La ciudad despertaba con la luz del nuevo día, y con ella, la historia de Juliette y Alexander se desplegaba como las páginas de un libro que prometía capítulos emocionantes. Después de aquel encuentro mágico en el banco bajo el cielo estrellado, ambos sintieron una conexión que iba más allá de las palabras.
Decidieron encontrarse nuevamente en la cafetería del rincón, un lugar acogedor con aroma a café fresco y murmullos de conversaciones que se entrelazaban en el aire. Juliette llegó primero, nerviosa, pero emocionada, con la esperanza de que aquel segundo encuentro fuera tan especial como el primero.
Alexander entró poco después, con su cuaderno bajo el brazo y una sonrisa que reflejaba la anticipación de volver a sumergirse en esa historia que estaba escribiéndose entre ambos. Al verla, su mirada se iluminó, reconociendo en sus ojos la misma chispa que había sentido la noche anterior.
Se sentaron en una mesa junto a la ventana, donde los rayos de sol se filtraban, creando destellos dorados en el ambiente. El camarero, conocedor de historias de amor que comenzaban en su establecimiento, les entregó los menús con una sonrisa cómplice.
—¿Qué te gustaría tomar? —preguntó Alexander, dejando su cuaderno a un lado y centrando su atención en Juliette.
Ella, con una risa ligera, respondió: —Un café con un toque de magia, si es posible. ¿Tienes alguna recomendación?
El camarero sugirió el café especial de la casa, un brebaje que, según decían, tenía el poder de hacer que las historias florecieran. Con una mirada cómplice, ambos asintieron, sumergiéndose en ese ritual compartido que iba más allá de la simple elección de bebida.
Mientras esperaban, el ambiente se llenó con la melodía de las conversaciones a su alrededor. Los ojos de Juliette brillaban con la emoción contenida, y Alexander, con una pluma entre los dedos, capturaba en su mente los destellos de inspiración que la presencia de ella le ofrecía.
—Anoche fue increíble —comentó Juliette, rompiendo el silencio cómodo que los envolvía.
Alexander asintió, sumergiéndose en la reflexión del momento. —Sí, lo fue. Fue como si nuestras vidas estuvieran destinadas a cruzarse.
El camarero les sirvió el café especial, presentándolo con un gesto teatral que generó risas compartidas. Mientras disfrutaban de la primera sorbo, el sabor se mezclaba con la expectativa de lo que estaba por venir. Las palabras fluyeron tan naturalmente como el líquido oscuro en sus tazas, tejiendo una conversación que iba más allá de lo superficial.
Juliette compartió sus sueños y aspiraciones, hablando de cómo la noche anterior le había recordado la importancia de perseguir lo que realmente anhelaba. Alexander, a su vez, desveló detalles de su vida como escritor, revelando cómo cada historia que creaba era una forma de explorar su propio universo interior.
Entre risas, confesiones y miradas cómplices, la conexión entre ellos se profundizaba. La cafetería, ahora convertida en su refugio compartido, parecía desvanecerse a su alrededor, dejándolos inmersos en su propia burbuja de complicidad. Hablaban de libros, de viajes, de pasiones y de esos pequeños detalles que conforman la esencia de una persona.
A medida que avanzaba la conversación, Alexander no podía evitar maravillarse ante la forma en que Juliette veía el mundo. Sus ojos resplandecían con la emoción de una exploradora, lista para descubrir los tesoros ocultos que la vida tenía para ofrecer. Se dieron cuenta de que sus experiencias y perspectivas, aunque diferentes en muchos aspectos, se complementaban de manera armoniosa.
El tiempo transcurría imperceptiblemente, como si el reloj mismo estuviera cautivo de la magia que se desarrollaba en esa pequeña mesa junto a la ventana. Al finalizar sus cafés, la realidad los alcanzó, pero en lugar de despedirse, decidieron continuar su día juntos.
—¿Te gustaría dar un paseo por el parque? —sugirió Alexander, y Juliette asintió con una sonrisa.
Así, con la promesa de más momentos compartidos, abandonaron la cafetería, llevando consigo la esencia del café especial y las palabras que habían tejido entre risas y confesiones. El parque, testigo de su primer encuentro, se convertiría ahora en el escenario de nuevos capítulos.
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