CAPÍTULO 2

Ellos continuaron burlándose de Santiago hasta la hora de dormir. Sus hijos cuando se trataba de bullying eran implacables. Tenerlos a todos juntos, era una alegría inmensa para Genoneva.

Pero inevitablemente, los días pasaron y la familia había regresado a su casa.

Un nuevo día llegó y en la mansión Santoro, algunos ya estaban despiertos y otros aún se negaban a pararse.

Máximo seguía usando el silbato para molestar a sus hermanos. Santiago Jr. y Sebastián eran los más afectados, porque aún tenían la costumbre de dormir los tres en la misma habitación.

Máximo sonaba el silbato un par de veces y salía hacia el comedor. Era costumbre para ellos, encontrar a su padrino en la mesa con su periódico y a su madre sirviendo el desayuno.

—Buenos días. —dijo Máximo, mientras besaba la cabeza de su padrino y abrazaba a su madre.

—Buenos días, mi amor ¿vas a salir?

—Si, madre acompañaré a Sebastián a comprar su auto y de ahí daremos una vuelta y regresamos.

—¿Quieres algo especial para el almuerzo? —le preguntó Cristiano, sabiendo que habían planeado estrenar la parrillera nueva.

—Obviamente. Papi debe venir por ahí con todo lo necesario para la barbacoa. Preparalo todo padrino. Hoy pasaremos la tarde en la piscina. Quiero disfrutar cada segundo con ustedes antes de irme.

—Buenos días ¿Puedo invitar a Paulina? —le preguntó, su hermana Camila que venía llegando.

Todas las miradas se posaron en el rostro de Máximo y solo notaron que él levantó sus hombros en señal de desinterés.

—Si puedes invitarla, amor. Pero por favor que se comporte. —le susurró Genoveva a su hija en el oído.

Después, una turba se escuchó y todos reían en la mesa. Perfectamente, sabían que los otros seis hermanos venían bajando empujándose por las escaleras.

—Nunca crecerán —les dijo Máximo y todos comenzaron a reír.

Un poco después bajaron los trillizos Santoro que también venían corriendo. Las niñas llegaron hasta su padre y besaron sus mejillas. Mientras que Cristiano Jr. Saludó primero a su madre. Después todos se sentaron a desayunar.

Para Genoveva estos ruidosos desayunos eran lo mejor del día. Todos comentaban sus planes del día entre risas y bromas.

Después de desayunar. Máximo se levantó y le hizo señas a Sebastián, para que los acompañara. Entonces su hermano también se levantó y lo siguió.

Máximo subió a su auto y Sebastián se metió en el puesto del copiloto.

—Max ¿Estás seguro de lo que quieres hacer? —le preguntó Sebastián tratando de persuadir a su hermano.

—Totalmente. Sebas si hubieses escuchado a mi padrino hablar de mis futuros hijos, lo entendería.

—Si, eso lo entiendo. Esperan nietos de todos, pero esto es muy apresurado. Hermano apenas tienes veinte años. Puedes tener a tus hijos en vivo y directo.

—Si lo sé, Sebas. Pero quiero tener esto como un seguro en caso de que algo malo me ocurra. Recuerda que ser militar es una carrera muy peligrosa, arriesgaré mi vida cada día.

—Lo sé y por eso no entiendo tu afán de arriesgarte. Hermano, tenemos una vida por delante y gracias al trabajo de nuestros padres tenemos un futuro asegurado. Solo debemos trabajar para ser independientes y formar nuestras propias familias.

—Eso es lo que no me gusta. Todo es muy fácil para mí. Quiero retos, aventuras, necesito sentirme vivo cada día. Además esto no es definitivo, es solo un seguro. Si algo llega a pasarme. Tu serás el encargado de buscar a la mujer ideal y procrear a mis hijos. Quiero tener dos, deben ser gemelos o mellizos. Para que sea un solo parto. Los demás debes desecharlos.

—Si eso lo entendí, leí cada cláusula del poder que firmé. Pero también debes nombrarme tu heredero. ¿Acaso crees que será fácil para mí, buscar a una mujer que acepte tener a tus hijos? Eso me costará una fortuna. Ja, ja, ja.

—Ja, ja, ja. Imbécil —le respondió

Máximo, mientras se estacionaba, salía del auto y seguía a su hermano.

Los dos hermanos caminaban y todas las mujeres, fijaban sus miradas en ellos. Los hermanos solo sonreían, ya estaban acostumbrados a causar este efecto cada vez que estaban juntos.

Ellos llegaron a la recepción y la chica fijó su mirada en Máximo. La mujer estaba literalmente babeando por él.

—Señorita, señorita —le dijo Sebastián agitando su mano frente a ella.

La mujer salió de su trance y se sonrió, pero estaba totalmente sonrojada.

Definitivamente, este hombre había robado su corazón.

—Disculpen señores. ¿En qué puedo servirle?

—Señor soy yo. Este es mi hermano mayor y es señorito —le dijo Sebastián señalando a Máximo y soltando una carcajada.

Máximo no pudo evitar sonrojarse y sonreír, mostrando su sonrisa perfecta que hizo temblar las piernas de la chica.

—Cállate idiota. Señorita el Doctor Jauregui me está esperando. Por favor Dígale que Máximo Santibáñez está aquí.

La chica solo asintió y tomó el teléfono, para anunciar su presencia. Ella conversó algunos segundos por teléfono y luego salió de la recepción para acompañarlos.

—Estás consciente de que está arriesgando su trabajo para acompañarte. Deberías invitarla a cenar o algo así —le susurró Sebastián a Máximo, mientras caminaban detrás de la chica.

—Esta es una prueba de que no necesitaras mi herencia. Solo muestra una foto mía y encontrarás a la madre de mis hijos. Ja, ja.

Los dos hermanos iban murmurando a espaldas de la chica sin imaginarse que ella los estaba escuchando.

—Es aquí —le dijo la chica señalando una puerta blanca.

—Gracias —le dijo Máximo y la chica le sonrió.

—Yo encantada sería la madre de tus hijos. —le dijo la chica y ambos abrieron los ojos y se sintieron avergonzados.

La chica solo les guiñó un ojo y regresó a su puesto.

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Comments

Griss Romero

Griss Romero

Jajaja, estos irreverentesn, ni se dieron cuenta que la chica estaba escuchando jajaja

2024-05-09

3

Patricia Salazar

Patricia Salazar

Estamos en otra aventura 😉

2024-05-11

0

Anonymous

Anonymous

jajajaja me encanta la novela /Angry/

2024-05-10

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