En el café, era un día normal en la mañana cuando Sofía, la gerente, entró de repente. Las camareras se encontraban limpiando las mesas y preparándose para abrir.
— Chicas, reúnanse —exclamaba Sofía.
— ¿Qué sucede? —preguntaron las camareras.
— Chicas adivinen que, tuve una gran idea.
— Hay no otra idea de la jefa.
— Hoy vamos a hacer algo completamente fuera de lo común —dijo Sofía.
— ¿Fuera de lo común? ¿Qué tienes en mente? —cuestionaron las chicas.
— Eso sería... interesante. ¿Qué tienes planeado, Sofía? —comentó Natalia.
— ¡Hoy es el día de la locura en el café! Cada una deberá exagerar una personalidad al máximo.
— ¿Qué? No podemos hacer eso —dijo una de las camareras.
— No debería ser fácil para ti, Natalia. ¿No tienes una imagen definida? —bromeó otra.
— No, aparte no sé qué imagen tienen los clientes de mí. Me moriría de vergüenza —respondió Natalia.
— Por favor, chicas, vamos — insistió la gerente.
— No definitivamente no.
Pero la resistencia seguía.
Los clientes comenzaron a entrar al café y quedaron perplejos ante la intensidad de las personalidades exageradas.
Javiera, quien interpretaba la personalidad enojada, atendía una mesa.
— Bienvenidos, supongo. No es que me importe si les agrado o algo así —dijo en tono enfadado.
— Uh, gracias... supongo —respondió tímidamente el cliente.
Paula, que estaba interpretando la amabilidad, se acercó a atender a otro cliente.
— ¡Hola! Paula está aquí para servirte.
— ¡Oh, esto es... diferente! Un pastel, por favor.
Un pastel delicioso vendrá en un momento.
Los clientes que no sabían cómo reaccionar quedaban atónitos, pero de alguna manera se estaban entreteniendo.
Natalia, a quien le tocó exagerar la personalidad de desprecio, estaba haciendo todo lo posible para no morirse de la vergüenza.
“¿Qué hago? ¿Cómo se supone que trate con desprecio a los clientes? Aún no sé qué debería hacer".
— Bienvenidos, insignificantes mortales. ¿Están preparados para ser... atendidos? —preguntaba Natalia.
— Esto se está volviendo interesante. Solo un café, por favor.
— Tal vez. O tal vez no. Disfruta tu incertidumbre.
Los clientes se reían y le seguían el juego a Natalia.
Luego de tomar la orden, Natalia fue a la cocina a dejar el pedido.
"Espero que ninguna persona conocida me vea”
El café estaba repleto de personas, tal parecía que la idea estaba siendo un éxito. Las camareras estaban tan apuradas que apenas podían pensar.
— Disculpe, quería hacer una orden.
— Sí, ya voy—contestaba Natalia.
Natalia se acercaba a la mesa rápidamente pensando en que decir.
— Bienvenido… ¿estas listo para enfrentar lo que el día tiene preparado? —decía Natalia con una sonrisa malévola.
— Hola —respondia alexander conteniendo la risa.
— ¿Eh?, ¿Qué haces acá alexander? —Decía avergonzada.
— Vine como todos los días pero esto no me lo esperaba.
— Olvídalo por favor, olvida lo que acabas de ver.
— Estas listo para enfrentar lo que el día te tiene preparado, jajaja no puedo, no aguanto la risa.
— Ah todo esto es culpa de la gerente por hacernos actuar así —exclamaba Natalia desesperada.
— Esto es perfecto, te dije que este lugar hacia muchas cosas divertidas.
— Ah, vas a pedir algo o no.
— Si un café expreso y una tarta esta bien, ahí me estomago tanta risa es algo malo.
Alexander intentaba contener la risa mientras observaba a Natalia en su actuación exagerada. Intentó mantener la compostura para no hacerla sentir más incómoda.
— Esto es muy divertido —decía entre risas. —Creo que deberían hacerlo más a menudo.
Natalia, sintiéndose un poco más aliviada por la reacción positiva de Alexander, respondió con una sonrisa nerviosa: —Bueno, si te gusta, tal vez podamos considerarlo... ocasionalmente.
Mientras tanto, en otra parte del café, Paula seguía con su representación exagerada de amabilidad, sirviendo a los clientes con una sonrisa deslumbrante y un tono entusiasta.
— ¡Claro! ¡Un pastel delicioso vendrá en un momento! ¿Algo más en lo que pueda asistirte? —decía con un brillo de exageración en sus ojos.
Un cliente, divertido por la actuación, respondió—No, gracias, eso será todo.
Paula continuaba su actuación, a pesar de lo extraña que se sentía. El ambiente en el café era festivo, y los clientes estaban disfrutando la inusual experiencia.
Javiera, por otro lado, intentaba mantener su personificación de enojo mientras atendía una mesa. Aunque al principio se sentía incómoda, notó que algunos clientes encontraban divertida su actuación.
— Bienvenidos, supongo, no es que me importe si les agrada o algo así— decía con un tono fingido de molestia.
Un grupo de jóvenes rió ante la exageración y le guiñaron un ojo. —Vaya, eres toda una actriz—bromeó uno de ellos.
Mientras tanto, la gerente Sofia observaba a su equipo con orgullo y satisfacción desde la distancia. Esta pequeña locura había cambiado la dinámica del café y había generado un ambiente más relajado y divertido.
Mientras Natalia continuaba tomando pedidos y sirviendo a los clientes, una nueva idea cruzó su mente. Después de terminar con una mesa, se acercó a sus compañeras.
— Chicas, creo que hemos encontrado una forma genial de atraer a más clientes y hacer que se diviertan— les dijo con entusiasmo.
Las otras camareras se miraron entre ellas, intrigadas. —¿Qué tienes en mente, Natalia? —preguntó una de ellas.
— Escuchen, ¿y si hacemos del 'Día de Locura' una tradición mensual o semanal en el café? Cada vez podríamos exagerar una personalidad distinta y dar a los clientes una experiencia única—propuso Natalia.
Las demás camareras sonrieron ante la idea. Parecía una manera fantástica de destacar su café y mantener a sus clientes entretenidos.
— ¡Me encanta la idea! — exclamó Paula, quien había estado interpretando a la amabilidad. —Podríamos incluso pedir a los clientes que voten por la personalidad que quieren ver la próxima vez.
— Viste Natalia termino gustándote la idea.
— Es solo por los clientes sabes.
— Esa personalidad te quedara bien para el próximo mes.
Reía las camareras.
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