Capitulo 9

Edith, con sus maletas preparadas, se dirigió a la entrada principal donde un carruaje la esperaba. La luz del sol filtrándose a través de los árboles del antiguo jardín iluminaba el camino de Edith mientras se dirigía hacia un futuro incierto.

Sin mirar atrás ni despedirse de nadie, Edith tomó sus pertenencias y se montó en el carruaje. La confusión se apoderó de los sirvientes, quienes observaban perplejos la partida de la Señorita. Algunos murmullos y gestos de desconcierto flotaban en el aire mientras el carruaje se preparaba para partir.

Edith, al subir al carruaje y dar la indicación de dirigirse a la mansión Everglen, sintió cómo la realidad de su decisión la golpeaba con fuerza. Mientras el carruaje se alejaba de la mansión Beaumont, los jardines y la casa se hacían cada vez más pequeños, desvaneciéndose como los fragmentos de un sueño roto.

En ese momento, Edith se derrumbó en el interior del carruaje. La tristeza y la desesperación la envolvieron mientras contemplaba cómo los recuerdos que había construido en su mente se desmoronaban como frágiles figuras de porcelana. La imagen de una familia feliz, con Lucian y un hijo que se parecía a él, se desvanecía en el viento.

Desesperada, Edith intentó recoger los pedazos rotos de esa ilusión, pero solo consiguió lastimarse las manos en el proceso. La analogía de su vida en la mansión Beaumont se revelaba dolorosamente ante ella. Había intentado construir un hogar, un amor compartido, pero todo se desintegraba, dejándola con la sensación de impotencia y pérdida.

Mientras el carruaje avanzaba hacia la mansión Everglen, Edith llevaba consigo no solo las maletas, sino también el peso de los sueños rotos y las heridas emocionales. La distancia entre la realidad y la fantasía se ampliaba, dejando atrás un capítulo de su vida que había deseado que fuera diferente.

Lucian permanecía sentado en la mesa de té, la apacibiliad del lugar contrastando con la oscuridad en sus ojos. Había pasado un tiempo desde que Edith se había ido, pero él continuaba inmóvil, perdido en sus propios pensamientos.

El mayordomo, consciente de la inusual prolongación de la presencia de Lucian en el jardín, se acercó con cautela.

-Mayordomo: ¿Su Excelencia? ¿Está todo bien?

Lucian, con voz grave y aterradoramente tranquila, preguntó.

- Lucian: ¿Sabías de esto?

El mayordomo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, tartamudeó al responder.

- Mayordomo: Disculpe, mi Señor, no...

Lucian se levantó de la mesa con brusquedad, su expresión oscura y amenazante. Parecía emanar una energía intensa, como si estuviera conteniendo una furia incontrolable. Mientras se dirigía de vuelta a su oficina, sus pensamientos eran turbios y oscuros.

- Lucian: [Edith Everglen, es muy inútil lo que estás haciendo]

Pensó con amargura mientras caminaba por los pasillos vacíos de la mansión.

- Lucian: [Pronto estarás aquí nuevamente]

Habían pasado varios días desde que Edith partió de la mansión Beaumont. En el interior del carruaje, mientras viajaba hacia la mansión Everglen, Edith estaba medio dormida, sumida en un estado de letargo provocado por la tristeza y el agotamiento emocional. De repente, un golpe en la ventanilla la sacó de su ensimismamiento.

El chófer del carruaje le informó que estaban cerca de la mansión Everglen. Edith, sintiéndose abrumada por la situación, pensó para sí misma.

- Edith: [Debo verme horrible]

Desde que partió, había pasado días llorando incansablemente, hasta el punto en que parecía que sus lágrimas se habían agotado. Edith, consciente de su aspecto desaliñado, decidió tomar una capa con capucha para ocultar al menos su rostro hinchado y enrojecido por el llanto.

