CAPÍTULO 6

Celina sonrió al ver a su pequeño genio, caminar hacia la puerta, llevando en su mano la cartera de su madre. Él quería sentirse útil. Sentir que la ayudaba en todo lo que podía y realmente así era.

Celina caminó hacia él y lo levantó en sus brazos.

—No debes hacer fuerza mami. Debes ahorrar energías para tu quimio.

—Tú eres mi carga de energía, amor.  Cargarte, abrazarte y oler ese delicioso aroma a bebé recién bañado me relaja. Te amo Máximo Johnson.

—Está bien, entonces absorbe toda la energía que necesites, pero recupérate pronto.

Estas palabras arrugaron el corazón de Celina y sus lágrimas salieron y corrieron por sus mejillas.

—Te amo mucho, mi amor. Y te prometo luchar con todo mi corazón. —le dijo ella con la voz entrecortada.

Ellos terminaron de salir de la casa y subieron a un taxi. Celina tenía un viejo auto, pero no podía llevarlo para las quimios porque después no podía conducir de regreso.

Entonces ellos llamaban a un taxi y ese mismo vehículo los traía de vuelta.

Ellos bajaron del auto y Celina caminó con su pequeño, tomada de la mano como siempre. Después de llegar hasta la recepcionista, ella se anunció y le repitió a su hijo las mismas indicaciones de siempre.

—Amor, no te muevas de aquí. No hables con extraños, si alguien muestra interés en ti y te pregunta algo, miente y si se te acercan corre y te escondes. Tienes tu celular, cualquier cosa me llamas. Te amo. Mamá regresará pronto.

Máximo miraba atentamente a su madre y la escuchaba, mientras asentía con la cabeza. Él no quería preocuparla. Entonces hackeaba el internet y se metía entre el teléfono con un audífono en el oído.

Cualquiera pensaría que el pequeño estaba jugando con su celular, cuando en realidad estaba observando a su madre a través de la cámara de seguridad. Su miedo a perderla era tan grande, que no podía hacer otra cosa que verla sentada, tratando de dormirse. Mientras que ese líquido entra en su cuerpo y quema sus venas, acaba con sus defensas y degrada su ser. Pero contradictoriamente era su esperanza de vida.

Una vida con su hijo y era muy triste pensar en dejarlo solo.

Mientras tanto, en la mansión Santoro...

La gran familia se encontraba desayunando. Hasta que Santiago Jr. comienza a toser. El joven se levanta y continúa tratando de recuperar el aliento.

Su hermano Sebastián suelta el cubierto y trata de darle golpes por la espalda, para ayudarlo. Pero el hombre desesperado lleva la mano a su garganta y Cristiano se da cuenta de que el joven presentaba problemas para respirar. Al parecer estaba sufriendo una intoxicación.

—No hay tiempo de llamar a una ambulancia. Vamos a llevarlo a la clínica.

Genoveva, preocupada, sale corriendo detrás de su hijo y lo abraza. Mientras, Santiago Jr. trata de recuperarse, por medio de la tos, para obtener un poco de aire.

Ellos corren fuera de la casa y suben al auto.

Sebastián está al volante, Cristiano se sube en el puesto del copiloto y Genoveva y Santiago Jr. van juntos en el asiento de atrás.

—Entra en la primera clínica que veas —le dijo Cristiano a Sebastián y después de algunos minutos, se estacionaron en la entrada de la emergencia de una clínica no muy reconocida.

El pequeño genio observó los gritos y escuchó un revuelo. Varias enfermeras corrían de un lado al otro. El pequeño recogió sus pies al ver a los médicos acercarse a gran velocidad con un chico en una camilla.

—¡¡Parece que sufrió una intoxicación!! —le gritó una señora muy hermosa, pero se veía muy triste y angustiada, al médico.

En un momento, sus miradas se cruzaron y la mujer se quedó paralizada. Sentía que había dado una vuelta de regreso al pasado a más de quince años exactamente.

Ella hizo un mohín con sus labios y trató de acercarse a él. Pero todas las alertas de Máximo se encendieron.

La mujer estaba decidida a acercarse y el pequeño Máximo fijo su mirada en la pantalla de su teléfono, ignorándola.

Entonces sintió el olor de un delicioso perfume y una presencia femenina.

—¿Estás solito, bebé? —le preguntó Genoveva

Máximo observó a una pareja que venía caminando hacia ellos y los señaló.

Máximo usó su voz más minguera para susurrarle

—Mami y papi.

La pareja al verlo le sonrió y la mentira tomó forma. Entonces Genoveva solo despeinó un poco el cabello del pequeño genio y cuando se disponía a sentarse a su lado e indagar un poco, la interrumpieron.

—Señora Santoro, su hijo, está fuera de peligro. Puede pasar a verlo.

Genoveva abrazó a su esposo que venía detrás de ella y después lo tomó por la mano, pero en vez de caminar hacia donde estaba Santiago Jr. caminó hacía donde está Máximo. Pero el pequeño había desaparecido.

Genoveva sintió una punzada en su corazón, un sentimiento de perdida se alojó en su corazón.

Mientras tanto, Máximo estaba en el cafetín. Deseaba que esa gente se fuera rápido. Esa señora lo hacía sentir muy inquieto.

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