8. Yu

Cuando recibí el mensaje de Daoming avisándome que hoy tendría una prueba en el club de atletismo, mi primera reacción fue dirigirme a casa para esperarlo allí. Pero la curiosidad pudo más y cambié de rumbo hacia las canchas.

Quería ver con mis propios ojos las habilidades atléticas de mi primo. Siempre lo había imaginado como un chico de campo sencillo, no un posible deportista. Ese era un lado suyo que aún no conocía.

Al llegar, me senté en las gradas justo cuando los aspirantes comenzaban una carrera demostrativa. Busqué ansiosamente a Daoming entre ellos. Lo localicé al frente del grupo, manteniendo el paso con gran determinación. Sonreí orgulloso al verlo tan seguro de sí mismo compitiendo.

Los demás iban cayendo exhaustos uno por uno, pero Daoming seguía la marcha. Lucía agotado pero radiante, disfrutando claramente el reto. Me llenó de alegría ver esa sonrisa que había extrañado en las últimas semanas.

Al ver a Daoming con el corto uniforme deportivo, no pude evitar notar su ardiente cuerpo. Sentí una oleada de deseo, maldiciendo en silencio nuestro parentesco que me impedía hacerlo mío.

De repente, una voz familiar me sobresaltó. —Yu, ¿por qué me has estado evitando?— Era Jin, el chico con el que había tenido un encuentro casual semanas atrás. Casi había olvidado su existencia.

Titubeé, sin saber cómo explicarle que lo nuestro fue solo una aventura de una noche. Pero no quería herir sus sentimientos, así que opté por seguirle la corriente.

—Ah, lo siento Jin, he estado muy ocupado con la universidad y otras cosas,— respondí evasivamente.

Jin no pareció muy convencido, pero no insistió. En cambio, se sentó a mi lado y comenzó a conversarme en un tono coqueto sobre lo mucho que le gustaba pasar tiempo conmigo.

Asentí con una sonrisa tensa, deseando que se marchara para poder seguir observando a Daoming. Consideré seriamente decirle la verdad para quitármelo de encima. Pero no quería cometer una imprudencia estando mi primo tan cerca. Tendría que lidiar diplomáticamente con Jin más tarde, cuando estuviéramos a solas.

Jin siguió la dirección de mi mirada y comentó: —Ese chico de ahí sí que es bastante guapo. ¿Es por él que me has estado evitando?—

Me tensé nerviosamente.

—Claro que no, él es sólo mi primo.— Traté de restarle importancia, pero Jin pareció percibir mi incomodidad.

—Hmm ya veo. No te importa entonces si trato de conocerlo mejor, ¿verdad?— preguntó Jin con un tono insinuante.

Apreté los puños involuntariamente ante la sola idea de Jin coqueteándole a Daoming. Pero no podía demostrar mis celos sin levantar sospechas. Así que simplemente desvié la mirada en silencio.

Justo en ese momento, Daoming volteó en nuestra dirección y nuestros ojos se encontraron por un segundo cargado de electricidad. Pude ver en la expresión de Jin que no le había pasado desapercibido ese intercambio.

—Entiendo...— dijo pensativo. Jin se me acercó sugerentemente y me susurró al oído: —Oye, ya que estamos aquí, ¿por qué no dejas plantado a tu primo y vamos a pasar un rato divertido juntos?—

Retrocedí incómodo ante su cercanía. —Lo siento, le prometí que lo esperaría para volver a casa—.

Jin hizo un mohín, acortando aún más la distancia entre nosotros. —Vamos, cancélale. Sabes que conmigo la pasarás mucho mejor—. Posó su mano en mi muslo y me tensé nerviosamente.

En ese instante, mi teléfono vibró. Era una llamada de Daoming:

—Yu, gracias por esperarme. Ya casi termino aquí—. Su voz hizo que mi pulso se acelerara.

Me aparté rápidamente de Jin.

—Debo irme, lo siento mucho—. Sin esperar respuesta, me alejé con la mirada puesta en Daoming.

Nuestras miradas se conectaron entre la multitud, transmitiendo en silencio lo mucho que anhelaba estar a su lado. Jin quedó olvidado. En ese momento, solo existíamos nosotros dos, avanzando inevitablemente hacia un futuro lleno de posibilidades prohibidas pero irresistibles.

En el auto de regreso a casa, comenté en tono jocoso: —Vaya primo, quién hubiera imaginado que tenías escondido ese don atlético. ¡Eres todo un velocista!—

Daoming no respondió, limitándose a mirar pensativamente por la ventana del copiloto.

—Oye, era solo una broma, no te lo tomes tan en serio,— agregué, preocupado de haberlo ofendido.

—No, está bien,— contestó finalmente. —Sólo estoy cansado por correr. Me alegra que hayas venido.— Me dirigió una débil sonrisa.

Me sentí aliviado y le devolví la sonrisa. —Sabes que siempre te apoyaré, somos familia después de todo.—

Daoming asintió en silencio y se recostó en el asiento, cerrando los ojos. Manejé con cuidado, tratando de hacer el trayecto más largo.

Mientras conducía, noté que Daoming se quedó callado, como si algo le preocupara.

—Oye, ¿Eres cercano a ese chico con quién estabas sentado en las bardas?— Se atrevió a preguntar.

—Ese chico con el que estaba hablando en las gradas no es nadie importante. Sólo un conocido de la universidad.—

Daoming me miró extrañado.

—Ah, está bien.—

Pero pude percibir un dejo de celos en su voz. Sonreí para mis adentros, satisfecho de provocar esa reacción en él.

—Y ese otro chico con el que estabas corriendo, ¿es algún amigo tuyo?— pregunté, fingiendo desinterés.

—No, tampoco es nadie,— respondió secamente.

No pude evitar recordar aquella vez hace unas semanas cuando los vi besándose apasionadamente en el salón de clases Claramente no era —nadie— para Daoming. Pero no quería incomodarlo, así que simplemente asentí.

El resto del camino continuamos en silencio, lanzándonos miradas furtivas de vez en cuando. La tensión sexual entre nosotros era palpable. Ambos sabíamos que nuestros sentimientos iban más allá de la relación fraternal.

Al llegar a casa, Daoming se excusó rápidamente para darse una ducha. Me quedé en la sala, con la mente invadida de pensamientos prohibidos sobre él. Deseaba fervientemente seguirlo al baño y unir nuestros cuerpos bajo el agua.

Pero tenía que contenerme, por ahora. Tener que seguir fingiendo que solo éramos primos que se debían llevar bien. Ninguno de los dos se atrevería a cruzar la línea y estaba seguro que los días de la universidad seguirían con miradas extrañas y varios celos que ninguno de los dos se atrevería a mostrar.

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