Primer heredero.

Athena.

Después de la gran humillación que Besimir me había hecho, ya habían pasado dos semanas en donde él no apareció y lo agradecía en verdad.

Pero toda felicidad no es eterna, él había llegado al castillo por mí, para llevarme a mi nueva morada en Isemfort, las doncellas por orden del rey de inmediato guardaron mis vestidos y cuando estaban mis valijas listas, entendí que ya era la hora.

Sin ánimos salí del dormitorio caminando lo más lento posible hacia las escaleras, pero aunque retrasará todo, sabía que aun así llegaría tarde o temprano a mi horrible destino.

Mi madre al verme sonrió abrazándome fuertemente — te quiero— solo asentí al escucharla decir esas palabras de supuesto amor vacío, me alejé de ella sin siquiera decirle alguna palabra de mi parte como respuesta a la suya.

Mi padre solo me vio por un momento y desvío su mirada, se despidió de Besimir y solo salimos del castillo, subimos al carruaje y los caballos comenzaron a trotar.

El camino fue muy largo, silencioso y demasiado tedioso, hasta que atravesamos una gran fortaleza entrando a las tierras del reino de Isemfort y aún seguíamos en camino.

Al llegar al imponente castillo, bajamos del carruaje, los sirvientes se llevaron mis cosas y a Besimir lo vi entrar por las grandes puertas del castillo y a mi solo me dejo en las escaleras junto al carruaje.

Hasta que volvió a salir notándose una leve molestia en su rostro — ¡camina Athena!— grito y de inmediato subí los escalones para entrar.

Al ver el interior me deslumbró su belleza, seguía admirando cada rincón cuando su agarre lo sentí en mi brazo jalándome escaleras arriba.

Abrió unas puertas donde me di cuenta de que estaban mis pertenencias, entre y sentí su presencia atrás de mí— este será tu nuevo dormitorio— asentí sin verlo.

Solo sentía su mirada hasta que solo dio media vuelta y salió de mi dormitorio, me senté en la cama y mientras observaba a mi alrededor entraron tres doncellas parándose frente a mí e hicieron reverencia.

— mi señora, estaremos a su servicio— asentí.

Y solo las vi sacar mis vestidos llevándolos al mueble que había en el dormitorio, cuando terminaron hicieron nuevamente una reverencia y salieron casi corriendo algo que me pareció muy extraño.

No le tomé más importancia, me levanté de la cama acercándome a ver por la astillera perdiéndome rápidamente en mis pensamientos tanto que no me di cuenta cuando Besimir había entrado al dormitorio cerrando la puerta con llave, al sentir sus manos en mis hombros un escalofrío recorrió gran parte de mi cuerpo y un gran nudo se alojó en mi garganta, hizo presión con sus manos en mis hombros girándome con mucha rudeza.

Comenzó a besarme tan salvajemente que me lastimo mi labio inferior y de un solo jalón prácticamente desgarro mi vestido, mis lágrimas comenzaron a salir por lo que sucedía, estaba totalmente paralizada hasta que intente alejarme de él, pero fue imposible, sentí un golpe en mi mejilla y solo caí en la cama.

Y solo volvió a suceder sin poderlo evitar, siendo aún más rudo que aquel día, cuando termino baje mi cabeza cerrando mis ojos, sentí cuando él se bajó de mí, pensé que pronto se iría, pero de pronto me tomo del cabello jalándome, provocando que me quejara por el gran dolor que sentía, me acerco a él viendo sus ojos oscurecidos y en su rostro tenía una pequeña sonrisa que para mí era muy terrorífica.

— acostúmbrate a mi presencia princesa, porque vendré cada noche a tu cama hasta que me des a mi primer heredero— me soltó y solo salió desnudo para verlo entrar a su dormitorio donde estaba una doncella desnuda sentada en la orilla de la cama.

Me hice pequeña en la cama aun envuelta en los lienzos y en todo el dormitorio solo podía escuchar mis sollozos.

No me levante de la cama por unos largos días, me rehusaba a comer a asearme pensando ilusamente que así Besimir no se me acercaría, pero estaba tan equivocada.

Cada noche me visitaba diciéndome las mismas duras y frias palabras, que no pararía hasta que tuviera a su primer heredero.

Así paso dos, tres y cuatro semanas donde cada noche me lastimaba hasta que una noche me levante de urgencia, sentía mi estómago indispuesto y así fue me enteré de que ya esperaba a mi hijo, "a su primer heredero", como él lo quería, mi madre al enterarse vino de inmediato para felicitarme y según ella a decirme que me amaba y que estaba feliz por la próxima llegada de mi hijo.

Paso el tiempo tan rápido, pero el tiempo perfecto para ver lo bueno dentro de todo esto y era mi bebé a quien ya amaba sin aun conocerlo.

Y al subir el primer escalón de las escaleras que conducía a los dormitorios, sentí un dolor muy intenso en mi vientre y cuando las doncellas notaron qué me quejaba solo me dijeron que daría a luz a mi hijo.

Seguía sintiendo esos dolores intensos, donde de inmediato me llevaron al dormitorio y vi entrar a tres mujeres quienes me prepararon, los dolores eran cada vez más intensos, pero aun así estaba asustada.

Y después de esforzarme, todo vino en calma y en medio del silencio que había en el dormitorio se escuchó su fuerte llanto y de inmediato un alivio invadió mi cuerpo, vi a las doncellas sostener entre sus brazos a mi hijo, lo arroparon y se lo llevaron sin dejarme verlo.

No entendía por qué se lo habían llevado, después de haberme dado un baño por órdenes de Besimir, me cambié y me recosté en la cama.

Y por esa misma puerta entraron las doncellas con mi hijo en brazos, me incorpore casi impaciente porque no me dejaba sostenerlo entre mis brazos.

Lo acercaron y note su cabello claro, acaricie su pequeño rostro hasta dejar un beso en su frente y con esa acción comenzó a llorar.

Y con ayuda de una de las doncellas pude alimentar a mi hijo, cuando termino simplemente se lo volvieron a llevar.

Y esa puerta solo se abría cada que mi pequeño hijo tenía hambre, aunque me dolía no tenerlo por completo aquí a mi lado, aun así anhelaba y amaba cada pequeño momento que él estaba en mis brazos sintiendo mi corazón con regocijo al solo verle.

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