CAPÍTULO 7

Genoveva no quería darse por vencida. Ese niño despertó en ella un interés especial. Ella lo detalló muy bien, por su estatura el pequeño debía tener unos cuatro años. Entonces ella debía averiguar con quién se relacionó su hijo en ese tiempo, pero primero debía disipar una última duda y si sus sospechas eran ciertas, entonces su hijo debía darle algunas explicaciones.

Cristiano estaba desconcertado por la actitud de su esposa. Ella estaba extrañamente callada y miraba a su alrededor como buscando algo o a alguien.

Pero Genoveva ignoró la mirada inquisitiva de su marido y cambió de rumbo. Ellos llegaron hasta la habitación de su hijo y ella le sonrió al verlo quejarse y sonreírse con la enfermera.

Aunque ella conocía muy bien a su hijo y este era el más pícaro y coqueto de todos. Definitivamente que Santiago Jr. era igual a su padre en todos los sentidos.

Ella terminó de entrar y al verlo tan sonriente les preguntó:

—¿Interrumpo?

Santiago Jr., sonrió al ver a su madre, cruzándose de brazos con un porte de una mujer tóxica.

Él solo sonrió y asintió con la cabeza. Mientras que la avergonzada enfermera movía su cabeza varias veces en señal de negación.

—Con permiso —susurró la chica antes de salir casi huyendo

—¡¡Mami!! Por eso es que seguimos solteros a pesar de ser tan guapos.

Vamos a tener que usar camisa que diga: "Suegra celosa y tóxica a bordo".

Cristiano no pudo evitar sonreír y se ganó una mirada de reproche de su esposa.

—Búrlate, yo solo protejo a mis hijos. Además, te hice un favor, porque esa mujer no es para ti.

—Vaya, ¿y por qué? —le preguntó Sebastián que había estado escuchando todo en silencio.

—Porque tiene un anillo en su dedo. Esa enfermera está casada. —le dijo Genoneva.

—O tal vez. Divorciada o viuda. —le dijo Santiago Jr. tratando de hacer enojar a su madre como siempre.

—Deja de hablar de tonterías y termina de recuperarte. Es Navidad y no deberíamos estar aquí, sino en casa disfrutando con la familia.

Los tres hombres rieron. El doctor los interrumpió, para entregarle el alta, y todos salieron rumbo a su casa.

Genoveva trataba de disimular, pero su corazón se negaba a marcharse de ese lugar. Ella sentía que estaba dejando algo muy valioso atrás. Ella comenzó a avanzar lentamente y miraba hacia todos lados.

—¿Dónde estás, mi bebé? —susurró para sí misma.

Pero ya estaban en la entrada y su hijo ya tenía el auto en la entrada.

Genoveva entró al auto, se sentó en los asientos de atrás con su esposo. Mientras que los chicos iban al frente.

Genoveva permaneció en silencio e inexplicablemente, una lágrima rodó por su mejilla. Cristiano la miró fijamente y la abrazó.

—Ya pasó todo amor. Sé que te asustaste, pero ya Santi está bien, mañana mismo estará coqueteando y riendo.

—Sí, mi amor. Tienes razón, soy muy sensible.

Genoveva aprovechó de soltar el llanto retenido y muchos pensamientos la embargaron. Pero Cristiano tomó su rostro entre sus manos y la besó.

—Te amo mi amor. Siempre he amado tu devoción por nuestros hijos.

—Y no tienes idea de cómo seré, cuando sea abuela. Mis nietos serán intocables para mí.

—Y para mí también, seré  il miglior nonno (el mejor abuelo). Haré lo que sea por mis pequeños consentidos.

Los dos se rieron y Cristiano no se imaginó que esas inocentes palabras llenarían a su esposa de esperanzas. Ella sabía que para Cristiano Santoro no había imposibles.

Mientras tanto, Máximo Jr. observó a través de la cámara de seguridad a la familia marcharse. Entonces se sintió seguro de volver a su lugar.

Máximo sonrió al ver a su guerrera salir. Ella venía en silla de ruedas, su rostro estaba pálido, sus labios estaban resecos y sus ojos carecían de brillo, pero aun así. Ella era la mujer más hermosa del mundo. Celina era la madre perfecta. Él sin duda volvería a elegirla.

Ellos no tenían dinero, ni lujos, pero se tenían el uno al otro, además tenían su amor. Máximo corrió hacia ella y la abrazó. El pequeño le dio un beso en la mejilla y ella lo despeinó un poco.

—Gracias doctor. —le dijo Máximo extendiéndole la mano al Galeno. Que no dejaba de sorprenderse.

Fausto estrechó la mano del pequeño y palmeó el hombro de Celina, antes de agacharse y susurrarle al oído.

—Recuerda lo que hablamos.

Ella levantó su mirada hacia él y negó con su cabeza. No estaba dispuesta a perder.

Entonces el doctor los acompañó hasta el taxi y Celina con mucho esfuerzo se sentó al lado de su pequeño, que traía su bolso y algunos récipes en sus pequeñas manos.

Celina estaba perdida en sus pensamientos. Su conversación con su amigo y colega no le había ayudado en nada. Todo lo contrario, ella recuerda cada palabra dicha por él y su corazón se contrae.

...FLASHBACK...

—No puede ser que sigas negada a revelar el nombre del padre de Maxito.

—Fausto, hemos hablado ese tema miles de veces. No quiero que mi hijo sufra el rechazo de su padre.

—Pero ¿Cómo lo sabes? Tal vez, se sorprenda y si tal vez se moleste. Tal vez, te denuncie o qué carajos sé yo. Pero su ira será contra ti, no contra su hijo.

—No te metas.

—Si me meto. Claro que me meto. Celina te juré hacerme cargo de Maxito y cumpliré con mi palabra. Ese pequeño genio será mi hijo, te lo he pedido muchas veces. Celina cásate conmigo y nadie podrá alejarlo de mí. Yo le daré mi apellido.

—Fausto, no te condenaré a vivir con una mujer enferma. Hoy lo dices, pero mañana cuando te enamores de verdad. Entonces te pesaremos. No solo cumple tu juramento, sé que mi pequeño estará bien contigo.

—Por supuesto que sí, pero hagamos algo. Deja el nombre y los datos de su afortunado padre en una caja de seguridad y si algo llega a pasarte, y yo lo considero necesario, buscaré a ese hombre.

—No, no y no. Solo llévame con mi hijo.

Fausto negó con la cabeza y comenzó a empujar la silla de ruedas, hasta ver esos ojos hermosos que se llenaban de emoción al ver a esa mujer

...FIN DEL FLASHBACK...

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