Le indicó al chófer que se detuviera en algún lugar cercano donde pudiera arreglarse un poco antes de llegar a la mansión Everglen. Necesitaba tiempo para recomponerse y no quería que notaran en su nuevo hogar el estado emocional en el que se encontraba.

Con determinación, Edith bajó del carruaje y se dirigió hacia el lugar elegido, con la esperanza de poder encontrar algo de consuelo y calma antes de enfrentarse a su nuevo entorno.

Edith, con determinación y esperanza de recomponerse, decidió entrar a una acogedora tienda de postres que encontró cerca. La campanilla sonó suavemente al abrir la puerta, y el cálido aroma a dulces llenó el aire. Mientras elegía un pequeño postre, Edith observó en el mostrador espejos que invitaban a los clientes a disfrutar de sus delicias mientras se alegraban.

Al dirigirse al baño, Edith se enfrentó a su reflejo. La realidad de su aspecto desaliñado la golpeó cuando se miró detenidamente. Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados por el llanto, y el rastro de lágrimas era evidente en su rostro. Con un suspiro, intentó cubrir un poco la rojez debajo de sus ojos con maquillaje. Aunque ella era optimista, la realidad era que no lograba ocultar completamente la huella del dolor.

Edith se arregló el cabello, tratando de recuperar un poco de la dignidad que sentía haber perdido. Salió del baño con la esperanza de que su apariencia ahora fuera más presentable. Sin embargo, al mirarse de cerca, era evidente que el maquillaje no podía ocultar completamente la tristeza en sus ojos.

Antes de regresar al carruaje, algo llamó la atención de Edith. Un sector bullicioso del mercado captó su interés. La animada actividad y los colores vibrantes parecían ofrecer un escape temporal de sus pensamientos. Decidió explorar ese lugar, pensando que quizás la distracción y la energía del mercado podrían ayudar a calmar un poco su nerviosismo.

Edith caminó hacia el sector bullicioso del mercado, permitiéndose sumergirse en el bullicio y la vitalidad del lugar. La diversidad de personas, los colores brillantes y los aromas tentadores crearon una paleta visual y sensorial que temporalmente la alejó de la tristeza que llevaba consigo. Por un momento, Edith pudo olvidar sus preocupaciones y sumergirse en el animado ambiente del mercado.

Edith, inmersa en la animada atmósfera del bullicioso mercado, se sintió sorprendida por la explosión de colores y la alegría que la rodeaba. Mientras observaba a la gente disfrutar de la vida cotidiana, una revelación la golpeó con fuerza. Se dio cuenta de que nunca antes había experimentado la vitalidad de un lugar como aquel.

Desde que vivía con Lucian, su vida estaba circunscrita a la elegancia y formalidad de la mansión. Los eventos a los que asistía estaban llenos de caballeros y damas, pero nunca se aventuraban a lugares tan vibrantes como un mercado. La realización de lo que se había perdido la invadió, y un pensamiento amargo cruzó su mente.

- Edith: [Qué desperdicio]

Edith se sintió como si hubiera estado atrapada en un mundo de formalidades y restricciones. La libertad y autenticidad que percibía en el mercado la hicieron reflexionar sobre cuánto había sacrificado por el estilo de vida que llevaba con Lucian. La vibrante escena la inspiró a contemplar nuevas perspectivas y anhelar experiencias más auténticas y llenas de vida.

Decidida a explorar más allá de las limitaciones impuestas por su antiguo entorno, Edith se sumergió completamente en la energía del mercado, absorbiendo cada detalle colorido y sonriente a su alrededor.

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Comments

Mildred Álvarez

Mildred Álvarez

Si no la recibe su familia,que se largue de ese sitio,así sea pidiendo cola

2024-04-26

3

ljp

ljp

pobre mínimo ahora esos desgraciados no la reciben 😔😔

2024-04-14

2

ljp

ljp

que fortaleza la de ella y mas sin ningún apoyo 👏👏👏👏👏

2024-04-14

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