La rueda de prensa se salió de control. Yo estaba muy tranquila, respondiendo las preguntas de los periodistas, sobre la situación en el Levante y mi experiencia con el Papa, cuando un reportero me preguntó sobre la violencia que asolaba mi país y que había desbordado todo límite. No solo eran sicarios, robos, feminicidios sino también cupos y bandas delincuenciales, sin que las autoridades lograsen solucionar la inseguridad ciudadana.
-El presidente es un incapaz-, dije furiosa, desatando el alboroto.
-No es solo mi país, todo el continente es un barril de pólvora por culpa de gobiernos incapaces, de gobernantes que no tienen temple ni temperamento para controlar al crimen organizado ni al delincuente común-, seguí disparando, sin medir consecuencias.
Se hizo una intensa vocinglería y las preguntas iban y venían, a gritos, y el descontrol iba en aumento, pero yo no respondía nada , seguía hablando como una autómata, tratando de alzarme sobre el griterío. -¿Acaso han podido frenar los feminicidios? ¿Qué esperan, que ya no queden mujeres en el mundo? ¿Hasta qué extremos seguirán apañándose entre hombres?-, reclamé.
Y fue que en un exabrupto dije sobre el presidente de mi país que era un tonto.
Esa misma tarde el mandatario respondió, furioso, delante de palacio. -Esa mujer está loca-, dijo resoluto.
Jaclyn me esperó a que termine de ducharme, porque teníamos la sesión de fotos para la revista. Margot ya había acomodado toda mi ropa y los zapatos y luego debía pasar por las manos de Nancy, Fanny y Daisy, antes de ir al estudio fotográfico de esa afamada publicación.
-Se supone que eres imagen de pulcritud, belleza, armonía y sobre todo, paz-, me dijo, con la cara ajada.
-Es la imagen que doy, sí-, no entendía nada.
-Pelearte con los presidentes no es la idea de las Miss Sideral-, siguió regañándome.
-Ay, no medí mis palabras-, acepté.
-Debes tener más control, no caer en el juego de los periodistas. Tú eres muy explosiva y bocona, tata de ser más cauta-, estaba bastante molesta. Me dio risa. Le acaricié el mentón y le hice un mimo coqueto.
-Ya, mamá, seré una buena bebita-, le dije y ella, por más que intentó contenerse, estalló en carcajadas.
-Tu presidente tiene razón, estás loca de remate-, dijo Jaclyn sin contener sus risotadas.
Fui con todo mi séquito para la sesión de fotos, en la limusina. Los periodistas estaban en la entrada de la revista y apenas me vieron me martillaron a preguntas. Schelott ya me había anunciado que iría el fin de semana al cuerno de África.
-Voy a desafiar las bombas, poner el pecho y decirle a ellos que matarse unos a otros no es solución a sus problemas tribales-, dije. Jaclyn juntó los dientes y miró el cielo. -Mujer, mujer, mujer-, la oí renegar juntando las manos.
Me encantaron las fotos. Tres reporteros gráficos, hombres todos, me captaban desde todos los ángulos en vestidos entallados, amplios, de moda, de colección y también ropas estilizadas y de época, por supuesto ropas de baño, bikinis, tangas y también leggins y minifaldas jeans. Me encantó tanto que estaba demasiado coqueta y sensual en mis gestos, derrochando toda mi feminidad que veía a los fotógrafos encandilados y prendados a mi belleza y mis arrebatadoras curvas, resaltados en las falditas, los pantalones súper ajustados y vestidos cortos, estrechos y entallados.
Al final de la velada, la periodista me hizo algunas preguntas banales y en el momento menos pensado, me preguntó sobre la inmigración.
-No es solución mojar las manos en sangre, la inmigración no es sinónimo de delito, sino de sueños e ilusiones en un mundo mejor, entonces hablamos de crímenes-, le dije. Ella hizo brillar sus ojos.
-Pero hay mafias detrás de esos movimientos migratorios-, juntó sus dientes.
-Exacto. Matar es un crimen. Matar ilusiones, sueños, esperanzas, lo es-, dije.
-¿Qué sugieres?-, pasó ella la lengua por sus labios. Tenía un notición.
-Combatir las mafias, la raíz de todo, decapitar las cabezas y entonces, reglamentar eso porque los sueños no se deben zanjar, sino alentar-, culminé porque Margot me llamaba para regresar al hotel.
La periodista me besó la mejilla y adiviné en su rostro festivo y efusivo, que había metido otra vez la pata.
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