Capítulo 11

Esa mañana Maritza despertó aterrada en el baño, aún con sus manos temblorosas, tomó el móvil y llamó a Matheus, necesitaba su apoyo y ayuda, era tal su desesperación que lo llamó del móvil normal y no del que ocultaban a la policía. Matheus demoró un poco en responder, ya que estaba con la secretaria en la oficina pasándolo bien y no se dió cuenta en un inicio, al ver que era Maritza le pidió a di secretaria que se vistiera y lo dejara solo, ella obedeció en un instante.

- Diga, Buenos días como estás, dijo de manera formal, sabía que ese número estaba siendo escuchado por la policía. Ocurren algo Maritza.

- Me está castigando, dijo ella con sobresaltada.

- Quién, dijo él sin entender nada .

- Él, me está castigando por lo que hice.

- Quién está contigo Maritza, grito un poco asustado Matheus, que ocurre.

- Luka, dijo.

- Voy enseguida, tranquila, alcanzó a decir y salió corriendo a su encuentro, no podía entender nada de lo que decía Maritza y si seguía preguntado ella podría decir algo comprometedor, que podía perjudicarlos.

Llegó rápido al departamento de

Maritza, él tenía copias de la llave así que entró sin pedir permiso, la busco como un loco por todos lados y fue en el baño donde la hayo, tirada en el piso con la mente pérdida y lágrimas en los ojos que la vió. La tomó por los brazos y la puso en pie, ella al verlo solo se abrazó a llorar en su pecho.

- Explícame qué te ha pasado para ponerte así en ese estado. Dijo Matheus al verla tan demacrada

Se notaba que había dormido poco la noche anterior, tenía ojeras pronunciadas y un aspecto trasnochado y descuidado, cosa que no era común en ella siempre estaba impecable, era muy presumida incluso para irse a dormir, se arreglaba con esmero.

Maritza le fue contando cómo pudo lo ocurrido, le comentó que la noche anterior igual tuvo problemas con el aire acondicionado, incluso pidió una revisión por los técnicos que no encontraron nada fuera de lo normal, no le dio importancia hasta anoche que sucedieron una serie de eventos inexplicables y ella estaba segura de que era Luka en venganza.

Resulta que la noche de mi muerte yo regresé a casa antes de tiempo, Maritza me dió el refresco con un potente somnífero que hizo que me durmiera en un instante, luego llegó Matheus con una botella con alto grado de alcohol, también con una droga para inyectármela y así lo hizo, la colocó en mí muslo por qué ya estaba despertando y si lo notaba no me dejaría, la droga se apoderó de mi rápidamente, ahí comenzaron hacer que bebiese el alcohol con la ayuda de un embudo, luego me tiraron en la cama a mi suerte, hasta que deje de respirar y dieron parte a la policía y armaron su teatro.

Por todo eso ella creía que me estaba vengando, claro omitió que me traicionaba en mis propias narices con mi supuesto amigo, Matheus no creía nada de lo que vivió Maritza la noche antes, para él las personas que morían dejaban de existir, no podían ser capaces de dañar a nadie, pero para calmarla prometió dormir con ella esa noche y si ocurría nuevamente, fuera la llevaría para su casa un tiempo.

A ella le pareció bien la oferta y se fue calmando un poco. El paso el día con ella y poco a poco fue recuperando la confianza nuevamente, incluso llegó a creer que todo había sido su imaginación, en la noche fueron a cenar fuera para que despejar. Yara y yo aprovechamos seguimos con el plan de atormentarlos, Yara cogió un abial rojo y colocó en el espejo la palabra asesinos.

Ellos al regresar de comer, se pusieron en lo suyo, eran don pasión y doña quiero más, fueron hasta el cuarto y se entregaron el uno al otro sin darse cuenta de la pequeña sorpresa que había en el lugar, no fue hasta que comenzaron a vestirse para dormir que Maritza comenzó a gritar de la nada, señalando el espejo, Matheus al seguir con la vista lo que señalaba lo notó.

Al principio creyó que era una broma de ella, pero luego al verla así, tan fuera de sí, comenzó a preocuparse de que alguien supiese lo ocurrido y estuviese oculto en la casa para jugarle una broma y luego pedir dinero por su silencio, revisó el lugar pero no había nadie allí más que ellos, entonces ordenó a Maritza que se vistiera, irían a su casa a dormir, al otro día vendrían a cambiar las cerraduras, el que fuera no podría entrar más, ella obedeció y se marchó con él a su casa.

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