consideramos parte de nuestra familia, y haremos todo lo que esté en nuestras manos para asegurar tu felicidad y la de tu hijo", prometió con solemnidad.

Aura, con una sonrisa cálida, miró a la señora Thompson con curiosidad mientras ella tomaba su mano con ternura. "¿Puedo preguntarte algo, señora Thompson?".

"Por supuesto, Milady. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites", respondió la señora Thompson con amabilidad.

Aura asintió, con una chispa de curiosidad en sus ojos. "Me gustaría saber más sobre ti, sobre tu vida antes de convertirte en el ama de llaves de la familia Hasting".

La señora Thompson sonrió con nostalgia, recordando tiempos pasados. "Antes de venir aquí, fui matrona en un pequeño pueblo cercano. Atendí a muchos bebés y ayudé a traerlos al mundo con amor y dedicación".

Aura escuchaba con atención, intrigada por la vida anterior de la señora Thompson. "Y luego viniste aquí, a cuidar de la familia Hasting".

"Así es", confirmó la señora Thompson con una sonrisa. "Cuando el joven duque era solo un bebé, tuve el honor de ser su niñera. Pasamos muchos momentos juntos, él y yo".

Aura miró con interés a la señora Thompson. "¿Cómo era él cuando era un pequeño?".

La señora Thompson rió suavemente, recordando los recuerdos de hace años. "Era un niño encantador, Milady. Muy travieso y curioso, pero también cariñoso y lleno de alegría. Tenía una sonrisa que iluminaba toda la habitación".

Aura escuchaba con atención las palabras de la señora Thompson, sintiendo la tristeza que emanaba de su voz. Sus ojos se llenaron de comprensión mientras la señora compartía sus pensamientos y sentimientos.

"Entiendo", murmuró Aura con suavidad, sintiendo el peso de las palabras de la señora Thompson. "Sé que el duque ha pasado por mucho y que su pérdida lo ha afectado profundamente, espero que puedes comprenderlo un poco". Dijo la Sra.

La mano de la señora Thompson acarició con ternura la mejilla de Aura, transmitiendo un sentido de conexión y afecto. "Espero que ambos puedan encontrar la felicidad juntos, a pesar de todo. Desmon es un buen hombre, y estoy segura de que en el fondo, él querrá lo mejor para ti y para vuestro hijo".

Un destello de esperanza brilló en los ojos de Aura mientras asentía con gratitud. "Gracias, señora Thompson. Sus palabras significan mucho para mí". ¿Feliz con ese hombre? Aura lo dudaba completamente.

La señora Thompson asintió con una sonrisa gentil, reconociendo el agradecimiento de Aura. "Siempre estaremos aquí para ayudarte en lo que necesites, Milady. Ahora, permítenos dejarte descansar. Ha sido un día largo y agotador para ti".

Con un gesto de despedida, la señora Thompson se levantó con gracia y se dirigió hacia la puerta, seguida por su nieta Charlotte. Antes de salir, la señora Thompson se volvió hacia Aura una vez más, con una mirada llena de afecto y esperanza.

"Descansa, Milady. Mañana será otro día", dijo con suavidad antes de desaparecer por completo de la habitación.

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