Maratón Más sorpresas

Al día siguiente, Sabrina se despertó muy temprano, para arreglar algunas cosas en las tierras del ducado y después partir a la capital, debería poner en marcha las cosas para su boda próxima con el príncipe heredero.

Mientras tanto en el castillo, un carruaje se había estacionado en las puertas, de éste bajó un hombre mayor, que su cabello mostraba algunas canas y en su rostro, se podía ver el paso de los años.

—Buen día, mí nombre es Armand Holl, soy el mensajero y secretario general de su majestad, el grande y poderoso, Alessandro Stal, emperador y señor de los siete reinos. Informen a los reyes de Altea, que por orden de nuestro emperador, deben preparar todo para su visita dentro de dos semanas, ese es el mensaje.— Dijo eso el hombre, entregó un sobre a los guardias que cuidaban la entrada, volvió a subirse en el carruaje, dieron la vuelta y se fueron por dónde llegaron.

Los guardias fueron de inmediato a entregar aquel sobre a uno de los secretarios generales, este al ver el sello en el sobre, se asustó mucho y prácticamente corrió al despacho del rey, debía informar para estar preparados.

—Majestad, disculpe que interrumpa, pero acaba de llegar una carta de Alessandro Stal— haciendo una reverencia, decía el secretario.

—¿Hablas de ese Alessandro?, no puedo creer que el emperador quiera venir a este reino si hace más de dos décadas que no pone un pie en Altea. Preparen todo para su llegada, no podemos cometer algún error, sabes como es ese hombre, nada puede salir mal— preocupado, decía el rey

Alessandro Stal, era el emperador y muy sorprendentemente, no envejecía. Llevaba alrededor de mil años como gobernante y no lo vieron envejecer. Lo peor de todo es que solo acudía a los reinos cuando le llegaba el rumor de que le habían faltado el respeto, destruía por completo a los causantes del rumor y volvía a su palacio. Se le consideraba como un hombre despiadado y sin ningún afecto por la humanidad, ya que mataba a diestra y siniestra si alguien osaba faltarle el respeto. Incluso había tomado las esposas de reyes anteriores solo como trofeos, las humillaba y torturaba. Al menos eso se decía.

La gente común y corriente no sabían de la existencia de un emperador, pues solo los reyes y sus hijos de cada uno de los siete reinos, sabían de su existencia. Por esa razón, Sabrina jamás había escuchado de él, pero jugaría un papel muy importante en su futuro.

—Padre, ¿qué sucede en el castillo?. Todo el mundo anda vuelto loco— preguntaba Alexander, muy intrigado.

Había regresado de un pequeño viaje al sur del reino, por la aparición de algunos bandidos, justo estaba regresando, así que no sabía nada, ni siquiera estaba enterado de su compromiso.

—Hijo, quiero que prepares todo, el emperador envío una carta y dijo que vendría a Altea, no podemos permitir que algo salga mal— moviendo cosas de un lugar a otro, hablaba el rey.

—No creo que sea tan malo, además si no le gustan las cosas, simplemente puede irse— despreocupado dijo el príncipe.

—¿Estás loco?, si algo no le gusta, podría llevarse a tu madre o incluso a tu prometida. No podemos perder a ninguna de las dos— tomando a su hijo de los hombros, exaltado, gritó el rey

Lo que su padre hizo y dijo lo dejó muy sorprendido, no podía creer que un hombre podría llegar a ser tan malo y por otro lado, ¿quién demonios era su prometida?

—¿Quién es mi prometida padre?, no me digas que accedieron por fin a casarme con la hija del conde Luca— con una sonrisa de esperanza, preguntó el príncipe.

—No la conoces, pero te puedo decir que le salvo la vida a tu madre— dejando a su hijo y continuando con lo que estaba, el rey respondió.

Por la cabeza del príncipe, no pasó ninguna persona que haya sido capaz de salvar a su madre en Altea, así que no le dio más importancia, pues para él era fácil deshacer un compromiso si así lo quería.

En el ducado Hill’s, Sabrina había terminado sus deberes y se proponía marchar al castillo, pero al intentar hacerlo, un mensajero llegó a las puertas del ducado, pidiendo hablar con la prometida del príncipe.

—Soy Sabrina, me informaron que quería hablar conmigo, dígame— dijo Sabrina, apareciendo frente al mensajero, utilizando su teletransportación.

—Señorita Sabrina, el rey le informa que durante dos semanas estarán muy ocupados, por esa razón, solo le pueden enviar está invitación para un baile de bienvenida en dos semanas, por el momento deberá quedarse aquí durante ese tiempo— informó el mensajero y entregó un pequeño sobre a la chica.

Tomando esas dos semanas como vacaciones para ayudar a su familia en todo lo que necesitaran, Sabrina se quedó en el ducado muy feliz.

Durante ese tiempo, se extendió la noticia de la visita del emperador, algo que sorprendió a todos, pues nadie sabía de su existencia y como el ducado Hill's estaba muy alejado, no se pudieron enterar, además de que Sabrina no les comentó nada, solo quería que su familia estuviera tranquila sin ninguna preocupación.

Pasadas las dos semanas, Sabrina se preparó para asistir al baile de bienvenida para el emperador. Con un vestido azul rey, zapatillas plateadas, peinado con el cabello recogido, unos pendientes largos plateados y un collar simple, pero que la hacía resaltar, obviando la belleza natural de Sabrina.

Sorprendiendo a todos, llegó a pie al castillo, pues no pretendía llevar un carruaje y viajar así desde tan lejos. Anunciaron su llegada y como nadie la conocía, no hicieron caso a su presencia, ya que por todo el alboroto, nadie informó sobre su compromiso con el príncipe.

Pasadas unas horas, por fin anunciaron la llegada del emperador, todos atentos y expectantes, por como se vería el hombre.

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