Revelación

—Ese es el castigo por ofender a la reina— habló uno de los secretarios

—Muy bien, recibiré mi castigo. Es bueno saber que nadie se enterará de mi muerte— habló Sabrina en voz baja, a propósito.

Uno de los presentes la escuchó y no tardó en reaccionar. —Estás muy equivocada si crees que morirás sola, tu familia ya está en los calabozos, ellos también pagarán por tu falta— riendo burlescamente, dijo aquella persona.

Aunque Sabrina tuviera cadenas en sus manos y pies, supuestamente unas poderosas que no permitían utilizar la magia, de su cuerpo resplandeció un brillo azul y pronto absorbió el poder mágico de cada una de las personas que estaban ahí y tenían bastón, dejándolos caer al piso.

—A mí me pueden castigar como quieran, pero a mí familia no la deben meter en esto. Decidan majestad, porque usted también tiene familia, ¿le parecería que yo le hiciera algo a sus hijos?— ya con las manos y pies sueltos, hablaba Sabrina.

—No conoces a mis hijos, no debo temerle a una criminal— por fin había hablado la reina.

—Majestad, no hablo solo por hablar. Se dónde están sus hijos, se que son tres aparte del príncipe heredero y también se que los quieren mucho, majestad— acercándose al trono, decía Sabrina.

—Si te atreves a tocarlos, te mataré con mis propias manos— gritaba con algo de histeria, el rey

—Es simple majestades, ustedes no se meten con mi familia y yo no me meto con la suya, ¿les parece el trato?— aún sonriendo, preguntó Sabrina.

—No estoy dispuesto a negociar contigo, verás como sufre tu familia y morirás al final— muy molesto, dijo el rey.

—Yo no soy una mala persona majestades, soy una víctima de la vida y el poder. Les informo que soy la persona que los dioses eligieron para ser la santa, por esa razón soy la más poderosa en todo el mundo, sin excepción alguna, incluso si los dioses quisieran luchar contra mi, podrían vencerme si pelean todos juntos. No quiero asesinar a nadie, pero ya perdí una vez a mi familia, no voy a permitir que ni ustedes ni nadie, me la quieran quitar, no otra vez— decía Sabrina, pues ya todos los presentes se habían quedado dormidos, solo estaban Sabrina y los reyes.

Éstos al escuchar lo dicho por la chica, quedaron sin palabras, no podían creer lo que sus oídos escuchaban. Sabían que solo en Auroria podían nacer las santas, ya que en Altea contaban con magos, pero jamás imaginaron estar ante una de las santas.

Los dos bajaron de sus tronos y sorpresivamente, hicieron una reverencia a Sabrina, lo que la dejó estupefacta, no podía creer lo que estaba viendo.

—Majestades, jamás fue mi intención faltarles el respeto, pero no dejaré que dañen a los que más quiero— aclaró Sabrina.

—Lamento mucho haberte ofendido señorita Sabrina— inclinando la cabeza pedía disculpas, la reina.

Sabrina no acababa de sorprenderse, si tan solo le hubieran dicho que se ahorraría muchos disgustos y actuaciones al decir que ella era la santa, por ahí hubiera empezado.

—Entonces, ¿ahora que sucederá majestades?— en tono suave y calmado, preguntó Sabrina.

Los reyes se pusieron derechos por fin, llamaron a un par de guardias y pidieron que llevaran a la familia de Sabrina a la sala del trono.

—¿Podrías despertar a los que dormiste por favor, Sabrina?— en tono suave, preguntó la reina

La chica despertó a todos los que había dormido y ahí estaban todos de nuevo, está vez más confundidos que nunca. No entendían como era que Sabrina estaba sin las cadenas y porque los reyes le hablaban con amabilidad, la conmoción seguía, pero todos quedaron en completo silencio cuando las puertas de la sala se abrieron. El padre y hermanos de Sabrina entraban.

—Padre, ¿estás bien?— preguntó Sabrina y corrió a abrazar al duque.

—Estoy bien mi sol, todos estamos bien— dijo el duque, recargando su cabeza en el hombro de su hija, pues estaba atado de sus manos con unas cadenas.

—Majestades, imploro que por favor dejen libre a mi familia, yo me haré responsable de mi falta— dijo Sabrina, hincando una rodilla en el piso y agachando la cabeza.

—Siendo así, tengo una propuesta que hacer, tomando en cuenta la grandeza de su poder, le propongo casarse con mi hijo mayor, ¿qué le parece?— con una ligera sonrisa, propuso la reina.

Desde el principio era su plan para darle una lección a su hijo y viendo que Sabrina no se dejará de nadie, le parece perfecto que sea la próxima reina de Altea, a pesar de todo lo que ha ocurrido.

—Si es la forma de salvar a mi familia y no tener que matar a ninguno de ustedes, acepto— dijo Sabrina y de un chasquido, deshizo las cadenas que tenían presos a su familia

—Quiero aclarar a todos los presentes, que la propuesta de la reina se hace porque ante nosotros tenemos a la persona que fue elegida como la santa, debemos estar agradecidos con ella por llegar a nuestro reino, al ser ella la prometida de su alteza real, protegerá al pueblo de Altea y se dará cuenta que gobernar todo un reino, no es nada fácil— aclaró el rey, pues todos comenzaron a hacer comentarios mal intencionados para Sabrina.

—Si les parece bien, establezcan un día para dar a conocer el compromiso de su alteza, conmigo. Mientras tanto llevaré a mi familia para que se instale en el ducado Hill’s, al cuál nadie podrá entrar sin mi autorización, eso no ha cambiado. Cómo acto de buena fe y para que tomen mi palabra en serio— sin terminar de hablar, Sabrina comenzó a sacar poder mágico de si misma, el cual se dirigía a sus anteriores dueños, incluida la reina. Cada mago en esa habitación, pudo recuperar su poder. —Lamentablemente no puedo hacer nada por el general, aún así, no me arrepiento de lo que le hice, que sirva de advertencia, eso le sucederá a quien desee lastimar a las personas que quiero y me importan—

Eso fue lo último que dijo, pues hizo una reverencia y al final se retiró del lugar con el resto de su familia, dejando a todos sin poder hacer o decir nada.

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