La profesora de matemáticas

Un nuevo día, un nuevo despertar, pero con dolor de cabeza.

La noche fue buena y por un rato, olvidé el mundo entero.

El ruso ganó cuatro carreras de cinco en las que participó y eso es porque la moto blanca era fea por fuera, pero con un gran motor dentro.

Él no quedó muy feliz por el resultado, por lo que dijo que volvería a darle la revancha.

En mi caso, solo corrí dos veces y me alejé preocupado. ¿Por qué? No estoy seguro, solo sé que en mi corazón sentía un pequeño dolor.

Dejé las pistas y le dije a todos que me volvía a casa, sin embargo, Konstantin me brindó a cuatro hombres de su seguridad para que yo llegue a salvo, sino su prima lo mataría, según dijo.

No sé a qué se debe mi dolor de cabeza, porque si bien la música estaba alta, yo me encontraba lejos de los parlantes.

Llegando a casa, mandé a los hombres devuelta con el ruso y entré para ducharme. Traté por todos los medios, quitar esta incomodidad, pero no me fue posible hasta la madrugada. Ahora sigo acostado y la sábana cubre hasta mi cintura, mientras estiro la mano para agarrar el celular.

Tengo dos mensajes por WhatsApp de Konstantin y decido leerlos.

📩—¿Estás mejor?

📩— Por cierto, mañana es el día.

Sonrío feliz olvidando por completo mi intranquilidad nocturna.

📨—Solo dormí cuatro horas, pero estoy bien— le contesto.

No sé porque tuve que explicar tanto en un mensaje, pero ya que, se envió y lo leyó con rápidez, sin obtener una respuesta de su parte, me levanto y voy derecho a la ducha.

Bajo a desayunar, encontrando solo a papá; hoy prefiero un café muy puro y doble, por lo que se lo hago saber a la empleada.

—¿Mala noche?— pregunta él.

—Terrible— acepto.

—¿Llegaste muy tarde?

—No, serían las dos de la mañana, pero no pude dormir hasta las cuatro.

—¿Qué te pasaba? ¿Te dolía algo?— pregunta preocupado— Nos hubieses llamado e íbamos al hospital.

—Me sentía incómodo y con dolor en el corazón—admito dándome cuenta que puede ser grave.

—Recuerdo cuando me tocó cuidarlos a ustedes cuatro— dijo riendo— A ti te dolía la panza y tus hermanos lloraban como si les afectara igual. —bebe de su café y sigue— Eran tus compañeros en lágrimas.

—Puede ser que a mis hermanos le pase algo—digo con el celular en la mano.

—No, yo dije que ellos lloraban contigo— deja su taza y me mira— El que tuvo los mismos síntomas que tú anoche, fui yo.— Se levanta de su lugar y continúa — Tal vez tengas un hijo en algún lado, con dolores. —se ríe mientras sale del comedor.

Que yo sepa no tengo un hijo y si lo tuviera, solo podría ser de Eliani, ya que no nos cuidamos. Además de que fue mi primera y única mujer, pero no creo que ella me lo ocultara por más de un año.

Termino mi desayuno y subo a mi habitación. Hoy no quiero salir, ni saber nada de nadie. Quiero estar en mi paz y soledad.

Paso todo el día en cama, jugando con mi celular, viendo redes sociales, buscando películas en la tele y por último, organizando qué tema filosofal daré mañana a los niños del colegio.

A partir de ahora, mi horario cambia a una hora de retraso porque llega la nueva profesora y ella necesita irse antes, supongo que por motivos personales u otro trabajo.

...

Despierto el día lunes y me preparo como cada mañana, para ir a dar clases. Bajo a desayunar con más tiempo y entreno un poco antes de ducharme e irme en la moto naranja, ya que la negra todavía está en la cafetería de Rafael.

Llegando al instituto, estaciono en mi lugar reservado y camino hasta el salón al que debo ingresar.

Los niños están más felices que otros días y por curiosidad, quiero preguntarles...

—¿Qué los tiene así de sonrientes?— varios de ellos levantan la mano para contestar, pero le doy la autorización a una niña pelirroja.

—La nueva profesora de matemáticas es muy linda. Estuvo con nosotros y nos dio un regalito de su país.

—Me alegro que la hayan conocido —digo sonriendo.

—Sí, ¿usted también? — habla esta vez un niño, sin permiso.

—No, todavía no tengo el gusto. Recién llegué y ustedes son las primeras caritas que veo.— digo bromista, la niña pelirroja vuelve a levantar la mano y asiento en su dirección.

—Es joven y de Rusia, sería una linda novia para usted profesor.

Ellos empiezan a gritar y siguen largando halagos para la nueva profesora, pero mi mente quedó en blanco.

Joven y rusa, ¿será Eliani? ¿es por eso que Konstantin decía que volvería a verla hoy? ¿Por eso no me dio información, pero dijo que sabría la dirección de su trabajo? ¿está aquí y trabajaremos juntos?

Tantas preguntas que solo se responderán con una, a estos niños.

—¿Cómo se llama la nueva profesora de matemáticas?— mi corazón late desenfrenado y las manos me sudan.

—¡ES ELLA!— gritan todos mientras señalan a la puerta.

Giro mi mirada hasta ese lugar y puedo verla, tan linda, sonriente, distinta a hace un año. Más... increíble.

—Hola, Isa— dice mientras sonríe.

—¡Mi rusa!—murmuro faltándome el aire para respirar.

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